viernes, 25 de abril de 2014

TRIKITIXA


EL FUELLE DEL INFIERNO



La palabra "trikitixa" tiene varias acepciones. En un sentido general entendemos por trikitixa una agrupación musical formada hoy por dos intérpretes: el "soinujole" o acordeonista y el "panderojole". Trikitixa es, también, una de las cuatro composiciones clásicas que interpreta el grupo. Así, en el Campeonato se indica que las piezas a interpretar son "Trikitixa I, Trikitixa II (porrusalda), tandangoa eta arin-arin". Finalmente se entiende por trikitixa el baile que se realiza a los sones de ambos instrumentos. "Trikitixa" deriva de "triki-triki" y es un término onomatopéyico, que describe al pronunciarlo el sonido de la pandereta al golpearlo con los dedos. La trikitixa sería, pues, anterior a la introducción del acordeón diatónico en Euskal Herria. El pandero acompañaba entonces a instrumentos ya existentes como la alboka, el txistu, la dulzaina y la txirula.

Con la invención de la "mecánica de los bajos", ocurrida a finales del siglo pasado, el acordeón diatónico adquirió mayor prestigio gracias al aumento de las prestaciones musicales y a la menor dificultad de ejecución. Aquella mecánica nueva permitió la formación de los acordes mayores, menores, de séptima dominante y de séptima disminuida. En cuanto al tipo de acordeón -el de tamaño pequeño- se le conoce con el nombre de "soinua" o "soinu txikia", ya que es el instrumento que introduce la melodía. "Hauspoa", o fuelle, ya no se usa. "Akordeoia" se emplea, por lo general, para referirse al acordeón grande. Quien se refiere al acordeón pequeño, o diatónico, como trikitixa, equivoca los términos pues trikitixa es el grupo de soinu y pandero. La trikitixa es, sin duda, la música popular más arraigada en Euskal Herria. Además, está vinculada casi exclusivamente a esa parte del pueblo vasco que vive en euskera y mantiene con más intensidad las tradiciones y costumbres de nuestros antepasados.


Cuando nos sorprende el ritmo de un ariñ-ariñ a través de la ventana de una vivienda o en la cassette de un automóvil, con toda seguridad que quien lo está escuchando es vasco parlante. Sin embargo, el instrumento clave de la trikitixa -el acordeón diatónico- no es autóctono y ni siquiera tiene una larga tradición en el País. Fue introducido desde las regiones alpinas, de Francia y especialmente de Italia, por los trabajadores contratados en 1860 para la construcción del ferrocarril del Norte en el tramo de Beasain a Olazagutia. La intrincada geografía de esa zona precisaba de técnicas nuevas y personal especializado en la construcción de túneles y terraplenes. Ambas cosas se localizaban en los Alpes, donde, entre 1850 y 1860, se habían construido numerosos ferrocarriles de montaña.

Los contratistas franceses desplazaron con contratos de uno a tres años a más de un millar de aquellos trabajadores hasta los campamentos situados en Beasain, Zumarraga, Ormaiztegi, Brinkola, Oñati, Idiazabal, etc. Aquellos campesinos valdostanos y piamonteses trajeron consigo su instrumento favorito, que era la "fisarmónica" o "acordeón diatónico". El acordeón diatónico arraigó enseguida en el interior del País Vasco. No podían compararse la riqueza de matices y el bullicio armónico de este instrumento con los del txistu y la alboka. El mundo rural lo eligió para el gran momento festivo, que eran, entonces, las romerías. El "soinu txikia" se fue extendiendo por todo el País, al principio lentamente por la dificultad de las comunicaciones. Las nuevas líneas férreas, construidas en Bizkaia y Gipuzkoa a finales de siglo, ayudaron a su difusión. Aceptado por el pueblo el "soinu txikia" fue, sin embargo, boicoteado por los alcaldes y el clero. Las romerías a las ermitas con ocasión de la fiesta del santo o la Virgen, eran el pretexto para un día de jolgorio. Prácticamente constituían, para el mundo rural, la única ocasión de reunirse. Los asistentes, venidos de todos los pueblos y caseríos próximos, con la bebida y el baile se liberaban de prejuicios.


La música del "soinu", el "inpernuko auspoa", "echaba a las mujeres a los brazos de los hombres", como decían los sermones de la época. No es extraño el rechazo de la iglesia al nuevo instrumento. Además el "soinu", con su música vibrante, se acomodaba muy bien a las danzas del País resueltas con brincos y saltos y de ritmo muy vivo. En sus 125 años de vida en Euskal Herria la trikitixa ha evolucionado profundamente. Poco se parecen aquellas primeras "fisarmónicas" rudimentarias a los sofisticados instrumentos que hoy se fabrican en Castelfidardo (Italia). También cambiaron los ritmos. Pero no nos equivoquemos pensando que el primitivo "soinujole" interpretaba sólo música del País. Desde el principio incorporaba a su repertorio aquellos aires que llegaban de fuera y que tanto gustaban al público: valses, mazurcas, tangos, boleros, etc. Ha habido otros cambios. En la trikitixa antigua a menudo la mujer tocaba el pandero. Había dos "panderojoles" y un "soinu", o varios intérpretes de acordeón y pandero formaban la trikitixa. Hoy no importa el sexo y hombre o mujer tocan indistintamente ambos instrumentos. En ocasiones se incorpora instrumental moderno electrónico: baterías, piano, guitarras... y se interpreta todo tipo de músicas.

 Erromeri Eguna Errenterian

También se ha transformado el público y el ambiente. Las romerías llevan camino de desaparecer. Cada vez hay menos. En cambio todos los programas de las múltiples fiestas que se organizan en Euskal Herria incorporan la trikitixa. Unas veces como kalejira a primeras horas de la mañana; otras como exhibición sobre el tablado de la plaza. Cualquier celebración es también buena: despedidas, bodas, homenajes o cenas de amigos. El soiñu txikia y el pandero contribuyen a la alegría de la fiesta. La trikitixa y su música han experimentado un desarrollo espectacular en los últimos veinte años. Varias razones lo explican, En primer lugar, los concursos, que ponen en lucha, delante del público, a los mejores. En la idiosincrasia del pueblo vasco está profundamente arraigada esta noción de competencia. De ella arranca la riqueza y la penetración de nuestros deportes autóctonos, La competencia creada en las "txapelketak" ha conseguido también impulsar la trikitixa. Los discos y cintas editados, muchos de ellos con ocasión de los concursos, así como las emisiones de radio, han extendido la audiencia de la trikitixa de forma importante. Y finalmente, las escuelas, donde, en estos momentos. un millar de jóvenes aprenden la técnica del "soinu txikia".

La trikitixa es, sin duda, la música vasca por excelencia. nuestro ritmo más querido. Ningún coro en el inundo es capaz de congregar, como sucede en Euskal Herria, a seis mil personas para asistir a un campeonato en el que faltan las grandes figuras (que no se atreven a competir). Un público, además, que debe pagar entrada para acceder al recinto donde se celebra el Campeonato. El pueblo vasco escogió la trikitixa como su música más querida, y así la sigue considerando hoy.

                                                                                   Rafael Franco Agirre


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