miércoles, 15 de enero de 2014

Política Educativa, Estado del Bienestar y Estado Liberal.



Introducción:

El nacimiento del Estado moderno no puede reconducirse ni a momentos fundacionales ni a doctrinas estelares, por muy importantes que sean. Más bien debe hablarse de una nueva organización política que se despliega a la búsqueda de su independencia, como sucedió en America latina, tanto del poder temporal del Papado como de cualquier otra forma de poder político. En este largo proceso el Príncipe( de cada reino) va adoptando desde los albores del Renacimiento decisiones importantes: transformación del ejercito feudal en un ejercito permanente –el caballero cede su lugar al soldado-; creación de una hacienda pública al servicio de la nueva organización política; establecimiento de una burocracia permanente, jerarquizada y altamente cualificada; finalmente, el sometimiento de todos a una sola unidad de decisión, la soberanía del Príncipe.

Esta evolución no afecta a todos los países europeos por igual. En algunos se produce tempranamente -es el caso de España a finales del siglo XV-; en otros es preciso esperar al siglo XVI, incluso, a veces, al siglo XVII. En cualquier caso, cuando el proceso se consuma, podemos decir que estamos ya ante una unidad política estable, permanente, estática, status propiamente dicho, es decir, Estado. En algunos casos construidos sobre la idea del mito/nacional y con desigualdad en el peso histórico y veraz del mito.

Desarrollo:

Durante la Edad Moderna, el modelo educativo seguirá siendo prácticamente un monopolio eclesiástico de carácter supraestatal, sea en su vertiente jesuítica o calvinista. Es más, aparentemente, el Estado moderno permanece indiferente a la educación, considerándola, como en el pasado medieval, una prerrogativa de la Iglesia católica o de la Iglesia reformada.

Nada más ajeno al Estado que la idea de una educación popular de carácter estatal; este tipo de educación se estima propio de las iglesias o, como mucho, de las autoridades locales. No ocurre así, sin embargo, con la educación superior, porque, aún siendo la Universidad fundamentalmente competencia de la Iglesia, presenta un notable interés para el Estado, dada su incidencia en la formación de los cuadros dirigentes, y, por tanto, en el reclutamiento de la burocracia estatal.

Las sociedades europeas estaban todas en un proceso acelerado de transformación, y los Estados hacía muchos años que se habían desprendido de la tutela del Imperio -cuyo poder era ya puramente simbólico - y de la vinculación con el Papado - onsiderado como un poder temporal más en competencia con los demás Estados
-.
Esta situación era general en toda Europa. Afectaba tanto a la vieja universidad de París como a Universidades tan famosas como las de Oxford y Cambridge, abiertas sólo a los miembros de la Iglesia de Inglaterra. Lo cierto es que la Universidad europea se encontraba en abierta decadencia cuando se producen los sucesos que dan paso a la Revolución francesa y a la aparición del Estado liberal.

El Estado Liberal, surgido como antítesis del Estado absoluto, va a ser concebido como un puro artificio, como un mecanismo que se opone a la verdadera realidad que es la sociedad.

 La idea de la educación como servicio público es, pues, el desenlace natural de un
desarrollo ideológico impulsado y animado por la Ilustración y es necesario terminar con la desigualdad producida por la misma educación, es preciso acabar con la desigualdad entre la ciudad y el campo, a la vez que hay que terminar con la desigualdad económica. No será este aspecto de la educación el que triunfe. El Estado liberal del siglo XIX y buena parte del XX hará suya la idea de la educación como factor de integración política y de control social.

El Estado liberal crea en todos los países europeos un sistema donde los fines de la enseñanza son definidos por los representantes de la nación reunidos en el
Parlamento. No fue, un hecho pacífico. El desplazamiento del monopolio eclesiástico por la potestad del Estado fue una larga lucha.


No se puede hablar históricamente de la libertad de enseñanza sino, como se ha señalado con gran perspicacia, de libertades en la enseñanza, porque ya desde el principio aparecen ligadas tanto la libertad de crear un establecimiento privado -para enseñar en él- como la libertad de trasmitir conocimientos, reivindicándose que el Estado ni debe interferir en la creación de centros privados ni inmiscuirse en la libre
comunicación de la docencia. Es decir, que la libertad de enseñanza aparece ab initio con un contenido dual: derecho a la libertad de creación de centros docentes y  derecho a la libertad de cátedra.

En el Estado de bienestar, la educación se convertirá en un derecho social. Por ello la aparición de los derechos sociales o derechos prestacionales es fruto de una larga transformación del Estado liberal. Mientras que las libertades públicas surgen en el Estado liberal con un contenido esencialmente negativo, orientadas a negar la acción del Estado, a procurar que éste se limite a no intervenir, a no hacer, respetando, por tanto, un recinto privado rodeado y protegido por los derechos de libertad, en el Estado de bienestar o Estado social de derecho la constitución de la educación como derecho social va a exigir precisamente todo lo contrario, va a demandar la intervención del Estado y, para ello, una ampliación de los poderes del Estado.

En el Estado absoluto los individuos seguían teniendo deberes pero en todos los países
europeos el derecho a la propiedad se constituyó como un derecho privado que defendía al individuo de las arbitrariedades del poder del rey. En el Estado liberal o Estado de derecho el individuo tenía frente al Leviatán no sólo derechos privados como la propiedad, sino también derechos públicos: el Estado liberal es el Estado de los ciudadanos, poseedores de derechos políticos y de derechos de libertad. Finalmente, en el Estado de bienestar o Estado social de derecho el hombre ve reconocidos sus derechos sociales, culminado así un largo proceso de autonomía y de emancipación.

En la actualidad, la educación se ha convertido en una institución pública muy compleja que cumple múltiples fines. Sigue conservando, es cierto, la vertiente privada que siempre tuvo, pero las funciones públicas de la educación siguen siendo hoy tan importantes, o más, que en el siglo del Estado liberal. Querer identificar la educación con un bien más producido por el mercado, como ha pretendido la "revolución conservadora", contradice nuestra memoria histórica: ni la
escolarización universal, ni el acceso popular a la enseñanza secundaria, ni la apertura de la enseñanza universitaria son obra espontánea del mercado; el examen de la realidad nos dice que son obra de la acción continuada de los poderes públicos. Es cierto que la exaltación de lo público puede llevarnos -como ha sucedido en nuestro siglo - a la aberración del Estado totalitario, pero la privatización de lo público puede llevarnos también a tiempos pasados en que el individuo estaba a merced de otros poderes, más fuertes y más implacables que el mismo Estado.

Conclusión:

Hoy en día  en la actual  civilización humana, la consideración de la educación como un derecho que pertenece a todos los hombres sin distinción alguna, parece un valor difícilmente renunciable. De este valor, el Estado, la sociedad políticamente organizada, es el único garante.

BIBLIOGRAFIA:

-          PUELLES BENITEZ, Manuel (1993)  Estado y Educación en las Sociedades Europeas.

 

                                                                     En buenos aires a 20 del 6 del 2013
                                                                                                        Aitor Alava

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