martes, 18 de marzo de 2014

LAS DANZAS TRADICIONALES

Reflexión sobre la situación actual de las danzas tradicionales vascas

En las Navidades del año 2002, Euskal Telebista emitió un anuncio muy exitoso, que además se alzó con varios premios. En el mismo se nos presentaba a una familia de baserritarras embargada por la emoción, expectante ante el momento en que el hijo se va a poner la txapela por vez primera. Mas, poco a poco, la expresión    de la familia empieza a cambiar: unos se desmayan, otros se vuelven lívidos, las mujeres empiezan a llorar, y algún cuadro incluso se desploma. ¿Qué está pasando? Pues que el chico, con cara de zopenco, se ha puesto la txapela no en el modo tradicional, como todos los hombres, sino prácticamente como un rapero. La música, además, refleja a la perfección la diferencia entre los dos mundos: al principio suenan melodías de lo más tradicional: el sunprinu y el fandango cantados de una manera muy peculiar (la melodía se hizo famosa gracias a este anuncio), mientras que en la segunda parte lo que suena es una guitarra eléctrica distorsionada. Tras aparecer en pantalla el mensaje "Zabal-zabalik gaude", se nos ofrecía una última imagen: la del abuelo mirándose en el espejo, con la boina acicalada como su nieto.

 


Creo que el éxito de este anuncio se debe al hecho de haber sabido reflejar el parecer que en la actualidad comparte la gran mayoría de los euskaldunes:mantener la tradición –si es que alguien se atreve a hacerlo- deja de tener sentido cuando lo folclórico llega a perder su prestigio, y, especialmente, cuando tanto Euskal Herria como otros iconos tratan de buscar símbolos más nuevos y modernos.

Se podría decir que el término Tradición ha perdido su reputación. En estos momentos, los productos puros se encuentran en declive -como Clifford predijera en 1988- y son la mezcla, el mestizaje y la hibridación los que empiezan a imponer su ley. Obviamente, no es que antes no se produjeran cambios en la Tradición; la cuestión es que todos ellos se hacían en nombre de la Tradición –o, si se prefiere, de la esencia vasca-, en ocasiones con el fin de potenciar el sentimiento nacional vasco (por ejemplo, bailando el Dantzari-Dantza con la ikurriña, en lugar de hacerlo con la bandera municipal). Pero hoy en día se mezclan elementos muy distintos entre sí, sin ningún tipo de miramiento, y, de una manera ciertamente paradójica, cuando aún no están del todo concluidos los estudios sobre la danza tradicional extrainstitucionales y faltos de subvención.

 
Parece ser que en la actualidad no se debe asociar la identidad vasca con una esencia, como antaño se hiciera. Hoy hay que armarse de valor e introducir cambios, renovar, en ocasiones sin tener muy claro en qué consiste exactamente la tradición. Puede que en la Comunidad Autónoma Vasca el hecho de ser vasco no sea demasiado relevante, por tratarse de una circunstancia que salta a la vista, y, quizás por esa misma razón, en estos momentos resultan mucho más importantes los esfuerzos que se realizan por fortalecer la identidad local. Podemos observar cómo varias localidades han empezado a desarrollar nuevas coreografías -normalmente a partir de una base tradicional, a veces más profunda y otras menos-, que en la mayoría de los casos obtienen un gran respaldo social y van camino de consolidarse, como por ejemplo en Sangüesa. A destacar, asimismo, el peculiar caso de la danza de Jaurrieta, coreografía creada por Juan Antonio Urbeltz basada en las melodías populares, y que hoy se baila como si de una danza tradicional se tratara.

En este sentido, la música ha tenido una gran influencia. Kepa Junkera u Oreka TX, por citar dos ejemplos, se han adentrado en el world music y, mezclando músicas de distintos países mediante el lenguaje internacional de la música pop, han alcanzado un tremendo éxito. Este fenómeno bien se puede apreciar en los conciertos de Sutargi, por ejemplo. 

  

Los nuevos iconos musicales vascos (trikitixa, txalaparta, bertsos) están así cada vez más presentes en los últimos espectáculos, en detrimento de los antiguos (chistu, coros). Sin embargo, la danza no responde a los mismos parámetros que la música: no vende discos, no se escucha en las emisoras de radio, y, con frecuencia, son demasiadas las personas que se inmiscuyen sedientas de obtener un beneficio económico (dantzaris, músicos, coreógrafos, responsables de vestuario, etc.).

