Mentalidad mágica y paganismo en los orígenes de nuestra brujería
Muchas y variadas son las explicaciones que ha
solido darse al fenómeno brujeril en el País Vasco. En este terreno hay para
todos los gustos, desde satanólogos, como Martín de Andosilla,
ingenuos nominalistas, como D.
Gregorio de Múgica, y sicópatas, como Pierre de Lancre, hasta
eruditos modernos, tales como Julio Caro Baroja y Florencio Idoate, tendentes a
la ponderación y sentido crítico. En cuanto a los orígenes, los autores más
curiosos son aquellos que buscan las primeras raíces en corrientes
"extravascas", es decir, ajenas al país. En el libro II del Paraninfo
celeste de Nuestra Señora de Aránzazu (1686), se atribuye la introducción
de las prácticas brujeriles a un brujo de la Guyena llamado Hendo, que habría iniciado a sus
seguidores en el culto demoníaco. Hendaya y el monte Indamendi llevarían su
nombre según esta tradición. "Muchos atribuyeron a los gitanos -dice
Menéndez Pelayo- la propagación de las prácticas ocultistas en Navarra por los
siglos XVI y XVII". Jerónimo de Alcalá, en el siglo XVII, en la obra Historia
de Alonso, mozo de muchos amos, nos presenta a los gitanos como seres
ambulantes que vivían de echar la buenaventura por las aldeas de Navarra. En la
parte continental del país fueron también llamados bohemiens, quienes
tuvieron que pagar las consecuencias de la cómoda costumbre -¡todavía bien
viva!- de achacar todos nuestros males a influencia ajena. Pero ésta no sería
más que una manera harto superficial de abordar el problema. El pensamiento
mágico es inherente a todos los pueblos en determinada fase de su historia
nacida en los albores de su desarrollo cultural. La naturaleza, hasta época
reciente, estaba bien lejos de convertirse en una diosa muda. Todos sus
componentes dialogaban con el hombre aterrorizado. En este contexto, la magia
aparece como un intento de conocimiento precientífico al margen de una sociedad
férreamente normalizada en todos los terrenos, tanto morales como científicos,
artísticos, económicos, etc., como reacción humana normal ante la difícil
conquista de la naturaleza, ante la impotencia por desvelar sus secretos, ante
la personificación de los poderes ocultos que se muestran, por la fuerza del
misterio, de lo indomeñable, hostiles al hombre. El cuadro se agravará en las
situaciones críticas: hambres, pestes, inundaciones... El hombre, sumido en la
indefensión, sólo puede enfrentarse a la adversidad a través de conjuros o por
medio de pacto con las divinidades. A su vez, el medium utilizado por
éstas, el ejecutor de los conjuros, será el mago, el hechicero,
un ser dotado de poderes sobrenaturales, temido y venerado a la vez, al que el
cristianismo triunfante colocará al margen de la ley. Dentro de esta tesitura,
cree Campión que las creencias y prácticas brujeriles del país, "son
restos de las antiguas (prácticas): de la agorería y de la demoniolatría, que
practicaban -según Lampridio- los antiguos vascones y continuaron practicando
hasta el siglo XII". (Como se ve, ni en pleno siglo XX se pierde la
antigua costumbre de llamar "demonio" al viejo dios pagano...).
Refiriéndose a la baja Edad Media, dice Lacarra, que "aunque existan
iglesias, parroquias y monasterios, nunca sabremos hasta qué punto éstas habían
ganado la fe de los campesinos, ni cómo éstos entendían la nueva fe, que es
otro problema interno y más delicado". "Por otra parte -agrega-, no
debe olvidarse que al no existir una religión pagana organizada, con una
jerarquía eclesiástica, con templos y demás, y sin testimonios escritos, su
paganismo tenía que manifestarse en supersticiones, creencias populares,
hechicería (Vasconia medieval, San Sebastián, 1957, pp. 66-67)".
Con el cristianismo, pues, durante mucho tiempo, el ejercicio mágico será una
actividad clandestina, pero tolerada.
