viernes, 23 de febrero de 2018

ETNOCENTRISMO CULTURAL

El Concepto de Cultura en el Aula


El concepto de cultura, o de lo cultural (más propiamente) se encuentra en antropología, desde la década del 50, en crisis. En aquella década dos antropólogos estadounidenses (1952, Kroeber y Kluckhohn) publicaron un texto de recopilación de numerosas definiciones del término. Desde entonces, algunos autores promueven su desaparición de la disciplina, en base a dos grupos de razones. Por una parte, y basados sobre el trabajo antedicho, postulan que el concepto no posee una constitución metodológicamente clara y precisa, es decir, no hay una definición lo suficientemente operativa que nos permita darnos cuenta de que estamos hablando cuando lo usamos. Por otra parte, y más recientemente, algunos autores impulsan una crítica política y ética contra el concepto. Sostienen, que el concepto es demasiado estático y homogeinizante para representar lo que realmente sucede en los grupos humanos (esto es, la gente, en un mismo grupo, es heterogénea, y además cambiamos mucho). Se critica además, el hecho que el concepto ha sido utilizado más para reflexionar sobre las diferencias entre los grupos humanos, que para mostrar las desigualdades. Por último, críticos del concepto han puntualizado, su tendencia a no incorporar las tensiones del poder social, existentes en todo grupo humano. Debo advertir que estas críticas deben tenerse muy en cuenta, no obstante, soy de los que creen lo opuesto, que aún el concepto no ha sido explorado adecuadamente, y que el mismo vale la pena, no solo en las ciencias sociales, sino en la escuela. En esta última, sostendré, puede funcionar como articulador conceptual de ciertas metas educativas.

En el aula, encuentro que las cosas que me sirven para pensar, y que creo que sirven a mis alumnos para pensar, son útiles, más allá de lo que sucedan en las disciplinas. En mi experiencia, es más relevante pensar, que enseñar una materia. Por lo dicho, se comprenderá, que tiendo a diferenciar la experiencia del aprendizaje, una de cuyas formas es la aventura del pensamiento, del contenido sobre el que se sustancia. Sea cual fuere el material, histórico, económico, socio-antropológico, etc. (incluyo a todas las disciplinas), pueden ayudarnos a los docentes a pensar en el aula, a pensar con nuestros alumnos.

En este trabajo me propongo discutir el uso que se le puede dar al concepto de cultura en el aula, y aunque mi experiencia está fuertemente sesgada, no creo que no pueda aplicarse a cualquier situación escolar (dentro de los parámetros usuales). Distinguiremos tres niveles del concepto que permiten articular tres objetivos educacionales distintos, aunque conectados.

Nivel 1. Igualitarismo racionalista.
Sabemos, los antropólogos nos lo han hecho notar, que el ser humano puede ser definido como un ser socio-cultural, y que por lo tanto, todos los seres humanos tenemos, reproducimos, modificamos y creamos cultura.

-"comer caviar y tomar champán, con el dedo meñique en posición rígida; o-y un choripan con chimichurri y vino de la casa. Escuchar a Rodrigo, o-y, a Mozart; leer Crónica, o-y la Nación; jugar fútbol o-y golf. Los esclavos cuyas tareas productivas permitieron a los filósofos clásicos griegos filosofar. Los diversos grupos de nativos americanos que admiraron y sufrieron y odiaron a los invasores europeos. Los banqueros corruptos, los políticos mentirosos, los desempleados, incluso los docentes, y las personas y los grupos que son considerados modelos"-

Todas estas prácticas, y las personas que realizan estas prácticas son culturales y están en la cultura. Todos los seres humanos tuvimos cultura, la tenemos, y podemos predecir (hay quienes creen que las ciencias sociales no pueden predecir) la tendremos.

En este nivel, universalista, perteneciente más a una antropología filosófica que a una antropología científica, resulta evidente el significado igualitarista del concepto.

Una derivación posible de esta idea, es que refuerza nuestra identidad humana (nosotros los humanos, hermanos y hermanas, parientes, etc.) y permite una reflexión ética de nuestro accionar humano; tanto porque enfatiza las relaciones con nuestros semejantes (pasados, presentes y porvenir; cercanos y lejanos; como sí fuéramos parte de una cadena; etc.), como porque posibilita la evaluación y la responsabilización de tal acción, en el mundo (no solo es importante entender qué hacemos, sino hacernos responsables de lo que hacemos).

Es de notar, sin embargo, que el sesgo citado (al que apoyamos obviamente) puede caer, y de hecho lo ha hecho, en un fuerte homocentrismo. Esto es, ubicar a la especie humana, y ese rasgo distintivo mencionado, la cultura, en el centro de la realidad (como veremos más adelante esto es un efecto del etnocentrismo).

