sábado, 26 de abril de 2014

LA ALBOKA

LA ALBOKA y los ALBOKARIS


Manu GOJENOLA ONAINDIA
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA

  
La información de la que dispongo sobre la alboka hace referencia a los años transcurridos desde finales del siglo XIX, época en que la alboka tradicional empezaba a decaer. Debido a la aparición del acordeón, por una parte, y a la llegada del siglo XX, por otra, la alboka se quedó arrinconada. Sin lugar a dudas, había conocido mejores épocas.


 La alboka se tocaba en las inmediaciones del macizo del Gorbea; en el valle vizcaíno de Arratia y su entorno, así como en varias localidades de las laderas alavesas del Gorbea. También a ambos lados de Aizgorri. Anteriormente, en Aralar, Urbasa y Pagoeta.

La alboka es un instrumento musical aerófono, perteneciente al grupo de instrumentos que producen el sonido gracias a la vibración de la lengüeta -o parte vibradora de la fita o boquilla-, que puede ser de tipo simple o doble. La alboka forma parte del grupo de los instrumentos de lengüeta simple, como el clarinete –un instrumento de lengüeta doble sería, por ejemplo, el oboe, al igual que la dulzaina-. Al tener un par de fitas y tubos, se le considera como un clarinete doble.

Alboka
Alboka.

El repertorio tradicional que ha llegado hasta nuestros días se compone esencialmente de tres piezas: jota, porrusalda y marcha. Conocemos también alguna que otra composición de canto o de baile, como por ejemplo el puntepio. La escala de la alboka es muy corta, por lo que no se puede interpretar cualquier tipo de melodía. Este motivo es, probablemente, una de las posibles causas por las que este instrumento no se ha extendido más.

En las romerías, el albokari solía estar, por lo general, acompañado de una persona que tocaba el pandero y que además cantaba coplas. En el Goiherri, dos de los albokaris Gorrotxategi tocaban sin pandereta, de modo que uno de ellos dejaba de tocar la alboka para así poder cantar las coplas en el intervalo correspondiente. Las romerías podían ser de muy diversa índole: algunas se celebraban en los alrededores de una ermita o en un prado; otras, en el caserío al finalizar los trabajos vecinales y para celebrar bodas y festejos, y las que se celebraban en las tabernas, etc. Los albokaris también solían actuar en plazas, aunque con menos frecuencia.

Las albokas eran atemperadas; es decir, no estaban afinadas en función de unas medidas estándar. Por tal motivo, eran raras las ocasiones en que dos o más albokas se tocaban conjuntamente, aunque se podía dar el caso. De todos modos, no tenían ningún problema para hacerse acompañar por el pandero




Los albokaris tradicionales eran baserritarras o pastores. Vivían en caseríos y tocaban la alboka mientras cuidaban a las ovejas, cabras o vacas, tal y como se lo había enseñado, a la edad de 12 ó 13 años, algún conocido del entorno o, de vez en cuando, incluso algún familiar. La alboka la hacían ellos mismos, valiéndose de los materiales que les proporcionaba la naturaleza (cuernos, cañas, madera o cera). Primero aprendían a respirar en sentido circular, y, a continuación, la digitación, empezando por las piezas más fáciles, hasta llegar a las más difíciles. Sobra decir que no sabían nada de solfeo. La mayoría sólo sabía tocar la alboka, aunque había quien dominaba también el pandero, y, alguno que otro, también la dulzaina.

Con la llegada del siglo XX, vinieron también los cambios. La aparición del acordeón no hizo sino aumentar la competencia entre los músicos. Y si hasta ese momento la pugna se mantenía esencialmente con la dulzaina y el pandero –los tambolinteros o txistularis tenían otro nivel social y, en ocasiones, también jurídico-, el acordeón alteró la situación por completo. En lo que al trabajo diario de los albokaris se refiere, algunos dejaron del todo o en parte las tareas del caserío para entrar a trabajar en los sectores de la industria y de los servicios.

El acordeón diatónico se convirtió en el rey de las romerías, tanto por su nuevo repertorio, como por animar el antiguo cancionero. Con el tiempo, las orquestinas y altavoces irían reemplazando a los demás instrumentos y músicos, y más tarde llegarían los grupos de “verbena” y de rock’n roll.