La magia blanca -procedimiento que emplea la
causalidad natural para la obtención de fines sobrenaturales-, como práctica al
margen del mundo oficial, es reprimida, pero sólo pecuniariamente. Una
herbolera de Tudela, por ejemplo, acusada ante el alcaide del castillo de
Estella de haber "dado yerbas" a una mujer (1279), será sólo multada
por este hecho. Una judía de Viana, acusada de practicar sortilegios, recibirá
la misma sanción en 1300.
En términos generales podemos decir que las
prácticas de hechicería en Vasconia fueron perseguidas con benignidad por la Iglesia hasta que incidió
sobre ellas el factor demoniolátrico.
Esto ocurrió entre los siglos XIII y XIV al
resaltar la herejía maniquea cátaro-albigense la importancia del papel del Mal
en la vida del hombre. El impacto del ideario cátaro y las consecuencias de su
represión son sumamente importantes en Europa. Nace la temible Inquisición
(1229) como instrumento del Papado, en connivencia con el rey de Francia, para
combatir a los albigenses del Languedoc. A pesar de la oposición de los
obispos, franciscanos y dominicos -dependiendo únicamente de Roma- juzgarán a
los herejes, que serán entregados al brazo secular para ser pasto de las
llamas, al margen de los tribunales diocesanos. Esta institución se implanta en
Navarra en 1238. El Papa Gregorio IX encarga al dominico Pedro de Legaria la
organización de la
Inquisición navarra al tener lugar la reconciliación de
Teobaldo I con el Papado. Se nombran dos inquisidores, un dominico y un
franciscano. Pero esta misión -nos comunica amablemente el historiador navarro Goñi Gaztambide- tuvo un
carácter extraordinario, siendo sólo los tribunales civiles, y bastante más
tarde, los encargados de luchar contra la hechicería. Florencio Idoate aporta
cerca de una docena de casos documentados de caza a la herbolera o faytillera
-que es como se denomina a las brujas en los viejos papeles-, todos ellos de
los siglos XIV y XV, cuando la demoniolatría ha hecho ya irrupción en el campo
de la magia vasca. La
Baja Navarra o Ultrapuertos cuenta con varios casos tempranos
del uso de la terrible hoguera. En 1329, Arnaud Sanz de Acha, lugarteniente de
Labastide-Clairence, tiende una emboscada a Juana la leprosa, a la que se acusa
de nigromante y fabricante de filtros. Para ello se emplea a 17 hombres
armados. Ese mismo año, las autoridades erigen en la villa una hoguera en la
que perecen 5 mujeres: Juana la leprosa, Peyrona de Posac, Arnauda de Bose,
Dominica de Burban y Juana Fillola. En 1342 arden en Garris dos mujeres, una
vecina de Gabat y la señora de la casa de Aurteguia. En la castellanía de San
Juan de Pie de Puerto se celebran varios procesos. Jurdana de Irisarry, de
profesión herbolera, perece en la hoguera en 1330. Alamana de Méharin
es acusada de cometer sortilegios y enviada a Pamplona para ser juzgada por el
Consejo Real. En 1338 la hoguera fatídica da cuenta de una vecina de Lasse,
Condesa de Urritzaga, acusada de bruja. En 1334 muere de la misma forma Arnalda
de Leiza por haber asesinado a base de pócimas a Sancho de Aurraberatsa de
Isaba. La justicia "privada" dio cuenta a mediados del siglo XIV
(1349) de un tal Sanchuelo de Luesia, natural de Tudela, llamado Broxo.
Otra vez, en la Sexta
Merindad, en el castillo de Garris, vuelve a organizarse la
caza; Guillaume Arnaud de Ibharrart, acusado del asesinato de su sobrina
Peyrona, denuncia a sus cómplices agregando que tanto él como los denunciados
son brujos. En el ruinoso proceso (1370) son inculpados así Pes de Goiti y
Condesa de Beheti, ambos de Ilharre, como iniciadores del acusado. En este
proceso aparece un elemento nuevo, el licantropismo, que luego será un
ingrediente frecuente en las deposiciones de brujos y brujas. En la cuenca del
Bidasoa también se alza tempranamente la hoguera: Johan, llamado Hereder, es
prendido por los jurados de las Cinco Villas de la Montaña, al que
"diziendo ser fitillero" hacen perecer en el fuego (1429). En 1450 es
también condenada a muerte en el castillo benavarro de Garris una mujer acusada
de brujería por los 16 diputados del tribunal de Mixe, la cual, resignada,
relata sus prácticas de iniciación y las acciones a las que se había entregado.