Cultura es entonces un marcador de humanidad, es una creación colectiva de toda la humanidad, que si bien contiene elementos altamente peligrosos y perniciosos para la vida en general, también incluye potencialidades para reformar y ayudar.

Nivel 2. Diferenciaciones, etnocentrismos y comparaciones.
Fase Uno. Diversidad.
Sabemos que los grupos humanos vivieron ( y viven) en diversos ambientes, que se han relacionado, entre sí, de formas muy complejas (desde invasiones, hasta integraciones), y en el tiempo los humanos, en sus grupos han y hemos (y haremos) desarrollado historia. Cuando las personas de un grupo visitan a otro grupo, por lo general, toman conciencia del resultado de ese proceso: ven a grupos de personas con formas de vida distintas a las propias, o más precisamente, vemos culturas que contienen semejanzas y diferencias a la cultura en que vivimos (podría decirse que vemos grupos cuyas historias divergen de las nuestras en ciertos detalles más o menos importantes).

Es precisamente esta confrontación lo que los antropólogos reconocieron en el siglo XIX. Había grupos de personas, sociedades, que hacían, que vivían de formas en parte diferentes (por ejemplo: recolectaban y cazaban su alimento; creían en los antepasados como espíritus; daban bienes materiales para recibir y acumular prestigio; debían casarse con ciertas primas, etc., etc.). A esas diferencias, y a esas semejanzas, se las conceptualizó como culturales. La antropología se estructuró, al comienzo, como la disciplina que debía estudiar a las diferentes culturas, compararlas, hallar las diferencias y las semejanzas para así arribar a ciertas conclusiones sobre la diversidad o la unidad humana.

Todos los seres humanos poseen Cultura, y grupos humanos pueden ser distinguidos relativamente por su cultura de otros grupos humanos. Estas distinciones suponen una relación de diferencia y de semejanza (la desigualdad puede, y probablemente solo puede, entenderse en un contexto comparativo). La comparación, es una de las actividades esenciales de la antropología, pero comparar es a la vez un problema metodológico y una caja de herramientas, potencialmente, reflexivas.

Fase Dos. Etnocentrismo.
El hecho de que todos los seres humanos tenemos Cultura, y que participamos de y en una de ellas en particular (acotada temporal, espacial e históricamente) introduce una posible paradoja en nuestra vida diaria (para los antropólogos esta paradoja se ubica de lleno en su práctica profesional, como veremos).

Vivimos en culturas, y un efecto de vivir en cultura, es que vivimos como la cultura nos dice que debemos vivir. Qué es lo normal, y qué lo anormal, qué es lo correcto y que es lo no correcto, pero tolerable, y qué es lo incorrecto e intolerable. Un efecto relevante para lo que estamos discutiendo, es que las culturas en las que viven los seres humanos por lo general tienden a convencernos, a imponernos, que tal cultura, está bien. Es lo que se ha llamado: tradición, costumbre, naturalización, normativa, normalización, etc..

Dos consecuencias importantes se siguen de esto.
Una primera consecuencia surge cuando estudiamos otras culturas, porque en esa situación, quizás nos acercamos a otras culturas pensando, sintiendo e intuyendo que nuestra cultura es normal, mejor, superior; obviamente nuestra comprensión de la otra cultura estará sesgada. Esto es un obstáculo para entender otras realidades, y es claro, para la comparación. A esta ideología-actitudinal la llamamos etnocentrismo; significa creer, pensar o sentir que nuestra realidad socio-cultural es la única, la mejor, la superior (esto traducido en acción puede implicar desde el colonialismo hasta nuestras cotidianas discriminaciones). Los antropólogos, después de décadas de suponer que podíamos vencer al etnocentrismo terminamos por aceptar que no es posible vencerlo, aunque sí controlarlo.
Una segunda consecuencia, implica reconocer el carácter problemático del etnocentrismo para todos los seres humanos (incluso los antropólogos). Hay, por lo dicho, una imposibilidad humana de no serlo: el intento de des-etnocentrizar absolutamente debe ser tan imposible como el de que yo deje de ser yo (en términos algo análogos, pero simplistas). Es vital, por nuestro axioma, de que todo ser humano vive en y por cultura; y para ir un poco más lejos, porque no podemos dejar de creer en algo (hasta en el poder de la razón para demostrar que no creemos en nada). Creemos y hacemos cosas; el etnocentrismo moderado o existencial, por llamarlo de algún modo, es una condición de ese hacer y ese creer. Sin embargo, el etnocentrismo, puede ser peligroso: muchas veces no somos poco etnocentristas, sino demasiado, y esto es observable en nuestras prácticas (no sólo discursivas) poco tolerantes y discriminatorias. El etnocentrismo está en la esencia de todas las discriminaciones, ya que todas ellas se desprenden (teóricamente) de aquel: todas suponen una diferencia que es socio-culturalmente valorada.

