LA PASTORAL
La expresión teatral popular dramática más completa y desarrollada de la literatura vasca es la pastoral. Constituye, junto con el bersolarismo (payador vasco), la base de la literatura folklórica producida en Euskal Herria y presenta unos condicionantes históricos y geográficos que la hacen evolucionar a partir de la tradición teatral popular europea de los Misterios de la Edad Media y el Renacimiento, hasta las representaciones actuales en las que predominan temáticas históricas y biográficas principalmente vascas.
Los autores de las pastorales (adaptadores y directores de escena a la vez) eran los encargados de mantener la tradición del teatro folklórico. De oficios diversos (agricultores, zapateros, maestros, etc.), seguían una costumbre tomada de sus mayores y, como en el caso de los bersolaris, podemos encontrar varios en una misma familia. Se trataba de personas de cierto nivel cultural, pues sabían leer y escribir en épocas en las que la mayoría de la población era analfabeta. Georges Hérelle confeccionó una lista de unos setenta y cinco autores de los siglos XVIII, XIX y XX. Destacamos entre ellos a los más prolíficos: en el XVIII, Bernard Etchebarne de Sarrikota (Charritte), Agie de Atharratze (citado por Michel y Chaho) y Jean Mecol I de Garindañe. En el siglo XIX, Jean Mecol II, Jean-Pierre y Jean- Baptiste Saffores de Atharratze, Jakes Oihenarte de Uhart-Mixe, los Pée-Laborde de Arette y Jean-Pierre Héguiaphal I de Sohüta (Chéraute). En el XX, Jean Aguer de Atharratze, Pierre Salaber, Jean-Piene Héguiaphal II y Marcelin Héguiapahal.
Está claro que este género dramático folklórico no se ha podido mantener tal cual desde sus orígenes hasta hoy. Se ha dado pues una necesaria evolución que se puede notar, primeramente, en los temas elegidos para ser representados. Aunque las fechas de los libretos no lo confirmen, hemos de tener también en cuenta que se trata muchas veces de copias de otros manuscritos anteriores, y que los temas reincorporan en distintas épocas el repertorio. Txomin Peillen (Euskera, 1981) propone en este sentido cuatro hitos fundamentales: las obras correspondientes a los ciclos bíblicos y al hagiográfico (siglos XVI y XVII), las provenientes de la difusión de los libros de "colportage", principalmente las novelas o "romans" de aventuras (siglos XVII y XVIII), los temas de la historia de Francia (siglo XIX) y, finalmente, las representaciones de este siglo ("sujets" o temas vascos).
La estructura de la representación se basa en el desarrollo dramático del hilo argumental de la fuente narrativa dentro de un conjunto de elementos codificados:
La escena consiste en un simple tablado. Al fondo hay una mampara o cortina en la que se sitúan, según se mira hacia el público, la puerta de entrada (o literalmente "salida" a escena) de los cristianos a la derecha y la de los turcos a la izquierda. Esta última tiene encima un muñeco que representa al diablo y que se mueve cuando entran o actúan los turcos o satanes. Hubo, a veces, según se comprueba en las didascalias de algunos manuscritos, una tercera puerta en el centro, utilizada por los personajes representantes de mundo divino, ángeles principalmente, la cual parece que se ha vuelto necesaria en la pastoral moderna. Encima de dicha mampara se sitúa el lugar de los músicos. En algunos manuscritos hay constancia de la existencia de dos teatros, uno grande y otro pequeño o accesorio, en donde se representarían algunas partes secundarias de la obra. Este hecho refuerza la teoría de la simplificación progresiva de la escena, partiendo de la forma de representación de los Misterios medievales.
La música instrumental se reducía al salterio o tamburín, atabal y flauta suletina o xirula. Posteriormente se introdujeron otros instrumentos de viento. Su función fundamental estriba en marcar los momentos de transición de la acción guardando así la continuidad de la representación, además de acompañar la danza de los satanes e intercalarse en los coros. Éstos eran himnos religiosos por lo general, aunque a veces encontramos letras relacionadas con el tema en algunos manuscritos. En los prólogos y epílogos alternan las estrofas cantadas por el "prologeur" o "pheredikari".
