Breve
Historia de la Marinera
La danza de la
Marinera es uno de los mayores arquetipos de nuestra riqueza
mestiza: hispana, andina y africana, y que refleja una síntesis parcial de
nuestra historia. Este baile es el encuentro de dos almas que demandan un
estallido de amor, donde el hombre como conquistador español intenta someter a
la mujer indígena que se rebela, cuyo cortejo utiliza rituales sensuales de los
esclavos, quienes al sonido del cajón presencian dicha imposición.
Antecedentes
El remoto antecedente de la Marinera se encuentra en
el siglo XVII, con el Fandango, que probablemente a nació en Perú por el año de
1600. Fue una danza de pareja que representaba el enamoramiento y el cortejo, y
que fue censurado por la Iglesia
y la Corona. Esta
danza mezcló lo característico de los tres grupos étnicos del virreinato y
luego fue exportado a España, formando parte de su tradición. En 1606, el
obispo Toribio de Mogrovejo hiso mención peyorativa en Saña (Lambayeque) de los
bailes “zapateados” y en 1712 el francés Amedee Frezier hace la primera
referencia textual sobre una danza limeña al que denominó “zapateo”. Estos
bailes eran mal vistos por la élite conservadora, emitiendo severas sanciones
para quienes las practicaban en público.
En el siglo XVIII surgen danzas que van a
definir la estilística musical regional. En su viaje por la diócesis de
Trujillo, el obispo Baltasar Martínez Compañón (1779-1790) recoge en sus
láminas los diversos bailes étnicos de españoles, indios, negros y mestizos,
donde se aprecian el uso del pañuelo, movimientos de zapateo y coloridos atuendos.
También aparecen partituras de tonadas regionales, de cuyas notas tienen
similitud con la Zamacueca
(madre de la Marinera),
tales como “La Donosa”,
“Lanchas para Bailar” y principalmente “El Conejo” (con fuga análoga a la de la Marinera).
A principios del siglo XVIII, también surge el
Tondero, primero con los bailes procedentes de Morropón (Piura) y luego fue
incorporado el canto en Saña (Lambayeque). El Tondero es una danza que conserva
un espíritu rebelde y errante: una mezcla de expresivo ritmo alegre, vivaz y
atrevido, que mimetiza la actitud del gallo y la gallina cuando el macho
persigue a su hembra para el apareamiento. Este baile va a servir de modelo
para el surgimiento de la
Zamacueca y, luego, la Marinera.
La Zamacueca, una danza de jarana
Como veremos más adelante, el nombre de Marinera
fue acuñado a partir del año 1879, por lo que anteriormente se conocía con
otros nombres. Uno de los bailes que reúne características análogas al de
nuestro tiempo, fue el de la
Zamacueca y que, a mediados del siglo XIX, adoptó diversos
nombres, como lo precisó Carlos Prince en su libro Lima Antigua
(1890), aseverando que «La zamacueca, conservando siempre su índole y el
genio de su música, ha sufrido varias denominaciones, como por ejemplo: maisito,
ecuador, zanguaraña, chilena, y últimamente marinera» (II: 35). Entonces,
el origen más cercano a la
Marinera es la
Zamacueca; pero ésta ¿cuándo empieza a practicarse?
La primera referencia del término zamacueca, la
otorga el historiador peruano José Durand (1987), según lo encontrado en el
Archivo de Indias de Sevilla alrededor del año 1780; pero no menciona la
ubicación exacta de tal documento. Por otro lado, son los testimonios de
visitantes extranjeros los que documentan el término. Según el compositor
chileno José Zapiola, en su libro Recuerdos de treinta años: 1810-1840,
publicado en 1872, la zamacueca fue una danza limeña muy contagiosa que
traspasó fronteras:
San Martín, con su ejército, en 1817, nos
trajo el cielito, el pericón, la sajuriana y el cuándo, especie de minué, que
al fin tenía su alegro. Estos últimos bailes podrían mirarse como intermedios
entre los serios y los de chicoteo, pues no daban lugar a las desenvolturas que
se ven en los otros que nos vinieron del Perú desde el año de 1823 hasta el
día.
Desde entonces [1823], hasta hace diez o doce
años [1860], Lima nos proveía de sus innumerables y variadas zamacuecas,
notables o ingeniosas por su música, que inútilmente tratan de imitarse entre
nosotros. La especialidad de aquella música consiste particularmente en el
ritmo y colocación de los acentos, propios de ella, cuyo carácter nos es
desconocido, porque no puede escribirse con las figuras comunes de la
música (Cap. VI).