Fase Tres. Comparar.
Ordenemos las ideas: el segundo nivel de la idea de cultura supone reconocer la diversidad de las culturas, supone un intento comparativo por entender semejanzas y diferencias, pero ese intento se enfrenta con las dificultades de que quienes realicen tales operaciones son actores de cierta cultura, y como tales, pueden ser (hemos supuesto que lo seremos) etnocéntricos al intentar comprender y comparar. En este punto, debo pedir perdón a los lectores, este aparente problema o fracaso metodológico de la antropología es un argumento poderoso a favor del concepto cultura en las escuelas (y obviamente a favor de la antropología como disciplina científica).

Cuando conocemos, incluso solo intelectualmente, otras sociedades y culturas (emparentadas o no con la nuestra) se abre la posibilidad de comparar, y esta posibilidad abre otra, la que, por medio de la comparación, podamos ver en nuestra sociedad-cultura, algo que antes no habíamos visto o entendido. Esta operación básica es la que nos permite reconocer y modificar nuestro etnocentrismo, y es lo que fundamenta a la antropología en tanto ciencia de lo humano (¡y no de tal o cual cultura o sociedad!).

Cuando nos estudiarnos a nosotros mismos hay dos riesgos: uno el desmedido etnocentrismo (¡somos lo mejor del mundo!), y dos, el fenómeno de la naturalización (etnocentrismo intra-cultural: ¡hemos aceptado el hecho de que existan des-empleados!). Solo la perspectiva comparativa permite abordar estas problemáticas y quizás controlarlas. Debemos estudiarnos (los porteños, de tal o cual clase social, los argentinos, los latinoamericanos, los occidentales, etc.), somos objetos sociales y culturales relevantes, seres humanos cuyo accionar debe ser entendido y comprendido, para ello la perspectiva comparativa es insustituible (la comparación, no es una herramienta de una sola disciplina, sino una habilidad mental, que creo tiene mucho que mostrar sobre la relación entre: la significatividad personal, mía o tuya, y la relevancia socio-cultural, de nosotros y otros).

- ¿qué es la religiosidad?; ¿para que sirven los parientes?; ¿que valoramos: bienes materiales o inmateriales?; ¿siempre actuamos por interés o podemos actuar desinteresadamente?; ¿es necesario tener jefes?; ¿los adultos siempre tienen razón?; ¿el "buen" conocimiento solo lo produjo "occidente"?; ¿siempre dominó el mundo Estados Unidos?, ¿porqué?; ¿qué relación hay entre comer, darse al otro (amarlo) y la comunión?; ¿en todas las sociedades y culturas hay desempleados? -

Es cierto comparar es una actividad difícil, tengo que definir y conocer dos entidades; tengo que establecer un criterio comparativo, luego tengo que contrastar, y finalmente evaluar. Pero es precisamente este proceso el que nos permite enfrentar y reconocer nuestro etnocentrismo, y si no resolverlo, al menos explorar sus límites. De más está decir que la operación pone al descubierto etnocentrismos peligrosos.

Comparar culturas y sociedades, en la escuela, es remunerativo porque: nos invita a conocer otras sociedades y culturas/nos invita a aprender a comparar/nos enfrenta a nuestros etnocentrismos/nos permite distinguir entre etnocentrismos vitales y peligrosos/nos permite conocer a nuestra sociedad y cultura/nos enseña ciertas cuestiones metodológicas y epistemológicas/desarrolla nuestra habilidad reflexiva.

¿Seguimos hablando de cultura en el nivel dos? ¿Estamos hablando de la diversidad cultural? Si se reflexiona un instante estamos diciendo que: si bien la cultura nos enseña como ser, también nos da los instrumentos para analizar ese ser. En clave etnocéntrica: si la cultura nos enseña a ser etnocéntricos, también nos da los instrumentos para entender tal etnocentrismo, para reflexionar sobre él, y quizás eventualmente criticarlo e incluso cambiarlo, relativamente. Es decir, nos dice cómo y qué somos (social y culturalmente), y que nos creemos que somos, tan pronto sepamos como interrogarla, para ello la comparación inter-cultural (también intra-cultural) nos parece fundamental. El reconocimiento de la diversidad cultural y de sus significados es un resultado de este proceso, el que implica montar un marco contrastivo en el que pueda situar diferencias y semejanzas, que me permitan reconocer mi ambiente socio-cultural, y el de otros.

