viernes, 12 de septiembre de 2014

La religión en Euskal Herria



Mitos, creencias e identidad en el tiempo y en la tierra de los vascos

El fenómeno religioso como expresión de sentimientos y convicciones muy diversificados es observable hoy en múltiples manifestaciones que desde un punto de vista sociológico han sido explicadas como retorno de lo religioso (retour du religieux, religious revival) en una sociedad y cultura secularizadas y laicas. Tal vez una de las razones a la que se debe este resurgir de creencias pueda estar en la búsqueda de seguridad en medio de situaciones de incertidumbre. Sin embargo, el objetivo de este libro no consiste en ofrecer ese tipo de seguridades, sino más bien presenta la relatividad de la religión que cambia, evoluciona en el devenir de un pueblo como Euskal Herria y que, en determinadas y prolongadas épocas de nuestra prehistoria e historia, relaciona a sus gentes y refuerza mitos y creencias de formas diversas.

Partiendo de estos presupuestos y sin dar ninguna definición apriorística de la religión, intento describir cómo ha sido y es hoy su relación con la vida, con la trayectoria histórica, con la identidad de Euskal Herria; cuál ha sido, en definitiva, su incidencia en la tierra de los vascos. El resultado muestra, a mi entender, una amplia y compleja variedad y pluralidad.

El objeto o tema de este trabajo es, por tanto, la religión —no directamente el cristianismo (que es una forma de religión)— ofreciendo, como aportación original, una aproximación diacrónica de su evolución a lo largo de las diversas épocas de la historia de Euskal Herria.


Para ello me he servido de la metáfora del río religioso que atraviesa los territorios y es profundamente cambiante, según los terrenos que surca y los afluentes que penetran en su cauce. “Liburu ausarta” al entender de Paulo Agirrebaltzategi en su hitzostea (y estoy de acuerdo) ya que pretendo seguir su trayectoria a través del devenir de los siglos, navegando por sus aguas, mojándome en ellas por supuesto, procurando no naufragar en el empeño. A fin de evitar escollos y clásicas interpretaciones interesadas, he intentado ser crítico con las diversas formas de religión, especialmente con la más dominante en el tiempo y en el espacio: la cristiandad. 

En este largo recorrido religioso, donde se entremezclan corrientes unas veces tumultuosas, otras más tranquilas, siempre complejas y cargadas de sentidos muy divergentes, parto de la constatación de que los oscuros orígenes la religión e identidad de las gentes del Pueblo Vasco son profundamente míticos. Los mitos son el esfuerzo consciente más importante de la época prehistórica por la que nuestro pueblo comienza a adquirir conciencia identitaria. Constituyen un salto gigantesco en el tratamiento de la inteligencia para la humanidad a fin de comprender el cosmos y su convivencia social, como afirman J.M. Satrustegi y J.I. Hartsuaga. Desde ellos o a través de ellos expresan su cosmogonía, su visión específica del mundo, de la vida, de la muerte, del tiempo, su propia autocomprensión.


Estos mitos primitivos se relacionan, se religan (religión) en un paradigma sagrado donde, en el caso vasco, Ama Lur da sentido y vida a todas las cosas; personificada en Mari y simbolizada en la etxe y su etxekoandre, de ella provienen las míticas amandreak (abuelas) eguzki (sol) e illargi (luna). 


Dentro de esta religión animista, sus gentes viven, se identifican, se comunican, se relacionan en su territorio, en sus montañas, con la naturaleza, con la vida y con los muertos. En esa experiencia mítica se genera su lengua original, propia, identitaria y creativa ya que izena duen guztia, omen da (todo lo que tiene nombre existe). Ser vasco es ver el mundo de una manera determinada, cuya intuición más profunda es el vacío (huts) que el escultor vasco Jorge Oteiza plasmó en Arantzazu, núcleo expresivo de su experiencia espiritual y de su comprensión de la identidad vasca. 

Por tanto mitos, identidad y religión son los tres referentes antropológicos de Euskal Herria, cuya interrelación fue muy diferente en el discurrir del río religioso a través de los siglos. Cada periodo descubre en qué forma se vive esa relación profunda que va conformando a este pueblo en su espacio y en su historia. 

En una primera etapa de compleja aproximación se establece una honda coherencia desde la compresión mítico-sagrada animista, material, convivencial, íntimamente arraigada en su Ama Lur que atraviesan pueblos diversos, a cuyos mitos es permeable y algunos de ellos asume (Jainkoa). Sin pretensiones conquistadoras ni invasoras, los vascos viven en su tierra y asimilan también técnicas avanzadas, por ejemplo de la civilización romana, pero mantienen su idiosincrasia identitaria. 

En una segunda etapa, con la penetración en su río religioso de poderosos afluentes invasores que amenazan su identidad y costumbres, se rebelan contra visigodos, castellanos y españoles quienes, valiéndose de la religión de la cristiandad, conquistan su territorio. El mito del kixmi y basajaunak expresa ese conflicto de modelos de vida y convivencia verticales, jerárquicas, dominantes, frente a un pueblo que vivía relaciones de igualdad, participación, horizontalidad en su tierra compartida. Durante la vigencia del llamado ‘estado vasco’ (T. Urzainqui), con los reyes navarros, se mantiene la identidad política, aun dentro de la cristiandad. Pero con la invasión castellana y española, corroborada con bulas papales, se pretende invadir el río vasco, sus mitos y la identidad de sus gentes. La inquisición fue la cruel agresión político-religiosa para lograrlo. Con el franquismo, en el nacionalcatolicismo, alcanzó su paroxismo más extremo, por supuesto sin lograr anular el sentido y conciencia de pueblo que, entre otras formas de resistencia, se expresaba en su literatura, lengua, religiosidad, a pesar de la intensa represión. En aquel duro periodo, el río religioso de aguas contaminadas ocultaba en su cauce las profundas corrientes y sedimentos de una conciencia e identidad que afloraban en múltiples formas literarias y resistencias acalladas.

En la época reciente desembocamos en lo que denomino delta de la secularidad, donde lo religioso es una dimensión relativa en nuestra sociedad plural. Con una doble constatación. Euskal Herria no es ya un tierra empapada por la religión, menos aún en sus referencias identitarias (como lo fue en otras épocas). Sin embargo, la referencia religiosa no ha desaparecido. Se ha trasformado y ha adquirido formas, expresiones, compromisos nuevos y liberadores; también, por supuesto, recalcitrantes y conservadores. Pero, como concluye Paulo Agirrebaltzategi, “...ez ‘Euskaldun fededun’, ez ‘Jainkoa eta Lege Zaharra’ dira Eliz eta erlijio eredu horren goiburu, ‘Jainkoa eta pobreak’ (=zapalduak, baztertuak) baino”. 

 
El río religioso que este trabajo presenta en su complejo recorrido y cauces continúa fluyendo por nuestra Ama Lur. Ahora de maneras diversas y plurales, incluso contradictorias. Los mitos básicos subsisten en su lengua, en su territorio, en su conciencia, en su tierra, alimentando con sus aguas la libertad, la justicia y la paz en Euskal Herria. Por ello mi libro desemboca en el deseo e intención de una auténtica religión en la que podemos dialogar y colaborar en un mundo secular, laico y plural creyentes y no creyentes en la común afirmación y realización de nuestra identidad vasca.

 Félix PLACER UGARTE


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