DEJARON HUELLA
Ucelay realizó Danzas Suletinas en 1955 -
56, es decir, cinco años después de la apertura de la Academia y casi
seis desde su regreso del exilio en Inglaterra mientras ilustraba la
Guía del País Vasco de Baroja, momento en que percibe las posibilidades
que ofrece un grupo de dantzaris de Zuberoa. La mascarada suletina se
restringe en la representación de Ucelay a los cinco personajes más
importantes y fastuosos. En primer plano aparece descansando uno de los
grupos de los que se compone la danza, con toda una serie de objetos,
cesta, pan, albota, salterio vasco, el vaso de vino de la
godalet-dantza, en presencia de una mujer y un perro que los cuidan.
Detrás de ellos, el otro grupo baila mientras diversos personajes los
contemplan.
Con la representación del cuadro,
Ucelay ha fijado para la historia esta danza. De izquierda a derecha,
aparecen los siguientes personajes:
-- el enseñaria o drapeau, individuo que lleva la bandera y la hace flamear durante el baile e introduce la comparsa.
-- el gathusain, con un instrumento como una tijera de madera o pantógrafo.
-- el txerrero, que lleva un palo con una cola de caballo.
-- la cantinera, un hombre vestido de mujer, como una buhaumesa o cantinera francesa del XIX.
-- el zamalzain, el personaje más espectacular de la danza, que lleva en la cintura una especie de caballo.
En primer plano, los instrumentos
musicales: el acordeón, la alboka, el txun-txun y la txirula, esos dos
últimos típicos de este baile y, en general, de la zona vasco-francesa.
Asimismo, un vaso de vino para la godaletdantza o danza del vaso.
El cuadro se cierra con un paisaje
de montes abombado, con el que juegan rítmicamente las nubes, como
cerrando la representación en curva, frente a las líneas rectas y
paralelas del primer plano del cuadro, como el banco en el que se
sientan los personajes. Al fondo, la iglesia de Gotein, con campanario
de tipo calvario.
Este óleo de gran calidad pictórica
tiene una perfecta relación tonal en el nivel cromático, el ritmo
arabesco de la línea, y es exponente de la permanente preocupación de
Ucelay por la luz, además de un vivo ejemplo de la lenta y cuidadosa
terminación de sus cuadros. Ucelay siempre ha discurrido por una
experiencia pictórica (cromática y narrativa) poco común: el retrato sin
final de este grupo que se pierde en la lejanía y la metafísica de los
objetos y del aire.
Los cuadros de Ucelay, como los
ballets de Olaeta, se escapan, sin embargo, del folklorismo propio de la
pintura vasca. Flores Kaperotxipi puede ser el mejor exponente de esa
crítica que se hizo a Ucelay de no ser un pintor vasco porque no pintaba
aldeanos de calendario o tipos populacheros:
“sus vascos parecen aristócratas
ingleses vestidos de aldeanos del País Vasco; a ellas las retrata como a
duquesitas de Alba”.
Quien certeramente interpretó el “vasquismo” de
Ucelay, la representación del mundo que rodea al pintor, fue el poeta y
diplomático Ramón de Basterra, cuando señaló que Ucelay era “la
liberación de la etnografía”. Del mismo modo, Víctor Olaeta representó
también la liberación de la etnografía con sus coreografías originales.
Los Olaeta
vivieron desde sus comienzos inmersos en el mundo artístico. Las
correspondencia con músicos de la talla de Guridi, el Padre Donosti,
Arambarri y Solozabal; el contacto directo con pintores como José María
Ucelay o Antonio de Guezala; los libretos de Manuel de la Sota; la
escenografía de su sobrino Eduardo de la Sota; los diseños de Uranga y
Esquibel; las fotografías de Maura y Lara...
Curiosidades como la presentación de
los Ballets Olaeta por Humprey Bogart y Lauren Bacall durante el
crucero en uno de sus viajes a América o su relación con los actores de
West Side Story en la tercera gira norteamericana aderezan sus sólidas
relaciones con el mundo de la danza, como la que mantuvieron con el
coreógrafo Roland Petit o con Igor Moseiev, quién llegó a inspirarse en
pasos de los bailes vascos para los Ballets Rusos, tras ver actuar en
privado a los Ballets Olaeta. Nureyev y Margot Fontaine ensayaban
diariamente en la Academia durante su gira de 1968.
Este espíritu continúa hoy, y en la
difusión del legado de los Ballets Olaeta tenemos el honor de contar con
artistas e intelectuales de la talla de Néstor Basterretxea, Pedro
Olea, José Ibarrola, Kosme de Barañano o José Antonio Arana Martija,
entre otros.
En marzo de 2008 la Familia Olaeta decide
donar su legado cultural a la Diputación Foral de Bizkaia, con el fin
de conservar y difundir su enorme riqueza cultural, acumulada a lo largo
de 80 años de actividad. El legado será aceptado por la Diputación en
un acto simbólico, solemne y emotivo celebrado en el Palacio Foral el 11
de diciembre de ese mismo año, en el transcurso del cual el director de
la Filmoteca Vasca aportó la sorpresa de una película muda de 1937 en
la que los Olaeta aparecen bailando de niños en Francia. Estos niños, ya
ancianos, pusieron improvisadamente música a los bailes, cantando a
voces mientras veían, por primera vez, las antiguas imágenes. http://www.bizkaia.net/Home2/Archivos/DPTO4/Temas/guia_docentes.pdf?idioma=CA
La academia
de los Ballets Olaeta abre sus puertas en 1948 en la calle Santamaría y
dos años después, en 1950, se traslada a su ubicación definitiva en la
calle Ercilla número 11, donde permanece activa hasta el año 2007, fecha del falecimiento de Víctor Olaeta.
