EL LETARGO DE LA TRIKITIXA
A Juliana y Kataolatza, de todo corazón,
por saber transmitir, a sus 94 y 83 años,
toda la emoción que encierra la trikitixa.
por saber transmitir, a sus 94 y 83 años,
toda la emoción que encierra la trikitixa.
Yo me acerqué al mundo de la trikitixa a mediados de la década de los ochenta, de la mano de unos jóvenes e innovadores trikitilaris, y, al igual que yo, otros muchos euskaldunes que andaban despistados en este campo. La organización de certámenes y la llegada de nuevas corrientes fueron decisivas para que el acordeón diatónico diera el salto que lo llevaría desde los pueblos a las ciudades, o, mejor dicho, empezara a darse a conocer entre los urbanitas. El mundo de la trikitixa inauguró de este modo una etapa llena de esplendor y de gloria, como bien demuestra, por ejemplo, el hecho de que al Campeonato de Trikitixa de 1988 que se celebró en el Velódromo de Anoeta de San Sebastián asistieron un total de ocho mil personas. Con la oleada de nuevos adeptos, las romerías volvieron a cobrar vida, y, aunque a duras penas, también la afición por las danzas populares consiguió mantenerse a flote.
Como decía, fue la osadía de algunos trikitilaris que empezaron a componer piezas nuevas, diferentes, propias y de temática distinta a la habitual - demostrando que en la trikitixa se puede cantar sobre más cosas que la vida rural y el amor- la que me condujo hacia las romerías. Esta innovadora gente empleaba, además, ritmos muy atrevidos; tanto, que llegaron a escandalizar a los dinosaurios, quienes lanzaron duras críticas aduciendo que aquello no era trikitixa, sino rock... Lo cierto es que tales cambios revolucionaron el mundo del acordeón diatónico de arriba a abajo, y que fue precisamente tal transformación la que consiguió que un buen puñado de jóvenes nos acercáramos al calor de su sonido, que posteriormente se vio acompañado de la batería, del bajo y de otra serie de instrumentos que confirieron un aspecto más moderno al repertorio tradicional.
A propósito de la romería
Pero ha llovido mucho desde aquella época, y
en ese tiempo la popularidad de las romerías ha ido decayendo. Hoy en día
encontramos a grupos "triki pop" en prácticamente todas las fiestas
de pueblo, pero el público que se acerca a escucharlos poco tiene que ver con
la gente que hace una veintena de años acudía a las verbenas llenando los
pueblos hasta los topes. Eran otros tiempos, y otros los gustos musicales. Pero
ya por entonces algunas parejas de trikitilaris empezaron a hacerse acompañar
por varios instrumentos musicales para juntos formar un grupo e intentar probar
suerte en el mercado, con precios más económicos, ofreciendo repertorios
adaptados al acordeón. Algunos de estos grupos consiguieron hacerse un hueco, y
varios de ellos incluso han llegado hasta nuestros días.En el camino, sin embargo, se han perdido muchas más cosas que la costumbre de bailar, bien por imperativo de los tiempos actuales, bien por, quién sabe, haber fallado en la transmisión. La música de la actualidad, en general, es “fría”, quizás por haber convertido la afición en oficio. En muchos casos, además, suele estar hecha por ordenador, o, cuanto menos, muy poco elaborada. La música actual puede presumir de una sublime perfección técnica, pero pocas veces consigue transmitir sentimientos. Hoy en día es más importante hacer la música bien que expresar por y para qué se compone.
Sobre profesores y alumnos
¿Dónde están los cientos de jóvenes que
durante las dos últimas décadas han estado aprendiendo a tocar el acordeón
diatónico? Conocemos a unos pocos trikitilaris que andan tocando de plaza en
plaza, a varios grupos de trikitixa, e incluso a algún que otro profesor de
acordeón. Alguno de entre todos ellos sí que toca la trikitixa con un arte muy
personal y propio, pero sin llegar a reunir las condiciones o poseer la osadía
suficiente como para dar el gran salto. Al parecer, el aprendizaje del acordeón
está teniendo un gran éxito y abundan las escuelas de música, algunas de ellas
creadas por quienes fueran aplicados estudiantes. Pero la actual generación de
alumnos está falto de "ídolos" y de público, y no les va a resultar
fácil atreverse a tomar la decisión de pasar al ámbito profesional. Estoy
convencido de que para la gran mayoría el acordeón diatónico no dejará de ser
un instrumento que aprendieron a tocar en su niñez, y que, seguramente, ni tan
siguiera recordarán por qué aprendieron a tocarlo.Siendo así como se nos presenta el panorama musical, no creo que haya que señalar a los profesores como responsables de esta falta de motivación e ilusión de los jóvenes, pero quizás resulte necesario organizar la docencia de otra manera, diseñar nuevos modelos, superar los cancioneros tradicionales o animar a los jóvenes a que compongan sus propias melodías. Poco a poco, el alumno tiene que dejar de ser un mero intérprete para llegar a ser todo un compositor. Tenemos que formar a los trikitilaris del mañana.
