La vida continuó, como puzle que no tiene sentido, del desorden se hizo orden, del caos, símbolos perduraron, marcando un camino, si el roble no se quebró, sería por algo. Los negros y grises del fondo Picasiano, retrataron una realidad del pasado, el futuro, despacio, muy despacio, estaba por llenarse de luz y color. Es un Bakea Egin, solamente haciendo la paz. El viento llenó de sombras una época y el viento acompaña hoy los vuelos de esperanza y paz.
El viento, representado por este juguete sonoro, marca una línea, fue el final de una vida cotidiana. Tiempos oscuros, noches de tristeza para días largos trabajosos y frutos que tardaron en llegar. El folklore y la alegría del vasco entraron en una época en barbecho. Esas hilanderas con sus canticos en el Gorulariak, dejaron de atronar las plazas de Euskal Herria. El txistu emblema mundial como flauta de tres agujeros, fue tan errante como perseguido. El viento escondió esos pájaros metálicos que descargaron su furia donde un pueblo era solo eso, un pueblo.
No es un acto más es distinto. Es darse cuenta del pasado de ese curriculum oculto familiar, de esos saberes previos que un pueblo no sabe que los tienes. Como darse cuenta,,, los aplausos ayudan.
AITOR ALAVA
28/4/16
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