Estos casos abren el período propiamente brujeril: ahora se acusa al mago de
rendir culto al demonio y obtener poderes sobrenaturales a
cambio del mismo (nigromancia).
¿Cómo acaece este paso de la magia blanca a la
negra, de la simple atribución de poderes ocultos hechiceriles al pacto
demoníaco, cómo se efectúa la metamorfosis del mago (azti) en brujo (sorgin)?
He aquí un problema clave en el estudio de la brujería vasca, al que bien merecería
que los especialistas dedicaran su atención.
Sabemos que desde los tiempos de San Amando, los
viejos dioses del culto pagano éuskaro eran identificados, por los autores
cristianos, como el demonio: Compadecido San Amando, del error en que
vivían (los vascos), empezó a trabajar para apartarles del servicio
del diablo, dice Baudemundo en su "In vila S. Adamandi".
Sus habitantes casi todos se hallaban entregados
a los cultos del demonio, refiere Hucbaldo en su "In vila Sanctae
Rictrudis". Dice Margaret Murray: "como ocurrió que, a los ojos de
los cristianos, todos los dioses no cristianos eran enemigos del suyo,
consideraron que las brujas adoraban al Enemigo de la Salvación, es decir, a
Satán". Así, Pierre de Lancre, dirá que "nuestros brujos tienen a
estos demonios por sus dioses..." La impronta albigense sobrevivirá muchos
años a la caída de Montsegur (1244) y al último Auto de Fe contra los
"puros" (Toulouse, 1319). Y, por curiosa paradoja, el maniqueísmo
cátaro- albigense es asimilado en gran parte por la Iglesia, triunfante sobre
la herejía. "Dios es la imagen del Bien, y el demonio es la del Mal. Surge
la demoniolatría con todos sus ritos y ceremonias, tantísimas veces descritos y
que han invadido los campos de la literatura y el arte desde antiguo, para
convertirse en tema de folklore más modernamente", observa Idoate en su
folleto de Temas de Cultura Popular (n.° 4). El dios-demonio concreto
de la mitología vasca pasa a ser perseguido -debido a imperativos históricos
que superan ampliamente el marco del país- con todos los rigores que la
extirpación del Mal, en sentido genérico, acarrea. El humilde y
campesino numen vascónico se va transformando poco a poco, a golpe de anatema,
en el perverso Satán que oficiará, desde su púlpito rocoso de Zugarramurdi u
otros similares, extrañas anti-misas, blasfemas y sofisticadas. ¿Cuál de las
deidades del Parnasillo vasco será la que vaya revistiendo estos diabólicos
caracteres? Al llegar a este punto no nos queda más remedio que revisar el
silvestre mito de Mari. Mari, en su concepción de Señora, es
el nombre más antiguo (también se le llama Dama o Damea) del principal numen
vascónico, al que están subordinados todos los demás, incluso su compañero
Sugaar. Mari protege a sus adeptos, generalmente contra los fenómenos
atmosféricos adversos, mediante oráculos y proezas. Suele aparecerse bajo la
forma de doncella, pero también en La de toro, caballo, serpiente, buitre,
carnero y macho cabrío. Esta última es una de las más frecuentes. El macho
cabrío negro, Akerbeltz,
es una de las manifestaciones zoomórficas de Mari, que ha
perdurado rodeada de mayor veneración, hasta nuestros días, entre nuestros
campesinos. Ello se debe a que "tiene facultades curativas e influencia
benéfica sobre los animales encomendados a su protección y custodia. Todo chivo
negro es considerado como símbolo suyo.
