sábado, 20 de septiembre de 2014

La coreografia...



…..QUE NO CUAJÓ


Segundo de OLAETA , en la década de los 40 del siglo XX llega a Markina y Xemein, donde ya la danza de la espada no se realizaba, pero de la que quedaban suficientes testigos acerca de su ejecución como para probar a reinstaurarla. Tomando pues en consideración las informaciones recogidas oralmente de antiguos participantes u observadores se propuso volver a realizar la exhibición de la coreografía de la que no se tenía noticia desde hacia al menos un par de décadas. El resultado, propio de las influencias ideológicas de la época, fue el crear una nueva función, en la que los ezpata txin, aquéllos personajes que se enfrentan en duelo sin sangre con sus puñales, se identifican con las fuerzas del bien y del mal, y el maisu zaharra, aquél que es alzado sobre la rose, debe encarnar al propio general de las milicias celestiales.


Las razones de tales cambios, más que en el estudio de la idiosincrasia de las danzas del país, parecen asentarse en los símbolos derivados de la figura del general aludido, sobre todo en la versión legendaria que recorría el mundo fantástico vasco, y, más concretamente, derivados posiblemente de la novela de Navarro Villoslada titulada Amaya o los Vascos en el Siglo VIII; en ésta, un caballero feudal de nombre Teodosio, tras ciertos avatares que no van al caso pormenorizar, mata a sus propios padres, por lo que se ve obligado a cumplir una penitencia extrema cargado de cadenas hasta lograr el perdón divino. Llega así a la Sierra de Aralar (Nafarroa), donde encuentra una doncella que debe ser ofrecida en prenda a un dragón, al modo como se recoge en otras leyendas del país (Mondragón - Arrasate, etcétera). El caballero, entonces se encomienda al arcángel, que acude en su auxilio acabando con la bestia. Pues bien, OLAETA debió pensar, no sin cierta lógica, que el imaginario vasco y sus rituales debían correr parejos, y propuso vestir a un ezpata txin con distintivos celestiales (la cinta que cruza el pecho será azúl) y al otro como demoníaco (con cinta roja).


El duelo, entonces se torna cósmico, entre las fuerzas del Bien y las del Mal que debe ser derrotado, de manera que el enfrentamiento concluye con la muerte del ezpata txin maligno, para lo que toma parte el maisu zaharra, ahora vestido como guerrero romano, con casco y coraza, portando una espada ondulada (flamígera) y alas en recuerdo de su condición celeste, y que se lanza, junto con el representante de las fuerzas protectoras, sobre el Diablo. 

Encontramos así una nueva variante de la danza, de reciente creación y que no ha logrado cuajar suficientemente entre los pobladores de la anteiglesia, que ha vuelto a recuperar, dentro de lo posible, las antiguas formas.

Fuente: http://bizkaia.dantzak.com

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