En cuanto a las investigaciones sobre la alboka que se han realizado, además de las obras de AranzadiAzkue y Larrea, cabe destacar el importante artículo de García Matos, La alboka vasca (1956); los tres libros de Mariano Barrenetxea, y de ellos, el que será de gran importancia para la alboka, Alboka, entorno folklórico (1976); el libro Soinutresnak euskal herri musikan (1996) y el CD-RomEuskal Herriko soinu-tresnak (1999) de Beltran, y dos artículos de Ibon Koteron:Alboka (2000) y Digitación y escala de la alboka (2002). Por último, el libroAlbokaren alde batzuk, de Manu Gojenola (2004). Anthony Baines publicó en Inglaterra un libro de gran profundidad: Bagpipes (1960).

Respecto al instrumento en sí, a subrayar la aportación de Juan Mari Beltran: ha temperado la alboka [A=440Hz], es decir, ha facilitado un tono con el que poder tocar la alboka junto con otros instrumentos musicales; la introducción de nuevos materiales (madera -boj o granadillo- en lugar de los tubos de caña; y plástico y fibra de vidrio en vez de las fitas de caña), y ha proporcionado una escala más larga, que se conoce como alboka sol-sol. Junto a él, merecen una mención especial los fabricantes de albokas Osses, Gastiain, Telleria, Mundi, Kanpo y Atxa.




 Los albokaris tradicionales
Anbrosio Gorostiaga, “Anbros” (1867-1926), natural de Igorre. El principal albokari de mediados del siglo XIX y del XX, que influyó notablemente en los demás albokaris. El doctor Trebitsch le realizó una grabación en 1913. En el año 1897, el zeanuritarra Jose Iturbe ganó un concurso de albokaris en Areatza.

Albokaris de Zeanuri.
Albokaris en Zeanuri.

Los albokaris más influyentes del siglo XX han sido, después de “Anbros”, Migel Larrinaga “Txuskoa” (1881-1921), natural de Dima, y Graziano Lekue “Txisperue” (1882-1945), de Zeberio. Ambos impulsaron tendencias. Junto con los ya citados, cabe destacar entre los albokaris de la primera mitad del siglo XX a Alejo Gurtubai “Barberue” (Galdakao), Alejo Etxezarraga (Dima), Jose Mari Bilbao (Artea), Inazio Uribarri “Andaluze” (Dima/Zaratamo), Manu Barandika (Bedia), Bernardino Zautua (Igorre), Juan Kruz Valle (Galdakao)... Posteriormente, en la generación siguiente, y entre otros:

Jose Amundarain, “Muñegi”, (1895-1969), pastor de Zeanuri, buen albokari, de larga trayectoria. Participó en el Congreso de Eusko Ikaskuntza/Sociedad de Estudios Vascos celebrado en Bergara en 1930. Contó entre sus alumnos con los zeanuritarras Emilio Sagarna y Andoni Goikoetxea, que tocaban juntos. Fueron los primeros albokaris de ámbito urbano.

Ildefonso “Pontxo” Orue (1902-1980), de Lemoa, vivía en un caserío, compartiendo sus labores con la fabricación de ladrillos. Su padre le enseñó a tocar la alboka. Tocó en muchas romerías, antes de la guerra, siendo acompañado al pandero por un primo. Tras la guerra, sólo tocaba en casa, por motivos políticos. Su único hermano, Mateo, tocaba algo la alboka. Pontxo era primo segundo del albokari Eujenio Etxebarria.

Tiburtzio Elezkano (1906-1958), natural de Igorre. Sobrino y alumno deAndaluze, y hermano de Txilibrin. Uno de los mejores albokaris que haya existido jamás. Entre los seis hermanos, había dantzaris, albokaris, dulzaineros y pandereteros.

Benito Iragorri (1906-1973), nacido en Lemoa y residente en Galdakao. Habilidoso albokari. Tocaba también la dulzaina. Excelente fabricante de albokas y de dulzainas de madera. Tuvo entre sus hermanos a albokaris y dulzaineros. Aprendió a tocar la alboka por sí solo.


Silbestre Elezkano, Txilibrin (1912-2003), natural de Igorre y residente en Bilbao. Personaje del mundo folklórico. Extraordinario dantzari, albokari, panderetero, coplero y fabricante de albokas. Grabó seis discos tocando la alboka, e incluso aparece en dos películas. Recorrió diversos países bailando y tocando la alboka. Defensor de la renovación de la alboka, además de mantener el repertorio tradicional, lógicamente. En una ocasión, me dijo: “hay muchas melodías de aquí, pero no las tocaba nadie [con la alboka], siempre con jotas, porrusaldas y marchas; lo que ahora se debe tocar [además] son cansiones de euskalherria”.