En los testimonios más tempranos, la zamacueca
aparece como originaria de Lima y que empieza a expandirse a otros países desde
la coyuntura de la independencia. Esto quiere decir que estaba en su memento de
consolidación. Por ende, es lógico suponer que su origen se remontase varias
décadas anteriores, posiblemente desde la segunda mitad del siglo XVIII, como
señala Durand.
Desde el primer cuarto del siglo XIX, la Zamacueca concentraba la
atención de varios viajeros, quienes no duraron en contar sus experiencias a
sus paisanos. Una descripción muy detallada sobre los trajes del baile fue
anotado por el viajero William Ruschemberg en 1833, quien dice:
[…] en un rancho estaban dos africanos
danzando la zamacueca con música de una arpa rústica, acompañada por voces
nasales de dos negras vistosamente vestidas y con el cabello rizado y adornado
de flores, una estaba sentada en el suelo, golpeando al compás del cuerpo, el
instrumento (arpa) don sus palmas. La bailarina estaba de blanco, con volantes
hasta la rodilla y un chal de algodón de colores vivos anudado a las caderas,
con el objeto de cortar considerablemente la falta. Los brazos estaban desnudos
y brillando en negro puro; en una mano sostenía un pañuelo blanco que hacía
revolar una y otra vez por el aire mientras que la otra sostenía su vestido por
detrás […] su compañero de danza usaba amplio calzón corto de color canela
abierto sobre medias y calzoncillos blancos que se veía por la abertura
bordados con alegres motivos. Una chaqueta blanca y el cinturón de las bragas.
También él usaba sombrero de Guayaquil […] la danza consistía en avances y
retrocesos de uno y el otro, en un rápido arrastrar de pies al compás de la
música, y ocasionalmente ejecutaba lascivos movimientos para el regocijo de los
que miraban […] (Citado por Méndez 1998).
Respecto a las características de los movimientos de baile,
a finales del siglo XIX, el alemán Ernst Middendorf escribió perspicazmente lo
siguiente:
[…] al final de los bailes después de haber
terminado las rondas, las cuadrillas y también el cotillón, algunas se designan
a condescender a los ruegos y prolongados cortejos de bailar la danza popular
peruana, la zamacueca. Esta danza es una representación mímica en la que el
bailarín solicita la gracia de su dama. Los bailarines se colocan uno frente al
otro, a poca distancia, levantando un pañuelo blanco, con la mano derecha. Se
mueven entonces al compás de la música, mientras que el pañuelo es agilizado
sin cesar en círculos o lateralmente, se acercan más el uno al otro y así los
dos dan una vuelta completa para volver a alejarse. La misma maniobra vuelve a
repetir luego pero los bailarines se alejan menos, los giros se hacen cada vez
más rápidos, el bailarín se vuelve cada vez más impulsivo, hasta que finalmente
la dama debe rendirle lo que da a entender al terminar con una repentina vuelta
y dirigirse apresuradamente a su sitio. (Citado por Méndez 1998).
El historiador limeño Manuel Atanasio Fuentes en
su Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres
(1867) ofreció una importante anotación sobre los instrumentos utilizados por
los afroperuanos:
El baile exclusivo de Amancaes es, como ya se
indicó, la zamacueca. La orquesta de este baile se componen de guitarra y arpa,
a estos instrumentos se le agregaba una especie de tambor, hecho regularmente
de un cajón, cuyas tablas se desclavaban para que el golpe sea más sonoro.
Tocándose este instrumento con las manos o con dos pedazos de caña, sigue el compás
de la música y anima a los bailarines. Como el cajón es el alma de la orquesta,
la plebe ha dado a la zamacueca el nombre de polka de cajón (p. 154).
De acuerdo a las características de cortejo del
baile —de indudable influencia africana—, la Zamacueca fue la
contracción de “zamba clueca”, aludiendo una mujer que se comporta como una
gallina que busca dónde empollar.
En los documentos, la Zamacueca casi siempre
aparece como originaria de Perú; pero como es usual en el vecino país del sur,
Chile lo adaptó a sus costumbres y lo reconoció como baile nacional, cuyo
nombre derivo simplemente en “Cueca”. Según el historiador argentino Carlos
Vega (1953), esta variante tuvo gran éxito en la segunda mitad del siglo XIX,
cuyo intercambio musical alcanzó a diversos países de Latinoamérica, incluido
Perú.
La “cueca” chilena fue conocida en otros países
sencillamente como “la chilena”, y en Perú, la primera referencia registrada
apareció en el periódico El Liberal del 11 de septiembre de 1867, como un canto
popular de jarana. Para aquella época, las peculiaridades de la Zamacueca adoptaron
diversos nombres.