Hacia el tercer nivel.
La posibilidad de postular un tercer nivel de significados conceptuales sobre la idea de cultura, está siendo discutida en antropología. Para algunos, lo dijimos al principio, el concepto debe ser olvidado (justo en el momento que se ha popularizado), otros sostenemos la necesidad de apuntalarlo. Por suerte, para nuestras actividades docentes, podemos prescindir de tal discusión, y reflexionar si es útil para nuestros alumnos. En este tercer nivel, la conceptualización que proponemos (basada en la antropología cognitiva) es bastante reciente, por lo que sus referencias empíricas están aún en proceso de elaboración; esto afecta las posibilidades de una trasposición didáctica útil y precisa. Además, al contrario, de los otros dos niveles, es probable que las ideas que discutamos a continuación sean provechosas para alumnos de los ciclos más altos (lo que no significa, que los docentes de todos los niveles puedan, encontrar algo que les sirva).

El tercer nivel de usos escolares del concepto de cultura puede ser orientado hacia la conceptualización de los modelos culturales. Los modelos culturales son entidades analíticas, creadas por los investigadores, derivadas de lo que en psicología cognitiva se llaman esquemas. Mientras los esquemas son visualizados como entidades mentales individuales, los modelos culturales son entendidos como los aspectos socio-culturales de esos esquemas. Los esquemas son unidades de almacenamiento de información, que poseen cierta unidad, e incluyen una diversidad de elementos (información, recuerdos, emociones, guías de acción, etc.), se re-actualizan situacionalmente, y se los postula como marcos explicativos de cómo y porqué actuamos como lo hacemos. Los modelos culturales, suponen reconocer, que los esquemas poseen aspectos socio-culturales, tanto en cuanto a sus orígenes, como a su carácter compartido, y en cierta forma pautado.

Podríamos suponer que los grupos humanos son distinguibles en cuanto al tipo de modelos culturales (dejo de lado ya el concepto individual de esquema), o la frecuencia de rasgos salientes de los mismos (creo, que es posible conectar esto con el segundo nivel de cultura: la diversidad). Sin embargo, la idea de modelo cultural avanza un paso más, no solo permitiría la descripción de ciertas diferencias entre grupos humanos, sino que también permite su análisis, pero para ello debemos profundizar la conceptualización. Esta, proviene de las ciencias cognitivas, posee sesgos mentalistas-individualistas-intelectualistas, lo que estará reflejado en los usos que estamos prescribiendo. Desde esta perspectiva, los modelos culturales tienen dos características centrales: se interrelacionan entre sí, y mantienen relaciones de jerarquía.

- Docente: ¿quién descubrió América? - Alumno/a: Colon; D: no - A: los vikingos; D: no - A: los extraterrestres; D: no - A: los primeros americanos.
D: ¿y Colon que hizo? - A: salvó a los americanos; D: bueno - A: masacró a los americanos; D: bueno. -
- Alumno/a: ¿qué es la desigualdad?
Docente: Es un producto accidental de nuestra sociedad que desaparecerá con el desarrollo. Es una relación entre seres humanos que existió, existe y existirá en todas las sociedades. Es un hecho triste, pero necesario, que permite distinguir lo mejor de lo no mejor. Es un producto estructural del capitalismo: para que algunos tengan más es necesario que algunos tengan menos. Es una injusticia que es posible revertir. -
Estos ejemplos revelan la importancia del conocimiento, es importante conocer, y desarrollar un saber, y asegurar que el saber sea correcto, científicamente hablando (aún cuando a veces esto sea controvertible). Ahora, si nuestros objetivos implican reconocernos a nosotros, estos ejemplos también contienen lo que nosotros somos. A través de las variedades de respuestas, aparecen constituidos diferentes modelos culturales, y puesto que somos nosotros los que creemos, o al menos decimos eso, ellos nos revelan lo que nosotros somos. Obsérvese, que no se trata de relativizar el conocimiento, sino de contextualizar las verdades y mentiras (y sus variados matices) que usamos, creemos y reproducimos en las lógicas culturales que las permiten. Los modelos culturales son instrumentos que permiten describir tales lógicas, y al reconstituirlos intelectualmente permiten ver sus relaciones, sus jerarquías, sus contradicciones, sus determinaciones. Nos permiten reconocernos.

La escolarización debe contribuir a que los reconozcamos, porque ellos reflejan lo que somos, debe mostrar cuales son las consecuencias socio-culturales de portarlos y actuarlos, debe mostrar alternativas, debe hacernos reflexionar sobre esos que tenemos y sobre los que no tenemos (téngase en cuenta los dos niveles anteriores). Se comprenderá que este marco de trabajo supone la existencia de una profusión discursiva, estamos rodeados (tapados) de información, hacen falta por lo tanto mecanismos iluminadores de sus significados, hacen falta mecanismos que muestren que hay detrás de las informaciones; que es lo que nos dicen de nosotros y de los otros, y que consecuencias tienen.

El concepto de cultura, operacionalizado como modelos culturales, es útil para conocer, explicarnos, y reflexionar sobre nosotros, nuestra vida y nuestra sociedad y cultura.
D.L.Cairns.

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