La mañana del día Grande amaneció bajo un cielo gris y amenazador. Y no tardó en cumplirse. Los elizondarras se afanaban por resguardarse bajo techo. El primero, el de la iglesia de Santiago.
A las 11.00 horas todos los bancos de la parroquia se encontraban llenos. Y a las 11.30 ya se podía apreciar una multitud de pie al fondo del santuario. El párroco, Javier Aspiroz, ofició la misa en honor a Santiago, en bilingüe, y con canciones en euskera entonadas por la Agrupación Coral de Elizondo. Un coro compuesto por jóvenes músicos que “se conocen las partituras como la palma de su mano”, apuntaban. “Ensayamos una vez a la semana, una hora y media cada día”. Aizpea, de veinte años, lleva más de seis tocando la flauta travesera.
‘Gerrikos, abarkas y txapelas’ entraban a continuación. Al finalizar, siete dantzaris del grupo Baztango Dantzariak darían comienzo a su actuación dentro del templo, esta vez, sin gigantes: “Qué nervios”, se oía entre voces. Tras la exhibición, una multitud esperaba en la puerta para salir en kalejira hasta la plaza de los Fueros. A las 12.30 flautas, saxofones, clarinetes y oboes inundaban un municipio que la comparsa había dejado en interrogantes: “No sabemos si saldrán o no. Queremos pensar que lo pospondrán a esta tarde.”, explicaba la vecina Laura Martínez mientras esperaba, junto a su hijo Martín, la salida de la Agrupación.
Y SI LA LLUVIA PARA, A BAILAR
A medida que el día avanzaba, el tiempo comenzó a dar tregua. Las nubes dieron paso a claros intermitentes y, con un poco de suerte, algunos rayos de sol iluminaron tímidamente unas calles que habían quedado totalmente anegadas.
Aprovechando esta mejoría, los vecinos y vecinas de Elizondo sacaron del armario su mejor calzado para ponerse en pie y dar comienzo a la karrikadantza. Más de veinte hombres y mujeres rodearon a los cuatro músicos que ocupaban el centro de la plaza y que se convirtieron en la melodía que acompañó el baile: “Sin ellos no hacemos nada. Son de lo mejorcito que tenemos”, afirmó Ekaitz Amez, quien, junto a su prima Amets, bailan prácticamente desde que nacieron.
Los pasos resonaban con firmeza mientras los elizondarras se movían con gracia y destreza. Las miradas de los espectadores se fijaban en cada detalle, admirando la coordinación y elegancia del grupo. “Es una pasada. Es que lo hacen todos exactamente a la vez”, apuntó Emma Huarte, vecina de Ariztegi, quien había ido por primera vez al día grande.
Entre danza y danza, Elizondo rindió homenaje a su patrón Santiago reafirmando su identidad y orgullo como pueblo. “Es un honor ver cómo el pueblo se vuelca. Es nuestra esencia”, comentaba Ion Aramaburu, vecino del municipio.
La lluvia parecía haber remitido su dominio, pero no por completo. “El paraguas no puede faltar nunca. Estamos en el norte. Aquí siempre hay que llevar uno y hacer honor al pueblo”, dijo entre risas Julia Mendivia, mientras, por fin, pudo plegar su paraguas.
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