POSTITULO.
DANZA y TEATRO COMUNITARIO.
EL CUIDADO.
La repetición. Acción pensada y sentida como axioma del aburrimiento, falsamente. Caminamos más o menos diariamente, sin pesar que ese “palanquear” con nuestras extremidades inferiores se escapa a la repetición compulsiva del movimiento. Confundimos la repetición, con la acción deliberadamente pesada, sino solo así dejaríamos la respiración y colateralmente este mundo. Son esas secuencias, a-normales las que catalogamos como repetitivas y por extensión convulsas. El mismo accionar constante nos hace previsibles y seguros. Nos garantiza un hipotético “no correr riesgos” y huir de lo que te lesionE.
Cuando el otro actúa, su alteridad, nos interpela. La incidencia del sobre-cuidado, nos pregunta ¿cuantas sillas re-levantadas solo sirven para reiterar el tropiezo eternamente?. Si nada justifica que anulemos la alteridad del otro (Carlos Cullen), donde situar el equilibrio del cuidado del otro. El propio limite, debe ser inicial o re-significado a posteriori. Esa duda, incesante ante los otros, sin saber cuando mis cuidados, son siempre los adecuados, donde estará el cli
C.
Un repaso histórico nos relaciona el pensamiento filosófico y el cuidado. Los pensadores Griegos, Platón entre ellos, le atribuyen al cuidado una cualidad ética, la cual conlleva “relaciones complejas con los otros”, donde el ethos(1) de la libertad es una medida para cuidar al otro. Más cercanos a nuestros días, Heidegger, nos invita a “cuidar de de” y “velar por”, se refiere al cuidado de las cosas y el cuidado de otros, donde todo es cuidado significa, inquietud, preocupación y alarma, es decir todo aquello que nos desvel
E.
Indecisa-mente se escribió: ”El cuidado colectivo es una construcción de una conciencia empática que se sostiene con respeto, escucha, confianza, amor y reciprocidad en comunidad”. No sabemos si nuestra definición es tan ética para el cuidado como le gustaría a Foucault, es difícil agradar a los filosofoS.
Desde este punto, de la inercia en el ser, donde ser un objeto dependiente de un alternador eléctrico, automáticamente te hace no-dependiente de tus hechos y por consiguiente, en un ser condicionado en sus posibilidades y lo más importante, que valor te auto-atribuyes a tu propia “utilidad” colectiva. Con lo sencillo que supone abanicar, por ello el ser humano ha complejizado hasta el susurro de un soplido en la nuca. Toda la artificialidad que nos viste, como personas, seguramente no sea tan importante, para nadA.
Andar y caminar, en un oscurecer eterno, donde todo el avance humano se reduce al abismo del próximo paso. La “ayuda”, pautada o no, es el ansia en si misma, Pensar en el tropiezo, para que el rescate de la mano amiga sea al instante, es el anverso del café con los invidentes derriba-muebles. A la vez, cerrar la mirada para abrirla en lo profundo y cicatrizar en cada golpe, las imperfecciones d e la vida, que a diario el ojo abierto no ve. Solo así, tropezar, es andar y caminaR.
Docenas, centenares, miles, son nuestras ayudas, pensadas, las más de las veces, pero y el otro, no contemplamos si el otro es el mismo siempre o siempre es otro. Ecuación a resolver solo después, nunca antes. Por los cual lo mismo de salida, capaz no sea lo mismo en la llegada. Ese equilibrio, ese sentir del otro, siempre será lo que descubrÍ.
Óleo de pensamientos. Una premisa semi-oculta. Cuanto del cuidado me pertenece, cuanto cedo al azar, cuanto es del otro, si tener certeza de la existencia del otro y por enrizar el círculo cuanto invierto “yo” en el cuidado de los otros. Cóctel de medidas y cantidades no conocidas donde la medida exacta es un equilibrio común. Saberlo, cuasi un Santo Grial, mientras todos en busca de
“El cuidado necesariO”.
AITOR ALAVA ZURIMENDI
en Buenos AIRES al 4/6/22
(1) Forma común de vida o de comportamiento que adopta un grupo de individuos que pertenecen a una misma sociedad.
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