Por eso, en muchos casos, deseando impedir que su
ganado sea atacado por alguna enfermedad, crían (los campesinos) en el establo
un macho cabrío, que debe ser negro. Los adeptos de Mari la invocarán
en las cuevas, ya que "la morada ordinaria de Mari son las
regiones situadas en el interior de la Tierra". "Pero -agrega Barandiarán-
estas regiones comunican con la superficie terrestre por diversos conductos que
son cavernas y simas. Por eso, Mari hace sus apariciones en tales
lugares con más frecuencia que en otros (Barandiarán: artículo Mari de
esta Enciclopedia)". Un dato que no hay que olvidar es que dichas cuevas
comunican, en muchas leyendas, con cocinas de caseríos; por estos pasillos
circulan diversos númenes y almas de los antepasados aun mucho después de haber
sido santificadas con ermitas (sierra de Toloño, Albaina, Atauri, Urdúliz,
tonel de San Adrián, etc.). ¿Cómo no ver sorprendentes concomitancias entre
este viejo culto que ha llegado hasta comienzos de nuestro siglo, y la
brujería, que escoge como escenario los mismos antros paganos? ¿Cómo no ver en
el zikirojana, practicado por los viejos de Zugarramurdi hasta nuestros días,
una reminiscencia del sacrificio del carnero, especie predilecta de Mari
en gran número de leyendas, obsequio especial que recibía con singular agrado
de parte de sus fieles? Barandiarán no duda en asegurar esta identidad:
"La brujería... dio particular notoriedad a esta vieja representación del
numen Akerbeltz. Este era adorado en Akelarre por brujos y brujas en las noches
de lunes, miércoles y viernes. Los reunidos bailaban y ofrendaban a su numen panes,
huevos y dinero.
A juzgar por la descripción de sus reuniones,
éstas respondían a un movimiento clandestino, inserto en viejas creencias, en
el que llegó a cristalizar la oposición contra la religión cristiana y quizá,
más solapadamente, contra la organización social vigente u oficialmente
reconocida en el país (véase AKERBELTZ)".
Ahora bien, a esto vendría a agregarse el importante papel que en las guerras
de bandos -por las que atraviesan sin cesar nuestros agitados siglos XIV y XV-
desempeña la sorgiña o hechicera. Las parentelas no dudan en acudir al buen
oficio de las herboleras para conseguir una pócima que envenene al enemigo
odiado, o un filtro para que lo embruje, lo deje tullido o impotente en el
trato sexual -¡tan libre!- con mujeres. Enrique IV de Castilla recibió en
Valladolid a una delegación de Guipúzcoa, según dice Gorosábel, en queja de la
plaga social que representaban, hacia 1466, las brujas, plaga que era poco
combatida a la sazón por alcaides y regidores en razón de parentesco, amistad,
y sobre todo, "bandería". El Rey dictó una real Cédula en el mismo
Valladolid el 15 de agosto de dicho año, admitiéndose facultad a los alcaldes
de Hermandad para juzgar y sentenciar sin apelación. Hierbas, raíces y frutos
silvestres son ya ampliamente conocidos en el medievo vasco. La hechicera no
sólo fabrica ponzoña, sino también narcóticos y afrodisíacos mediante el uso de
diversos estupefacientes como, veremos más adelante. No olvidemos, por lo
demás, que el tema de los encantamientos, filtros, sortilegios, etc., reciben
un tratamiento culto en la baja Edad Media, en la popular y floreciente novela
de caballería que en Euskalerria, como en toda Europa, no dejaría de influir.
Clases altas y humildes, cultas o populares, el entresijo de creencias en
poderes ocultos, influencias astrales, premoniciones, etcétera, al iniciarse
entre nosotros la modernidad, es inmenso. Veamos, por ejemplo, cuál es la
confesión de un feligrés reportada por uno de los asistentes al Sínodo de
Pamplona de 1499:
Otrosi, padre, he ofendido a Dios, a mi anima et
a mis próximos en los 10 mandamientos... En especial he pecado contra el primer
mandamiento... Otrosí, he tovido creencias en encantaciones y en adevinos y he
recorrido a ellos por hallar cosas algunas que me fueron hurtadas. Otrosí
creyendo en agüeros y haciendo hacer encantos para guarescer de enfermedades,
tomando nóminas de ciertos nombres non conocidos o con ciertas ceremonias
creyendo en sueños, y unos días ser mejores que otros para hacer algunas cosas,
creyendo que hay broxas sorguinas y en estornudos et en otras cosas muchas...
