Mitología y valores. ¿Cómo utilizar el mito en el contexto educativo?
La pregunta de
cómo surgen, cómo se perpetúan y transforman los mitos a lo largo de
generaciones es una de las que más quebraderos de cabeza ha ocasionado a
historiadores, antropólogos, sociólogos y demás especialistas en la materia.
Aunque todos ellos han aportado su granito de arena al tema, ninguno ha
conseguido dar con la clave. ¿Por qué surgen los mitos? ¿Por qué las
sociedades articulan su visión del mundo en torno a una serie de relatos que
explican la realidad que les rodea? La explicación tradicional sitúa
el pensamiento mítico en la fase más primitiva del desarrollo de la Humanidad, antes de que
se diera paso al raciocinio y al uso del logos, de la lógica, para
explicar la realidad. No hay duda de que el mito está enraizado en lo más
profundo de nuestro ser; sin embargo, aunque hayamos dado en apariencia el
salto hacia el logos de forma plena, los mitos siguen vivos en nuestra
sociedad del siglo XXI. ¿Por qué nos siguen fascinando los relatos míticos?
¿Por qué, si sabemos que el Sol es una estrella alrededor de la cual gira el
planeta Tierra seguimos leyendo con pasión el mito de Faetón y su carro
celeste? ¿Por qué sigue fascinando la idea de que la sucesión de las estaciones
se debe al rapto de Perséfone y al pacto que obliga a ésta a permanecer medio
año junto a su esposo en el Hades y medio año junto a su madre en la
superficie?
Los mitos
han conservado su fuerza prácticamente intacta después de casi tres milenios de
vida. El poder sugerente de los mitos lo entendieron muy bien los eruditos
medievales, que aunque ya no creían en aquellos dioses paganos tan llamativos,
siguieron utilizando sus historias para enseñar lecciones morales a los
creyentes. El mito podía ser una gigantesca mentira, pero eso no invalidaba su
mensaje. ¿Podemos utilizar este mensaje en el ámbito educativo del siglo XXI?
Hay muchas razones
por las que la mitología clásica debería estar presente de forma constante en
un buen plan de estudios, desde la más tierna infancia hasta el bachillerato.
Dejaremos de lado cuestiones cruciales como que sin conocer la mitología
clásica es imposible entender la
Historia del Arte o la Literatura de cualquier época. Dejaremos de lado
el hecho de que nuestras ciudades sigan plagadas de símbolos mitológicos que
pasan desapercibidos a los ojos de los no iniciados. Centrémonos sólo en cómo
los mitos pueden contribuir a una educación en valores. En un momento en el que
la asignatura de Educación para la Ciudadanía está a punto de ser suprimida por la
enésima reforma ministerial, en un momento en el que la Filosofía y la Ética
quedan relegadas a un papel de simple adorno testimonial, la mitología puede
tratar de cubrir el vacío que dejan estas materias. La mitología
clásica ha sido durante siglos, incluso milenios, el vehículo para transmitir
los mejores valores de la sociedad occidental. Lo hicieron los propios griegos
y romanos, lo hicieron los eruditos medievales y lo hicieron los maestros de la Ilustración. Sería
de locos ignorar esta larga tradición que tantos éxitos ha cosechado.
Una enseñanza puede transmitirse de manera abstracta, pero desde luego prende
de forma mucho más profunda y duradera si se la dota de un contexto atractivo.
Ese es el papel que puede cumplir la mitología. Veámos algunos ejemplos.
