El movimiento sin música. El movimiento sin música y ausencia de sonidos. El no movimiento o la quietud. El silencio como recurso.
Por ALBERTO HUETOS
La definición de silencio en su significado específico es la abstención de hablar, pero tiene otras connotaciones como la falta de ruido y pausa musical. Aquí no vamos a profundizar en su significado ni en todas sus posibles connotaciones porque además de no ser útil a nuestro propósito sería muy extenso.
El silencio es la ausencia del habla pero también del ruido, de los sonidos, y en el terreno musical, es la pausa en una partitura. ¿Y qué es el silencio en la danza? La danza puede ir acompañada de música, de música con texto, de voz, de sonidos etc. Es un arte permeable que en su evolución ha permitido el sincretismo con otras artes, y como resultado nos encontramos con coreografías en las que se hace uso de la música, de la palabra, de los sonidos, y de otros muchos recursos. Para dar respuesta a nuestra pregunta trataremos el silencio desde distintas perspectivas: el movimiento sin música, el movimiento sin música y ausencia de sonidos, el no movimiento y el silencio como recurso.
El movimiento sin música. A muchas personas se les hace difícil imaginar la danza sin música pues creen que es una pareja indisoluble. Al margen de nuestras preferencias estéticas, la danza es un arte independiente, que aunque ha sido y es permeable y permisiva con la inclusión de recursos de otras artes no es dependiente de ninguna. La danza se basta a sí misma, es un vehículo de expresión completo con el que podemos crear un abanico de movimientos y acciones, rítmicas o no, infinito. El ritmo no los tomamos de los instrumentos musicales sino que nacen de nuestra pulsión interior para transformarse en movimiento. En Alemania, a principios del siglo XX, en el ámbito de la danza moderna se comenzó a representar coreografías sin música, a veces con el acompañamiento de un instrumento solista. Mary Wigman fue una de las primeras coreógrafas que realizó coreografías sin acompañamiento musical. Pensaba que la danza debía recuperar su independencia respecto de la música y realizó coreografías sin ella. También otros creadores trabajaron en este sentido, como Doris Humphrey. A continuación veremos que la danza en ausencia de acompañamiento musical no es lo mismo que la danza en silencio.
El movimiento sin música y ausencia de sonidos. ¿Es acaso un espectáculo sin música lo mismo que un espectáculo en silencio? Una de las connotaciones que define el silencio es la falta de ruido. Teniendo en cuenta esta definición no podemos describir la danza sin música como danza en silencio, porque a pesar de no contar con la música cuando los bailarines se mueven emiten sonidos voluntarios, como taconear o palmear, o involuntarios, como la propia respiración o el deslizar de los pies por el suelo. Voluntarios o no, los ruidos que emitimos al realizar un movimiento o acción forman parte del ambiente sonoro que envuelve una situación, y por lo tanto son parte expresiva del conjunto de elementos que conforman esa situación, y en ella no hay silencio. Por lo tanto la danza sin música no es danza en silencio.
Ahora la cuestión que se plantea es si es posible una danza en silencio. Imaginemos una danza en la que el movimiento sea tan sutil que no oigamos ningún sonido, y consideremos también la parada en el movimiento. Si tenemos en cuenta al espectador, a cierta distancia no apreciará sonido alguno, ni acción en el caso de la parada, pero sabemos que en todos nosotros, también en el bailarín, existe movimiento interior constante con sonidos propios de este, como son los latidos del corazón.
Alguno podrá opinar que es extremo considerar el sonido que emite el latido del corazón cuando hablamos del silencio en la danza, pero no lo es. Imaginemos que estamos paseando tranquilamente por un camino, nuestro corazón late suave, y apenas lo sentimos. Alguien se abalanza hacia nosotros, nos asusta y se alteran las pulsaciones. Echamos a correr, y al parar, nuestro estado es completamente distinto que segundos antes; estamos “parados” pero nuestro corazón palpita con fuerza, lo podemos sentir y escuchar. En la ejecución de una coreografía ocurre exactamente igual. Estamos en constante movimiento, y ese movimiento contiene sonidos propios, innatos a él.
