Danza que se ha bailado siempre en Bayona (Laburdi) delante de todos los
reyes, reinas y altos personajes que han pasado por la ciudad o que se han
quedado en ella algún tiempo. Al parecer esta danza no remonta más allá del
comienzo del siglo XVIII, y deriva según parece, de los zortzikos vascos.
Se ejecutaba al son del tambor, primero con un ritmo suave que se volvía más
rápido por momentos. Los danzantes, hombres y mujeres en igual número, se
agarraban por medio de unas cintas; el que tenía mejor oído iba en cabeza y era
el rey de la danza. En su mano derecha llevaba una batuta que mantenía siempre en
alto y dirigía el baile que se ejecutaba en corro. De vez en cuando una pareja
daba un salto mirándose. Cuando el baile terminaba, el rey y su pareja
levantaban las cintas sosteniéndolas en alto formando una especie de arco, bajo
el que pasaban las otras parejas cogidas del brazo, andando después, de cuatro
o de ocho en fondo, siguiendo el compás del tambor. Había una figura especial
que se llamaba dabedabe.
Un documento de los archivos de Bayona ha conservado la descripción de los
trajes que llevan los danzarines de la Pamperruque, ejecutada en honor del conde de
Artois en 1781. Las chicas llevaban: un corselete de tafetán marrón, guarnecido
de gasa blanca, una falda de tafetán de color rosa, guarnecida de volantes de
gasa y cubierta de una sobrefalda de gasa adornada de cintas; zapatos de satén
marrón bordados con seda de color rosa; y en la cabeza llevaban unos
sombreritos blancos adornados de cintas rosas, y ribeteados con terciopelo
negro. Los hombres llevaban: chaleco y pantalón corto de tafetán blanco,
jarreteras encima de la rodilla, color rosa; un cinturón también de color rosa,
por encima del chaleco; una chaqueta de tafetán marrón, pañuelo de seda rojo y
blanco alrededor del cuello; un sombrero negro redondo y de ala baja con una
cinta rosa alrededor y medias blancas con zapatos rosas.
"En el momento en que Napoleón llegaba a Marrac, llegó a sus oídos el
son de una música campestre. Enseguida se presentó el gran mariscal diciendo a
su Majestad que un grupo de habitantes con trajes típicos del país, se había
reunido delante de la verja del castillo. El Emperador salió a la ventana y en
ese momento 18 personas, diez hombres y ocho mujeres se pusieron a bailar
graciosamente una danza llamada la Pamperruque; los danzantes llevaban panderetas y
las bailarinas castañuelas".
Ciertamente Constant, ayuda de cámara del Emperador, confunde la Pamperruque con los
bailes españoles que, sin duda, vio ejecutar en Madrid, pues los bailarines
bayoneses no llevaban panderetas, ni castañuelas, ni guitarras, pues bailaban
al son de un tambor.
"Salí del castillo, dice el mismo autor, para ver más de cerca el
espectáculo. Las mujeres llevaban unas faldas de seda azul, bordadas en plata,
y se adornaban la cabeza con cintas, y en los brazos desnudos unos brazaletes
negros muy anchos que hacían resaltar su blancura. Los hombres vestían un
pantalón corto blanco, muy ajustado, con medias de seda y grandes cordones, una
chaqueta suelta de lana roja muy fina adornada con dorados y en la cabeza una
redecilla como los españoles. Su Majestad sintió un gran placer al contemplar
este baile que es típico del país y muy antiguo; es un homenaje que se rinde
habitualmente a los grandes personajes. El Emperador se quedó en la ventana
hasta que la Pamperruque
se terminó y seguidamente envió a felicitar a los bailarines por su talento y a
dar las gracias a los habitantes de la ciudad que formaban una
muchedumbre".
Se produjo, sin embargo, un pequeño incidente que no relata el ayuda de
cámara del Emperador, y que M. de Castellane, prefecto de los Bajos Pirineos,
es el único en reseñar: En efecto se había pensado en ofrecer una Pamperruque
al Emperador y también, que se permitiría la entrada, con un atuendo
conveniente, al jardín, y se esperaba que hubiese mucha gente. El Emperador
recibió en su palacio a las bailarinas, pero al querer sus madres entrar dijo
que el sitio era demasiado justo; después hizo abrir las puertas y se fue.
Algunos días más tarde las danzas se repitieron ante la emperatriz Josefina; y
se ofreció brazaletes a las bailarinas y alfileres a los hombres de parte de Su
Majestad Imperial. Finalmente la
Pamperruque se danzó por última vez delante de la duquesa de
Berry. Y desde esta época la tradición se ha perdido por completo.
Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire
historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.
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