Leon Bilbao (1916-1990). Natural de Artea, hijo y alumno de Jose Mari. Habilidoso albokari y fabricante de albokas. Tocaba una música variada e imitaba estupendamente a cualquier albokari. Participó en seis discos tocando la alboka. Acompañado por la panderetera Maurizia Aldaiturriaga, anduvo por toda Euskal Herria. Tuvo muchos alumnos, y era partidario de animar a los jóvenes.

Juan Otxandio (1927-2000). Galdakaotarra afincado en Larrabetzu. Trabajaba de chófer. Alumno de Barberue. El más joven de los albokaris tradicionales, que tuvo ocasión de conocer no sólo a los de su generación, sino también a los anteriores, debido a que, al ser tan joven, no le llevaron a la guerra. Tenía una brillante memoria y me facilitó mucha información.

Eujenio Etxebarria (1920). Natural de Dima, afincado en Arrigorriaga. El último albokari tradicional y fabricante de albokas al estilo artesanal. Alumno de Jose Mari Bilbao y Leon Artabe. Antes de la guerra, tocaba en las romerías. En 1971 empezó a actuar de nuevo, y recorrió numerosos municipios de Bizkaia, Gipuzkoa y Lapurdi. En la actualidad, sigue fabricando y tocando la alboka.

Encuentro de albokaris en Hernani, 26-09-2004. En el centro Eujenio Etxebarria, albokari tradicional. (Foto: H M T Txokoa)
Encuentro de albokaris en Hernani, 26-09-2004. En el centro Eujenio Etxebarria, albokari tradicional. (Foto: H M T Txokoa).

Txilibrin y Leon Bilbao pueden considerarse como los albokaris clásicos, los que quedarán para la posteridad. Ello es debido a que eran muy buenos, actuaron muchísimas veces ante el público, vendieron gran cantidad de albokas y grabaron varios discos. Por citar a otros albokaris de su generación: Antonio Aiesta Jitano, Benito Elezkano...

Los nuevos albokaris

Mariano Barrenetxea (1938), natural de Galdakao. Además de albokari, profesor y fabricante de albokas, es también uno de los principales investigadores del instrumento. Ha tocado la alboka en el extranjero, e incluso obtuvo un premio en Gales. A él le debemos agradecer el haber recuperado la alboka, el haberlo rescatado del olvido, gracias a sus textos y a su empeño en promocionarlo. Ha escrito tres libros y numerosos artículos en torno al instrumento. También ha pronunciado conferencias. En 1967 y 1968 organizó reuniones de albokaris. 



  
Es una figura fundamental en el mundo de la alboka.

Juan Mari Beltran (1947), de Etxarri Aranaz y vecino de San Sebastián. Especialista en organología y docto en folklore y música. Investigador, escritor y profesor. Multi-instrumentista. Albokari, compositor de música para alboka, fabricante de albokas, y creador de la Alboka sol3-sol4, alargando la escala. Ha desarrollado las melodías y el estilo de música que tocaban los últimos albokaris de Gipuzkoa, Migel Gorrotxategi, y sus hijos Antonio y Patxi, que eran de Zegama.




Ibon Koteron (1967), de Bilbao. Albokari que ha revolucionado los aires del instrumento, abriéndole puertas inimaginables y brindándole nuevas oportunidades. Por una parte, ha compuesto nuevas piezas muy atractivas, y, por otra, toca baladas y canciones tradicionales -que, al menos en el siglo XX, no se solían tocar con la alboka, que sepamos- además de las piezas tradicionales. Profesor de alboka que ha creado varias escuelas y formado a multitud de albokaris.
Respecto a los nuevos, por citar a algunos de cualquier procedencia y edad, cabe nombrar a Coppi, Kepa Pérez Urraza, Joserra Fernández, Elena Bezanilla, Julen Begoña, Fede de Dios, Karlos Subijana, Josu Salbide, Aitor Gorostiza, Mixel Ducau, Alan Griffin, Alberto Marcos, Alberto García, Iker Díez, Oskar Angulo, Aitor Larrañaga, Andoni Vecchio, Igor Goikoetxea “Ondarru”, Asier Balentzia, Xabi Valle, Jone Iurrebaso, Ageda Kamiruaga... Hoy en día, la alboka se toca en grupos de baile y en conciertos de folk y rock. También en pasacalles.



La situación de libertad, el hecho de que los músicos que manejan otros instrumentos hayan empezado a tocar la alboka, la creación de una red de enseñanza, la recuperación de viejas canciones y la creación de nuevas piezas, ha traído nuevo aliento a la alboka.

La alboka es, todavía, poco conocida. Hay que subrayar que los albokaris han tenido un gran valor al moverse en ambientes de minorías, aguantando por sobrevivir. La alboka ha llegado al siglo XXI con nuevas fuerzas.

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