De vuelta a casa: La Marinera como unión nacional
Al comenzar la Guerra del Pacífico, no fue bien visto seguir
llamando “chilena” al baile muy practicado por el pueblo peruano. En 1879, el
escritor huamachuquino Abelardo Gamarra Rondó, “El Tunante”, propuso el cambio
de nombre por el de “marinera” en un artículo del diario “El Nacional”, y que
luego fue publicado en el libro Rasgos de Pluma en 1899, bajo el
título de “El baile nacional”. Según sus argumentos:
El baile popular de nuestro tiempo, se conoce
con diferentes nombres: se le llama tondero, mozamala, resbalosa, baile de
tierra, zajuriana y hasta el [18]79 era más generalizado llamarlo chilena;
fuimos nosotros los que, una vez declarada la guerra entre el Perú y Chile,
creíamos impropio mantener en boca del pueblo y en momentos de expansión
semejante título, y sin acuerdo de ningún Consejo de Ministros, y después de
meditar en el presente título, resolvimos sustituir el nombre de chilena por el
de marinera; tanto porque, en aquel entonces la marina peruana llamaba la
atención del mundo entero y el pueblo se hallaba vivamente preocupado por las
heroicidades del “Huáscar”, cuanto por el balance, movimiento de popa, etc.
etc. de una nave gallarda dice mucho con el contoneo y lisura de quien sabe
bailar, como se debe, el baile nacional.
Marinera le pusimos, y Marinera se quedó, por
supuesto que por entonces, y para que la semilla fructificara, lanzamos no
pocas letras picarescas a las que ponían música esos maestros incógnitos que no
se sabe dónde viven, pero que nos sorprenden con sus músicas deliciosas:
Ven, china, ven,
ven y verás
y verás a los chilenos
que nos quieren gobernar
si te dan, si te dan
si te dan el ¡alto quien vive!
tú dirás, tú dirás, tú dirás
¡Viva el Perú! ¡Muera Chile!
Al son de este canto sucumbió la Chilena y se levantó
gallarda, como la bandera del Huáscar, la marinera, para llegar a ser arriada
probablemente con mucha dificultad. El pueblo le ha tomado cariño y lo que el
pueblo quiere, lo consagra con su bendición inmortal (Gamarra 1988:10-11).
Luego, en el afán de preservar la Marinera, A. Gamarra junto a José Alvarado, “Alvarito”, decidieron inmortalizarla en el pentagrama con una melodía denominada “La Decana”. Fue una tarea difícil contratar a un especialista que tradujese una composición popular a la escritura académica hasta 1892, cuando “El Tunante” asistió al concierto de piano de una talentosa niña limeña, de 12 años, llamada Rosa Mercedes Ayarza, a quien se le encargó el proyecto. Así nació “La Concha de Perla”, más tarde conocida como “Concheperla”, siendo la primera Marinera escrita en pentagrama.
En adelante, la
Marinera no solo era bailada por los sectores populares, sino
que volvió a los bailes de salón de la clase alta. Asimismo, se acentuaron las
características de los diversos espacios culturales de Perú, dando origen a
diversas versiones de Marinera, distinguiéndose en norteña, limeña, sureña,
andina y amazónica.
Bibliografía
CALOMA POCARDI, César. “La verdadera historia de la Marinera”. Voces:
Revista Cultural de Lima, año 9, N° 32, 2008.
DURAND, José. Conferencias sobre la Marinera. Lima: Centro
Social Cultural Musical, 1987.
FUENTES, Manuel A. Lima. Apuntes
históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres. París: Libería de
Firmin Dirot, 1867.
GAMARRA, Abelardo. “El Baile Nacional”. En La Marinera:
Danza Nacional del Perú. Lima: Banco de Crédito, 1988.
MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar. Truxillo
del Perú. Tomo II. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1985.
MÉNDEZ, Daniel. La zamacueca en testimonios
de viajeros. Santiago: Ed. Retablo, 1998.
PRINCE, Carlos. Lima Antigua. Fiestas
Religiosas y Profanas. Serie 2°. Lima: Imprenta del Universo, 1890.
REBAZA, Sergio y Luis Miguel ESPEJO. Entre
el pañuelo y el sombrero. 50 años del Concurso Nacional de Marinera. Lima:
Elefant, 2010.
VEGA, Carlos. La Zamacueca. Buenos
Aires: Julio Korn, 1953.
ZAPIOLA, José. Recuerdos de treinta años:
1810-1840. Santiago: Imprenta de El Independiente, 1872-1874.
Historiador
0 comentarios:
Publicar un comentario