Reflexión sobre la situación actual de las danzas tradicionales vascas
Creo que el éxito de este anuncio se debe al hecho de haber sabido reflejar el parecer que en la actualidad comparte la gran mayoría de los euskaldunes:mantener la tradición –si es que alguien se atreve a hacerlo- deja de tener sentido cuando lo folclórico llega a perder su prestigio, y, especialmente, cuando tanto Euskal Herria como otros iconos tratan de buscar símbolos más nuevos y modernos.
En este sentido, la música ha tenido una gran influencia. Kepa Junkera u Oreka TX, por citar dos ejemplos, se han adentrado en el world music y, mezclando músicas de distintos países mediante el lenguaje internacional de la música pop, han alcanzado un tremendo éxito. Este fenómeno bien se puede apreciar en los conciertos de Sutargi, por ejemplo.
Los nuevos iconos musicales vascos (trikitixa, txalaparta, bertsos) están así cada vez más presentes en los últimos espectáculos, en detrimento de los antiguos (chistu, coros). Sin embargo, la danza no responde a los mismos parámetros que la música: no vende discos, no se escucha en las emisoras de radio, y, con frecuencia, son demasiadas las personas que se inmiscuyen sedientas de obtener un beneficio económico (dantzaris, músicos, coreógrafos, responsables de vestuario, etc.).
Sea como fuere, está claro que en estos momentos la danza tradicional descansa sobre la idea del espectáculo, una fórmula que en varios casos ha cosechado un gran éxito internacional, como por ejemplo Riverdance o Lord of the Dance, ballets folclóricos contemporáneos provenientes de Europa del Este. También en este sentido destaca la influencia del world music. Los pasos y figuras de la danza tradicional se combinan, al son de la música pop, con la filosofía de las superproducciones norteamericanas, en colosales escenarios donde un elevadísimo número de bailarines profesionales actúa a ritmos vertiginosos. En Euskal Herria todavía no se ha llegado a este punto.
Profesionalidad: ésta es la clave. En estos momentos, para andar fino en el mundo de las danzas vascas, hay que dedicar muchas horas al entrenamiento y a la puesta en forma. Basta con acudir a cualquier campeonato de baile para comprobar las acrobacias, los espectaculares saltos, la envidiable flexibilidad y la rapidez de los dantzaris. Las danzas tradicionales vascas se han estilizado mucho, se asemejan considerablemente a la danza académica o profesional, hecho que las ha llevado a perder su carácter popular ya que, ante tales situaciones, bien se diría que muchas veces la gente se resiste a bailar. La danza tradicional y la popular ya no son sinónimos, y lo serán cada vez menos, como desde hace tiempo viene sucediendo en la música anglosajona.
A pesar de que, tras maratonianas sesiones de entrenamiento, algunos de nuestros dantzaris adquieren un nivel profesional o semiprofesional, en Euskal Herria apenas existen empleos profesionales para ellos. Sólo un sólido proyecto empresarial -impensable en la sociedad vasca- o, como en otros tantos lugares, una iniciativa gubernamental podrían llevar tales ideas a buen término, mas no parece que se encuentren entre las propuestas artísticas del Gobierno Vasco. Por otra parte, al igual que viene sucediendo con los coros, muchas veces los grupos de danza suelen estar más unidos a los círculos locales o vecinales -donde desempeñan un importante papel- que al carácter profesional.
En resumen: debemos encontrar los motivos de los cambios de la danza tradicional vasca en las modificaciones que durante los últimos años están teniendo lugar en el País Vasco, y especialmente en los cambios de la propia sociedad y de los iconos que la simbolizan. Es posible que en este país hayamos divulgado la idea de la cultura popular -muy ligada a los conceptos pueblo y patria- según la cual todos tenemos que saber bailar, y el propio pueblo tiene que ser dantzari, más que en otros lugares, y que ése sea el motivo del elevado número de grupos de dantzaris.
No obstante, en el paisaje contemporáneo se está imponiendo otra realidad: una cultura mestiza con referentes externos y ansiosa por destacar en el panorama internacional. Obviamente, esta circunstancia está ligada a la profesionalidad, pero, aun cuando algunos dantzaris vascos tengan un nivel profesional, no parece ser que en estos momentos se den las condiciones económicas, ni en el ámbito de la empresa privada (donde se concede prioridad a otros referentes culturales, normalmente superiores y más eruditos, tales como el Arte o la Música), ni en el plano institucional (ya que, al tratar de impulsar nuevos iconos culturales, consideran que la danza tradicional resulta, quizá, obsoleta). Tampoco en la música, que se sostiene gracias a las ventas, ya que el mundo de la danza es mucho más limitado y requiere inversiones de mayor envergadura.
Es precisamente entre estos dos mundos donde las danzas tradicionales tratan de encontrar un lugar, aunque, por el momento, sin formar parte de ninguno de ellos. En este paisaje postmoderno, muchas actividades culturales conviven, y así lo harán nuestras danzas tradicionales. A medida que una sociedad cambia, también sus danzas deben hacerlo. No faltan en este ámbito personas inteligentes, por lo que, de alguna u otra forma, terminarán por hallar una solución.
2004/07/16-23
Karlos Sánchez Ekiza
http://www.euskonews.com/0263zbk/gaia26301es.html
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