Sin olvidar, además, que tenemos a los mejores profesores a nuestro alcance. Me refiero a los viejos trikitilaris, a ésos que llevan a la trikitixa en el corazón. Puede que no entiendan mucho de técnica, pero seguro que se muestran encantados de explicarnos cómo aprendieron a tocar el acordeón diatónico, qué tipo de ambiente reinaba en las romerías a las que acudían en su juventud, etc. Aseguraría que aguardan nuestra visita con impaciencia.
Unas palabras acerca de Trikitixa Elkartea
Es evidente que para formar a los nuevos
trikitilaris hay que hacer algo. Y en esa labor la asociación Euskal Herriko Trikitixa
Elkartea desempeñará en los próximos años un papel muy importante. La joven
asociación surgida de las cenizas del antiguo colectivo Trikitilari debe tomar
las riendas del carruaje y emprender una nueva ruta. Por ahora van por buen
camino. Los certámenes internacionales de trikitixa celebrados en los dos
últimos años suponen un interesante punto de partida para mostrar al público
cómo se toca el acordeón diatónico más allá de Euskal Herria.Pero la citada Sociedad tiene, además, otra importante función, que no es otra que la de aunar a los trikitilaris. Como guipuzcoano que soy, y contemplando en estos momentos el panorama desde mi observatorio de Bizkaia, debo confesar que noto un excesivo distanciamiento entre los aficionados y profesionales de uno y otro territorio. Los vizcaínos consideran que la actual Trikitixa Elkartea peca del mismo guipuzcoanismo que el anterior Trikitilari Elkartea. Y prefieren estar solos que buscar una solución. Tal sentimiento no debería ser más que un vestigio de la competencia o rivalidad que a lo largo del siglo pasado existía entre ambas provincias, pero, sorprendentemente, sigue latiendo con fuerza. Sólo así se explica el suceso que tuvo lugar en la ronda de Bizkaia de las Jornadas de Trikitixa organizadas el pasado mes de noviembre en San Sebastián por Trikitixa Elkartea, donde, por falta de público, se vieron obligados a suspender la sesión. Sin duda se trató de un fallo de la organización, pero mucho me temo que no muy lejos de allí rondaban algunos fantasmas del pasado.
En cualquier caso, este problema no sólo afecta a los pueblos. Desde el primer momento en que me acerqué a este mundillo de los trikitilaris me di cuenta de la cantidad de cotilleos que circulan. Mucho ruido y pocas nueces. Y digo "mundillo" porque creo que efectivamente lo es. Aunque todos se conocen entre sí, siempre se susurran comentarios y noticias sobre lo que uno ha hecho o ha dejado de hacer. No creo que obren de mala fe -en ocasiones incluso puede llegar a ser divertido-, pero, con el tiempo, no hace más que incrementar la distancia que separa a los trikitilaris, y creo que convertir los foros de trikitilaris en peluquerías no conduce a nada. Pido disculpas los peluqueros...
A propósito del futuro
El mundo de la música anda desorientado y sin
rumbo: nos guste o no, todos somos consumidores de la misma, pero la oferta es
demasiado amplia y los modos de escucharla gratuitamente son también muy
numerosos: en los medios de comunicación, en las fiestas de los pueblos, en los
bares, las copias ilegales, etc. Desde la mañana hasta la noche, y dondequiera
que estemos, vivimos rodeados de música, de todos los estilos, y es
precisamente esa abundancia la que le lleva a perder su encanto. Qué lejos han
quedado aquellos tiempos en los que, para acudir a una romería y disfrutar
bailando o charlando con los amigos al son de un simple pandero se caminaba
durante varias horas a través de las montañas. La música, ahora, ya no merece
tanto esfuerzo; ha llegado a ser tan normal y cotidiana en nuestras vidas, que
sólo cuando resulta ser especial o innovadora despierta nuestra atención.
Les ruego que me perdonen si
he pintado un panorama excesivamente oscuro. La cuestión es que creo que el
mundo de la trikitixa necesita una segunda revolución. No seré yo quien diga en
qué sentido habría que actuar, pero me daría por satisfecho si estas breves
líneas sirvieran para arrojar un poco de luz sobre el asunto.
Xabi
Nabarro
Traducción: Koro Garmendia
Traducción: Koro Garmendia
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