Introducción:
El nacimiento del Estado moderno no puede
reconducirse ni a momentos fundacionales ni a doctrinas estelares, por muy
importantes que sean. Más bien debe hablarse de una nueva organización política
que se despliega a la búsqueda de su independencia, como sucedió en America
latina, tanto del poder temporal del Papado como de cualquier otra forma de
poder político. En este largo proceso el Príncipe( de cada reino) va adoptando
desde los albores del Renacimiento decisiones importantes: transformación del
ejercito feudal en un ejercito permanente –el caballero cede su lugar al
soldado-; creación de una hacienda pública al servicio de la nueva organización
política; establecimiento de una burocracia permanente, jerarquizada y
altamente cualificada; finalmente, el sometimiento de todos a una sola unidad
de decisión, la soberanía del Príncipe.
Esta evolución no afecta a todos los países
europeos por igual. En algunos se produce tempranamente -es el caso de España a
finales del siglo XV-; en otros es preciso esperar al siglo XVI, incluso, a
veces, al siglo XVII. En cualquier caso, cuando el proceso se consuma, podemos
decir que estamos ya ante una unidad política estable, permanente, estática,
status propiamente dicho, es decir, Estado. En algunos casos construidos sobre
la idea del mito/nacional y con desigualdad en el peso histórico y veraz del
mito.
Desarrollo:
Durante la Edad Moderna, el modelo educativo seguirá siendo
prácticamente un monopolio eclesiástico de carácter supraestatal, sea en su
vertiente jesuítica o calvinista. Es más, aparentemente, el Estado moderno
permanece indiferente a la educación, considerándola, como en el pasado
medieval, una prerrogativa de la
Iglesia católica o de la Iglesia reformada.
Nada más ajeno al Estado que la idea de una
educación popular de carácter estatal; este tipo de educación se estima propio
de las iglesias o, como mucho, de las autoridades locales. No ocurre así, sin
embargo, con la educación superior, porque, aún siendo la Universidad
fundamentalmente competencia de la
Iglesia, presenta un notable interés para el Estado, dada su
incidencia en la formación de los cuadros dirigentes, y, por tanto, en el
reclutamiento de la burocracia estatal.
Las sociedades europeas estaban todas en un proceso
acelerado de transformación, y los Estados hacía muchos años que se habían
desprendido de la tutela del Imperio -cuyo poder era ya puramente simbólico - y
de la vinculación con el Papado - onsiderado como un poder temporal más en
competencia con los demás Estados
-.
Esta situación era general en toda Europa. Afectaba
tanto a la vieja universidad de París como a Universidades tan famosas como las
de Oxford y Cambridge, abiertas sólo a los miembros de la Iglesia de Inglaterra. Lo
cierto es que la
Universidad europea se encontraba en abierta decadencia cuando
se producen los sucesos que dan paso a la Revolución francesa y a la aparición del Estado
liberal.
El Estado Liberal, surgido como antítesis del
Estado absoluto, va a ser concebido como un puro artificio, como un mecanismo
que se opone a la verdadera realidad que es la sociedad.
La idea de
la educación como servicio público es, pues, el desenlace natural de un
desarrollo ideológico impulsado y animado por la Ilustración y es
necesario terminar con la desigualdad producida por la misma educación, es
preciso acabar con la desigualdad entre la ciudad y el campo, a la vez que hay
que terminar con la desigualdad económica. No será este aspecto de la educación
el que triunfe. El Estado liberal del siglo XIX y buena parte del XX hará suya
la idea de la educación como factor de integración política y de control social.
El Estado liberal crea en todos los países europeos
un sistema donde los fines de la enseñanza son definidos por los representantes
de la nación reunidos en el
Parlamento. No fue, un hecho pacífico. El
desplazamiento del monopolio eclesiástico por la potestad del Estado fue una
larga lucha.
No se puede hablar históricamente de la libertad de
enseñanza sino, como se ha señalado con gran perspicacia, de libertades en la
enseñanza, porque ya desde el principio aparecen ligadas tanto la libertad de
crear un establecimiento privado -para enseñar en él- como la libertad de
trasmitir conocimientos, reivindicándose que el Estado ni debe interferir en la
creación de centros privados ni inmiscuirse en la libre
comunicación de la docencia. Es decir, que la
libertad de enseñanza aparece ab initio con un
contenido dual: derecho a la libertad de creación de centros docentes y derecho a la libertad de cátedra.
En el Estado de bienestar, la educación se
convertirá en un derecho social. Por ello la aparición de los derechos sociales
o derechos prestacionales es fruto de una larga transformación del Estado
liberal. Mientras que las libertades públicas surgen en el Estado liberal con
un contenido esencialmente negativo, orientadas a negar la acción del Estado, a
procurar que éste se limite a no intervenir, a no hacer, respetando, por tanto,
un recinto privado rodeado y protegido por los derechos de libertad, en el
Estado de bienestar o Estado social de derecho la constitución de la educación
como derecho social va a exigir precisamente todo lo contrario, va a demandar
la intervención del Estado y, para ello, una ampliación de los poderes del
Estado.
En el Estado absoluto los individuos seguían
teniendo deberes pero en todos los países
europeos el derecho a la propiedad se constituyó
como un derecho privado que defendía al individuo de las arbitrariedades del
poder del rey. En el Estado liberal o Estado de derecho el individuo tenía
frente al Leviatán no sólo derechos privados como la propiedad, sino también
derechos públicos: el Estado liberal es el Estado de los ciudadanos, poseedores
de derechos políticos y de derechos de libertad. Finalmente, en el Estado de
bienestar o Estado social de derecho el hombre ve reconocidos sus derechos
sociales, culminado así un largo proceso de autonomía y de emancipación.
En la actualidad, la educación se ha convertido en
una institución pública muy compleja que cumple múltiples fines.
Sigue conservando, es cierto, la vertiente privada
que siempre tuvo, pero las funciones públicas de la educación siguen siendo hoy
tan importantes, o más, que en el siglo del Estado liberal. Querer identificar
la educación con un bien más producido por el mercado, como ha pretendido la
"revolución conservadora", contradice nuestra memoria histórica: ni
la
escolarización universal, ni el acceso popular a la
enseñanza secundaria, ni la apertura de la enseñanza universitaria son obra
espontánea del mercado; el examen de la realidad nos dice que son obra de la
acción continuada de los poderes públicos. Es cierto que la exaltación de lo
público puede llevarnos -como ha sucedido en nuestro siglo - a la aberración del
Estado totalitario, pero la privatización de lo público puede llevarnos también
a tiempos pasados en que el individuo estaba a merced de otros poderes, más
fuertes y más implacables que el mismo Estado.
Conclusión:
Hoy en día
en la actual civilización humana,
la consideración de la educación como un derecho que pertenece a todos los
hombres sin distinción alguna, parece un valor difícilmente renunciable. De
este valor, el Estado, la sociedad políticamente organizada, es el único
garante.
BIBLIOGRAFIA:
-
PUELLES BENITEZ, Manuel (1993) Estado
y Educación en las Sociedades Europeas.
En buenos aires a 20 del 6 del 2013
Aitor Alava
0 comentarios:
Publicar un comentario