Aún así habrá quien piense que esos sonidos son inapreciables para un espectador. Hay animales que detectan a sus presas varios metros bajo el suelo con movimientos que para nosotros serían inaudibles. Si tuviésemos esa capacidad creo que observar la danza sería aún más inquietante. También tengamos en cuenta que cada individuo tiene una capacidad distinta a la hora de percibir la información del exterior. Nuestras limitaciones auditivas no son razón para negar lo que sabemos que existe.
Por todo esto podemos afirmar que el silencio en relación al movimiento no existe.
El no movimiento o quietud. Otra connotación en el significado de silencio es la pausa musical, que por analogía en la danza sería el no movimiento. Aquí nos enfrentamos a un tema controvertido que intentaremos tratar con brevedad. Empezaremos planteando unas preguntas con las que nos daremos cuenta de la dimensión del asunto que nos ocupa. ¿es el silencio un fenómeno puramente auditivo? ¿Podemos considerar al silencio respecto al movimiento tal y como lo hacemos en el ámbito musical? ¿es el no movimiento un silencio en el texto coreográfico, tal como puede serlo en un texto hablado, o en una partitura musical?
Tratemos el no movimiento como análogo del silencio musical o de la ausencia del habla. Imaginemos que estamos realizando una coreografía y realizamos una “parada”, visualmente el espectador percibe que el bailarín no se mueve en el espacio, ha interrumpido su texto coreográfico, y aunque sabemos que esa “parada” forma parte de la coreografía, es un silencio, tal y como lo podríamos percibir en una obra hablada donde el actor calla durante unos segundos. Al igual que en un texto escrito, estos son nuestros signos de puntuación: punto, punto y aparte, puntos suspensivos…
No podemos obviar que el silencio está directa e ineludiblemente relacionado con el sistema auditivo, y por lo tanto con los sonidos, música, habla etc., y nuestra capacidad de percibirlos. Como hemos visto anteriormente desde esta perspectiva podríamos decir que en la danza no existe el silencio absoluto, aunque es cierto que la ausencia de música, de sonidos externos y de aquellos provocados por el movimiento, pueden acercarse a lo que podríamos denominar un silencio, pero aún quedan, a pesar de no ser siempre perceptibles, los sonidos propios de nuestro cuerpo, como la respiración y latidos del corazón.
El arte dramático y la música se valen primordialmente del habla y del sonido que emiten los instrumentos, por lo que tienen una vinculación directa con el sistema auditivo. Aunque en el actor o el músico la acción precede a la palabra o a la música su vehículo expresivo es el resultado de esa acción. Para la danza el vehículo expresivo es la acción o el movimiento en sí mismo, el cual puede producir sonidos intencionadamente o no. Cuando un actor deja de hablar o un músico deja de tocar su instrumento decimos que hay un silencio, puesto que dejamos de escuchar, y cuando el bailarín deja de moverse decimos que está en un estado de quietud. Por lo tanto el silencio en el actor o el músico equivale a la quietud en el bailarín.
El silencio como recurso escénico. El silencio es un recurso que no sólo utilizamos en el escenario, recordemos el dicho popular, “a veces el silencio vale más que mil palabras”. A veces la quietud expresa mucho más que el movimiento y el silencio más que las palabras.
Las intenciones del silencio y la quietud pueden ser diversas y dependerán en gran medida del contexto en que desarrollen. En la danza podemos utilizar como recurso el silencio, la quietud y la combinación de ambas. Por ejemplo podremos interrumpir el movimiento y permanecer unos segundos en quietud mientras la música sigue sonando, o al contrario, interrumpir la música y continuar el movimiento sin ella.
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