FERNANDO
de
BENGOETXEA
Todo el mundo ha oído hablar de Fernando Amezketarra, pero
muy pocos conocen a Fernando de Bengoetxea y sin embargo se trata de la misma persona. Porque Pernando Amezketarra, aunque se haya pretendido mitificarle, no es un ser imaginario. Fue un pastor que nació y murió en Amézketa, donde asimismo transcurrió gran parte de su vida. Iztueta menciona, con frecuencia sus ocurrentes dichos y un lejano descendiente suyo, ha escrito una pequeña biografía regocijante amezquetarra. El investigador Serapio Mújika publico su partida de nacimiento, matrimonio y defunción.
Nació el 10 de octubre de 1764. Según tradición popular en el caserío de «Espille-saleche». Desde muy niño tuvo que ocuparse de las numerosas labores que hay que realizar en los caseríos, sin que pudiera acudir a la escuela. Su condición de analfabeto, sin embargo, en nada empañó el extraordinario ingenio del que siempre hizo gala.
Fue un bersolari agudísimo, dotado de una asombrosa aptitud para la versificación. Su presencia era requerida en las fiestas de los pueblos donde deleitaba a su auditorio con su facilidad improvisadora. Pero donde verdaderamente destaca la personalidad de este gran bersolari es como humorista. Siempre resolvía las situaciones más o menos comprometidas en que se encontraba, derivándolas hacia su lado cómico. No todas las ocurrencias y chascarrillos atribuidos por el pueblo a Fernando son auténticos. Gran número se le han atribuido de modo arbitrario. Don Carmelo de Etxegarai asegura haber encontrado en la obra del judío converso Pedro Alonso uno de los casos que se le atribuyen.
José de Arteche finaliza un enjundioso estudio sobre el pastor bersolari con estas palabras: “El verdadero Fernando de Amézketa distaba mucho sin duda del parásito gracioso imaginado por el pueblo, que dejando de lado la propia dignidad, se ingeniaba para arrimarse a la hora precisa a las mesas mejor surtidas. Fernando de Amézketa se nos descubre como un hombre solitario e independiente que soporta su pobreza con orgulloso y resignado
silencio”
Murió el día 9 de julio de 1823 en el caserío de
«Azentzin-txikia», al parecer por haber comido, con exceso, de cierta fruta. Cuentan que, ni en este difícil trance, le abandonó su numero humorístico diciendo a los que le acompañaban: «Cuando muera podéis decir bien claro y en cualquier lugar, que a Fernando no le ha matado el hambre, que aunque ciertamente llegó a pasar hambre, ha muerto bien saciado.
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