Su piano acompañando las clases, su
educación basada en el respeto y el amor a la cultura vasca, la música y
el baile, y la famosa “sonrisa Olaeta” (siempre el gesto sonriente en
medio del esfuerzo) atraerán durante décadas a más de 10.000 alumnos.
Niños, jóvenes y adultos de tres generaciones han disfrutado en pleno
corazón bilbaíno de esta receta casera de suculenta cultura.
Lourdes, Lide y Miren Tere Olaeta
acompañarán a Víctor como profesoras de la Academia, junto con alumnas
aventajadas como Begoña Aldámiz-Echevarría, que permanece en nuestro
recuerdo. La tercera generación tendrá en Lide Maguregi Olaeta su
profesora durante los últimos años.
Plataforma y encuentro de artistas y
aficionados, la Academia fue también la sede de la edición, durante los
años 1958 y 1959, de la revista Oinka.
El
origen de los Ballets data de 1927, cuando Segundo Olaeta crea el
Elai-Alai en Gernika. Las “alegres golondrinas” serán el primer grupo de
danza vasca. De Gernika pasan a Francia, donde crearán el grupo Oldarra
y sus actuaciones van adquiriendo mayor profesionalidad, hasta que en
1949 se crea el grupo “Ballets Olaeta”, que actuará por primera vez en
el Liceo Guerniqués, luego en el Teatro Lope de Vega de Madrid y a
continuación… seguirán 60 años de actuaciones por todo el mundo.
Podemos
ver los argumentos y las músicas de los grandes ballets, como apunta el
canon de George Balanchine: Coppelia; El lago de los cisnes; Las
Sílfides … Colaborador habitual de la ABAO, sus ballets participan en
grandes óperas como El pescador de perlas, Lucrezia Borgia y La
Gioconda, entre otros.
Entrelazando, enriqueciendo el folklore vasco y el ballet clásico, los Ballets Olaeta innovan. Y así crean el Ballet Vasco.
Segundo Olaeta recupera el aurresku de anteiglesia y las “ereglak” y crea el zortziko de San Miguel de
Arretxinaga, su música y su coreografía. Su sucesor natural, Víctor
Olaeta, que respira desde su infancia el folklore e incorpora su
conocimiento de la Escuela Académica de París, Londres y Nueva York y
una sólida formación musical, estaba preparado para lanzarse a la
creación del Ballet Vasco. De entre las creaciones coreográficas de
Víctor Olaeta destacan “Oinkarin,” con música de Guridi; “Las Cuatro
Estaciones,” basada en la partitura de José Franco, y
“Urbeltzeko Laminak,” del Padre Donosti.
El origen...
Luis
XIV de Francia, el rey Sol, crea en 1661 L’Académie Royale de Danse.
Esta primera formación académica de Ballet de la historia de Europa está
formada, entre otros, por 16 dantzaris vascos que el rey había visto
actuar en su boda, el año anterior, en San Juan de Luz. Nace el Ballet
Clásico con las cinco posiciones de Beauchamps y la música de Lully en
la corte francesa, estilizado y refinado, inspirado en los modos y
maneras de la Italia de los Medici.
Esta es
la primera ocasión en que las figuras de la danza vasca hacen su
aportación al ballet internacional. De este hecho deriva que entre los
pasos del Ballet Clásico aparezcan:
Pas de Basque: paso en el que se hace un rond de jambe en redondo y luego se salta.
Saut Basque: un salto en el que el bailarín gira en el aire manteniendo un pie sobre la otra rodilla.
Muchos
años después, ya entrados en el siglo XX, Segundo Olaeta cierra ese
círculo: tras formar a sus propios hijos en el ballet clásico en París,
abre la primera academia de Ballet Vasco y Danzas Clásicas en 1950, en
la que aúna el folklore vasco, estilizándolo y armonizándolo, con el
Ballet Clásico. Sus giras por el mundo (Francia, Canadá y EE.UU.)
durante los años 50 y 60 y sus muchas actuaciones en los mejores teatros
y en la televisión serán testigos de su gran aportación.
Jone Goirizelaia
Jone Goirizelaia es una danzarina de excepción. Se ha formado en el
ballet vasco de Víctor Olaeta, la escuela de los escogidos. Ya
despuntaba en este rte cuando la conocía, hace 25 años. Ella estudiaba
el bachiller en el colegio de la Vera Cruz, de las Mercedarias (el
equivalente femenino, en Bilbao, del colegio de los Escolapios). El
tiempo no pasa en vano para nadie y ya aparecen en su rostro las
primeras señales de la devastación. Pero así, de lejos, tal como la
muestra el noticiario de la televisión autonómica, en este 19 de abril
de 1997, parece aún la linda adolescente de 1972. Y es hermoso ese
instante, quién lo duda. Baila Jone un aurresku, una danza de homenaje,
en medio de los jugosos prados de Mallabia. La gracia de sus movimientos
es sublime. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=BtqveXjqXmY#aid=P-x4dmEk8-0
Fuente: www.balletsolaeta.com
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