Aunque algunos
grupos ultraconservadores se resistan a ello, uno de los principales campos de
trabajo de los planes de acción tutorial es el de la educación en el respeto a
la variedad afectiva y sexual. Todavía hoy, por desgracia, presenciamos casos
de homofobia, transfobia y acoso entre jóvenes que podrían solucionarse
potenciando la educación en el respeto a la diversidad frente a la
heterosexualidad como norma impuesta. El mundo antiguo nos ofrece una gran
cantidad de ejemplos positivos de personajes homosexuales y bisexuales que
pueden ser ofrecidos para que los alumnos entiendan la variedad como la tónica
habitual. Nuestra visión del mundo suele asociar al homosexual con debilidad y
afeminamiento. ¿Y si el alumno supiera que el poderoso Hércules tuvo amantes de
su mismo sexo? ¿Qué decir de la relación entre Aquiles y Patroclo? ¿Y Apolo y
el joven Jacinto? Con estos ejemplos, el mito permite al niño o al adolescente
entender que a lo largo de la
Historia han sido muchas las maneras de entender la realidad
del amor y el sexo, y sacar como conclusión que la tolerancia es el único
camino posible.
¿Qué mejor
manera de combatir el machismo en las aulas que estudiando casos de mujeres
fuertes que vivieron en pie de igualdad con los hombres? Pese a que la sociedad griega y latina fue
esencialmente machista, no es difícil encontrar en la mitología ejemplos de
estas mujeres que no se dejaron someter jamás por varón alguno. Basta pensar en
las diosas Atenea o Artemisa como casos de féminas poderosas que nunca cedieron
ante hombre alguno en fuerza o destreza en sus campos.
¿Queremos enseñar
el valor de no juzgar a los demás por su apariencia? Ahí tenemos el magnífico
pasaje de Ovidio sobre Filemón y Baucis y la manera en la que agasajaron a los
dioses Júpiter y Mercurio disfrazados de mendigos. ¿El valor de la inteligencia
frente a la fuerza bruta?
Homero nos da la respuesta en sus versos sobre
Odiseo frente al cíclope Polifemo.
Con total seguridad, podríamos encontrar un mito adecuado a cada enseñanza que quisiéramos transmitir a nuestros alumnos. No en vano, estamos hablando de un patrimonio cultural que se forjó a lo largo de varios milenios y que las civilizaciones posteriores han ido enriqueciendo hasta llegar a nuestros días.
Con total seguridad, podríamos encontrar un mito adecuado a cada enseñanza que quisiéramos transmitir a nuestros alumnos. No en vano, estamos hablando de un patrimonio cultural que se forjó a lo largo de varios milenios y que las civilizaciones posteriores han ido enriqueciendo hasta llegar a nuestros días.
¿Cuál es el
contexto en el que podríamos utilizar estos mitos? ¿Sólo la asignatura de
Cultura Clásica o el tan maltratado Latín? Sería un craso error hacerlo así. El
uso de la mitología como transmisora de valores puede tener cabida desde las
amplias asignaturas de cualquier ciclo de primaria como, desde un punto de
vista más maduro, en las asignaturas de Lengua o Ciencias Sociales de
secundaria. ¿Por qué no utilizar los mitos también en las horas de tutoría para
abordar dinámicas y reflexiones con los alumnos? Lo mitología no tienen
límites, ni los tiene el aprovechamiento que los estudiantes puede hacer de
ella.
No hay más remedio
que tocar, por último, la gran limitación que pueden encontrar los docentes a
la hora de poner en práctica este uso de la mitología como transmisora de
valores. Una limitación que no es otra que las carencias en formación clásica
que los docentes en primaria y la mayoría de los especialistas en secundaria
suelen presentar. Poco espacio hay para la literatura y la mitología clásica en
los programas de formación de maestros de primaria y profesores de secundaria.
Hacer un sondeo entre el actual cuerpo de docentes para averiguar cuántos de
ellos conocen los mitos de Apolo y Dafne, Narciso o Aracne, por citar sólo
algunos de los más conocidos, ofrecería un resultado tan vergonzoso que
sonrojaría a cualquier político mínimamente responsable. Con estas carencias como
punto de partida, resulta muy difícil abordar un cambio que no pase por
modificar la formación de los docentes en materias clásicas. Hace cien años que
un profesor desconociera las Metamorfosis de Ovidio resultaba impensable. Hoy,
por desgracia, es la norma habitual.
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