El recitado del texto, una larga sucesión de cuartetos sin medida fija y rima irregular, se da en un tono salmodiado con dos melodías diferenciadas: la que utilizan la mayoría de los personajes y la correspondiente a los prólogos, epílogos y al coro de ángeles. La primera es sencilla y parece que su uso tenía una simple función nemotécnica. La segunda, con más variaciones tonales, se remonta al siglo XV según Henri Gavel. Georges Hérelle, por otra parte, compara el recitado de la pastoral con la versificación del Drama Litúrgico medieval, en donde sitúa su origen más probable. Es importante también la opinión de Manuel Lekuona en el sentido de que nos encontramos ante una síntesis de música, danza y poesía (las tres bellas artes "dinámicas"). En efecto, las estrofas son cantadas por los personajes dentro de un sistema codificado de movimientos que los diferencia: graves y solemnes los de los cristianos y rápidos y abigarrados los de los turcos. La conexión que establece con la función del coro en las tragedias de Sófocles es, no obstante, improbable.
Los personajes, aunque dependen directamente de la fuente elegida, están también codificados. Tradicionalmente fueron representados por varones, pero tenemos constancia de varias pastorales hechas solamente por mujeres desde fines del XIX y en las representaciones modernas actúan juntos. En general se puede afirmar que no representan caracteres individuales con una sicología o comportamiento definido. Están estereotipados al máximo en función del papel que han de jugar en la representación, según estén del lado de los cristianos o de los turcos. El hieratismo y la ausencia total de expresión de emociones serían sus características comunes más destacables. Los pertenecientes al mundo numénico son los ángeles, niños por lo general, los satanes (que tienen la función de divertir al espectador, ya sea danzando o participando en pequeños entreactos adjuntos a la acción con un lenguaje grotesco, siempre a las órdenes de su jefe Satán o Lucifer) y el mismo Dios que habla a veces tras la cortina y no aparece encarnado en ningún personaje. Los cristianos representan tradicionalmente a los personajes positivos de la obra adaptada.
La acción dramática está dirigida por el "errejent" o "pastoralier". Es, en la pastoral tradicional, el autor del cuaderno manuscrito o libreto además de lo que hoy llamaríamos director de escena. El primer paso a dar era la búsqueda de los actores, de dieciocho a treinta más o menos. Después venía la adaptación del texto original, es decir, la lectura del libro eligiendo las partes convenientes o dignas, a su parecer, de ser representadas. De esta forma llegaba a componer generalmente de mil a dos mil estrofas, la recitación de las cuales suponía una duración de siete u ocho horas. Al final componía el prólogo y el epílogo y comenzaban los ensayos. No existe en la representación tradicional ninguna división por escenas o actos ni se mantienen las tres unidades de tiempo, lugar y acción.
Por lo tanto, no es posible utilizar las reglas del teatro clásico a la hora de estudiar la pastoral. El prólogo, que venía a tener unas ochenta o cien estrofas, consistía en el saludo a los espectadores, presentación del tema, resumen del argumento y anuncio de la llegada de los actores.
En el epílogo se agradecía la atención del público, se pedían excusas por los errores cometidos, se citaba brevemente el argumento insistiendo en el mensaje moral de la obra y se acababa invitando a los espectadores a bailar. La representación en sí misma duraba, por lo general, toda la jornada, aunque, según aparece en algunos manuscritos, a veces podía alargarse dos días, en cuyo caso se añadían los prólogos y epílogos necesarios. El desarrollo de la obra, dependiendo siempre de la fuente elegida, se daba en función de una serie de episodios codificados, que podríamos enumerar de la manera siguiente: llegada de los actores, salidas a escena, batallas y satanerías (elementos que llegan a ser necesarios aunque no lo exija el argumento), victorias, derrotas, capturas, evasiones, condenas, desafíos y muertes. Además, habría que citar otros episodios paralitúrgicos que corroboran el mensaje moral de la pastoral: bautizos, matrimonios, conversiones, milagros, resurrecciones, etc.
Fuente: Euskomedia.Auñamendi
Aitor alava
0 comentarios:
Publicar un comentario