lunes, 13 de enero de 2014

LA PAMPERRUQUE


Danza que se ha bailado siempre en Bayona (Laburdi) delante de todos los reyes, reinas y altos personajes que han pasado por la ciudad o que se han quedado en ella algún tiempo. Al parecer esta danza no remonta más allá del comienzo del siglo XVIII, y deriva según parece, de los zortzikos vascos.


Se ejecutaba al son del tambor, primero con un ritmo suave que se volvía más rápido por momentos. Los danzantes, hombres y mujeres en igual número, se agarraban por medio de unas cintas; el que tenía mejor oído iba en cabeza y era el rey de la danza. En su mano derecha llevaba una batuta que mantenía siempre en alto y dirigía el baile que se ejecutaba en corro. De vez en cuando una pareja daba un salto mirándose. Cuando el baile terminaba, el rey y su pareja levantaban las cintas sosteniéndolas en alto formando una especie de arco, bajo el que pasaban las otras parejas cogidas del brazo, andando después, de cuatro o de ocho en fondo, siguiendo el compás del tambor. Había una figura especial que se llamaba dabedabe.


Un documento de los archivos de Bayona ha conservado la descripción de los trajes que llevan los danzarines de la Pamperruque, ejecutada en honor del conde de Artois en 1781. Las chicas llevaban: un corselete de tafetán marrón, guarnecido de gasa blanca, una falda de tafetán de color rosa, guarnecida de volantes de gasa y cubierta de una sobrefalda de gasa adornada de cintas; zapatos de satén marrón bordados con seda de color rosa; y en la cabeza llevaban unos sombreritos blancos adornados de cintas rosas, y ribeteados con terciopelo negro. Los hombres llevaban: chaleco y pantalón corto de tafetán blanco, jarreteras encima de la rodilla, color rosa; un cinturón también de color rosa, por encima del chaleco; una chaqueta de tafetán marrón, pañuelo de seda rojo y blanco alrededor del cuello; un sombrero negro redondo y de ala baja con una cinta rosa alrededor y medias blancas con zapatos rosas.

"En el momento en que Napoleón llegaba a Marrac, llegó a sus oídos el son de una música campestre. Enseguida se presentó el gran mariscal diciendo a su Majestad que un grupo de habitantes con trajes típicos del país, se había reunido delante de la verja del castillo. El Emperador salió a la ventana y en ese momento 18 personas, diez hombres y ocho mujeres se pusieron a bailar graciosamente una danza llamada la Pamperruque; los danzantes llevaban panderetas y las bailarinas castañuelas".



Ciertamente Constant, ayuda de cámara del Emperador, confunde la Pamperruque con los bailes españoles que, sin duda, vio ejecutar en Madrid, pues los bailarines bayoneses no llevaban panderetas, ni castañuelas, ni guitarras, pues bailaban al son de un tambor.

"Salí del castillo, dice el mismo autor, para ver más de cerca el espectáculo. Las mujeres llevaban unas faldas de seda azul, bordadas en plata, y se adornaban la cabeza con cintas, y en los brazos desnudos unos brazaletes negros muy anchos que hacían resaltar su blancura. Los hombres vestían un pantalón corto blanco, muy ajustado, con medias de seda y grandes cordones, una chaqueta suelta de lana roja muy fina adornada con dorados y en la cabeza una redecilla como los españoles. Su Majestad sintió un gran placer al contemplar este baile que es típico del país y muy antiguo; es un homenaje que se rinde habitualmente a los grandes personajes. El Emperador se quedó en la ventana hasta que la Pamperruque se terminó y seguidamente envió a felicitar a los bailarines por su talento y a dar las gracias a los habitantes de la ciudad que formaban una muchedumbre".


Se produjo, sin embargo, un pequeño incidente que no relata el ayuda de cámara del Emperador, y que M. de Castellane, prefecto de los Bajos Pirineos, es el único en reseñar: En efecto se había pensado en ofrecer una Pamperruque al Emperador y también, que se permitiría la entrada, con un atuendo conveniente, al jardín, y se esperaba que hubiese mucha gente. El Emperador recibió en su palacio a las bailarinas, pero al querer sus madres entrar dijo que el sitio era demasiado justo; después hizo abrir las puertas y se fue. Algunos días más tarde las danzas se repitieron ante la emperatriz Josefina; y se ofreció brazaletes a las bailarinas y alfileres a los hombres de parte de Su Majestad Imperial. Finalmente la Pamperruque se danzó por última vez delante de la duquesa de Berry. Y desde esta época la tradición se ha perdido por completo.


Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.


 

 

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