 Sea como fuere, está claro que en estos momentos la danza tradicional descansa sobre la idea del espectáculo, una fórmula que en varios casos ha cosechado un gran éxito internacional, como por ejemplo Riverdance o Lord of the Dance, ballets folclóricos contemporáneos provenientes de Europa del Este. También en este sentido destaca la influencia del world music. Los pasos y figuras de la danza tradicional se combinan, al son de la música pop, con la filosofía de las superproducciones norteamericanas, en colosales escenarios donde un elevadísimo número de bailarines profesionales actúa a ritmos vertiginosos. En Euskal Herria todavía no se ha llegado a este punto.

                                                        
Profesionalidad: ésta es la clave. En estos momentos, para andar fino en el mundo de las danzas vascas, hay que dedicar muchas horas al entrenamiento y a la puesta en forma. Basta con acudir a cualquier campeonato de baile para comprobar las acrobacias, los espectaculares saltos, la envidiable flexibilidad y la rapidez de los dantzaris. Las danzas tradicionales vascas se han estilizado mucho, se asemejan considerablemente a la danza académica o profesional, hecho que las ha llevado a perder su carácter popular ya que, ante tales situaciones, bien se diría que muchas veces la gente se resiste a bailar. La danza tradicional y la popular ya no son sinónimos, y lo serán cada vez menos, como desde hace tiempo viene sucediendo en la música anglosajona.
                                                                          
 

A pesar de que, tras maratonianas sesiones de entrenamiento, algunos de nuestros dantzaris adquieren un nivel profesional o semiprofesional, en Euskal Herria apenas existen empleos profesionales para ellos. Sólo un sólido proyecto empresarial -impensable en la sociedad vasca- o, como en otros tantos lugares, una iniciativa gubernamental podrían llevar tales ideas a buen término, mas no parece que se encuentren entre las propuestas artísticas del Gobierno Vasco. Por otra parte, al igual que viene sucediendo con los coros, muchas veces los grupos de danza suelen estar más unidos a los círculos locales o vecinales -donde desempeñan un importante papel- que al carácter profesional.

En resumen: debemos encontrar los motivos de los cambios de la danza tradicional vasca en las modificaciones que durante los últimos años están teniendo lugar en el País Vasco, y especialmente
en los cambios de la propia sociedad y de los iconos que la simbolizan. Es posible que en este país hayamos divulgado la idea de la cultura popular -muy ligada a los conceptos pueblo y patria- según la cual todos tenemos que saber bailar, y el propio pueblo tiene que ser dantzari, más que en otros lugares, y que ése sea el motivo del elevado número de grupos de dantzaris.

No obstante, en el paisaje contemporáneo se está imponiendo otra realidad: una cultura mestiza con referentes externos y ansiosa por destacar en el panorama internacional. Obviamente, esta circunstancia está ligada a la profesionalidad, pero, aun cuando algunos dantzaris vascos tengan un nivel profesional, no parece ser que en estos momentos se den las condiciones económicas, ni en el ámbito de la empresa privada (donde se concede prioridad a otros referentes culturales, normalmente superiores y más eruditos, tales como el Arte o la Música), ni en el plano institucional (ya que, al tratar de impulsar nuevos iconos culturales, consideran que la danza tradicional resulta, quizá, obsoleta). Tampoco en la música, que se sostiene gracias a las ventas, ya que el mundo de la danza es mucho más limitado y requiere inversiones de mayor envergadura.

Es precisamente entre estos dos mundos donde las danzas tradicionales tratan de encontrar un lugar, aunque, por el momento, sin formar parte de ninguno de ellos. En este paisaje postmoderno, muchas actividades culturales conviven, y así lo harán nuestras danzas tradicionales. A medida que una sociedad cambia, también sus danzas deben hacerlo. No faltan en este ámbito personas inteligentes, por lo que, de alguna u otra forma, terminarán por hallar una solución. 


                                                            2004/07/16-23
                                                      Karlos Sánchez Ekiza
 http://www.euskonews.com/0263zbk/gaia26301es.html

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