El mismo Sínodo encargaba que se preguntara a los
confesados:
"si creyó que el hombre, según la
constelación o las planetas en que nasció, era forçado a ser buena o malo.
Item, si dio yerbas a su marido o a la mujer o a otra persona, a dixo o Jizo
alguna cosa fea porque le quisiese bien, pecó mortalmente... Item, si creyó que
los hombres o las mujeres se tornaban gatas o otros animales con unciones o con
palabras...
Goñi Gaztambide: El tratado "De
superstitionibus", de Martín de Andosilla, "Cuadernos de Etnología y
Etnografía de Navarra", n.º 9, 1971, p. 250.
Respecto a las tierras situadas al norte del
Bidasoa, dice una carta de las Litterae Societatis Jesu....:
Los habitantes de la parte montañosa de Laburdi
participan del aspecto salvaje de esta comarca; desprovistos de toda cultura
intelectual, así como de toda enseñanza religiosa, y abandonados a su áspera
naturaleza, han caído en los desórdenes más espantosos de la superstición, de
la magia y de la hechicería. Parecen no conservar más que algunos restos de la
doctrina de la Iglesia
y éstos para emplearlos de modo sacrílego. No tienen otra religión que un culto
diabólico y la ponen de manifiesto por medio de prácticas tan extrañas como
abominables. Sin embargo, no es sólo a través de la magia y de prácticas
situadas al margen de la religión oficial por donde intentarán abrirse paso las
viejas creencias de nuestros antepasados. A mediados del siglo XV surge en
Vizcaya el más asombroso de los movimientos espirituales del medievo vasco -e
incluso de épocas modernas-, el de los llamados Herejes de Durango, fenómeno
místico-religioso que se tiende a emparentar con los registrados en otros
lugares de Europa -como los fraticelli, los cátaros unos siglos antes, etc.-,
pero que una crítica seria, más rigurosa, tiende a identificar también con
restos, aún vivos o en pleno sincretismo, del paganismo vasco. Los herejes
vizcainos fueron aleccionados por dos frailes de San Francisco, Fray Alonso de
Mella y Fray Guillén. Instalado en Tavira hacia 1425-1430. Fray Alonso
"enseñó primero a los aldeanos y después a los de la villa, sus dos
errores fundamentales, es decir, comunidad de bienes y de mujeres...
(Aguirre)". "Los herejes de Durango creyeron no haber otra cosa sino
nacer y morir: algunos quisieron entender la sacra escriptura en otra manera de
como la entendieron los santos Padres y Doctores de la Iglesia (Valera)".
Este famoso episodio al que Mariana denomina "cierta herejía de
fraticellos" será denunciado a las autoridades en 1442, siendo quemados en
Valladolid y Santo Domingo de la
Calzada más de 100 herejes. Aún duraba en 1482 y volvió a
reavivarse en el transcurso de los siglos, bajo formas curiosamente similares,
hasta en el mismo siglo XIX
Estereotipo e Inquisición en los umbrales de la modernidad vasca
Los Reyes Católicos ponen en
vigencia la bula de Sixto IV contra los judaizantes (1478), abriendo paso a la
actuación de la
Inquisición, en la que destacará Torquemada, Inquisidor
General en 1483. El Consejo Supremo de la Santa Inquisición
española se instaló en Madrid. Lo presidía el Inquisidor General, designado por
el rey en nombre del Papa, y estaba compuesto por 6 inquisidores, 2 de los
cuales pertenecían al Consejo de Castilla. Tribunales dependientes de éste eran
los de Toledo (luego C. Real), Sevilla, Valladolid, Granada (luego Jaén),
Córdoba, Murcia, Llerena, Cuenca, Santiago, Calahorra (luego Logroño),
Zaragoza, Barcelona, Santa Cruz de Tenerife, Valencia y Mallorca. Cada tribunal
constaba de 3 inquisidores, 3 secretarios, 1 alguacil mayor y 3 receptores,
calificadores y consultores. Su misión no sólo era velar por la ortodoxia
católica, sino también sobre asuntos que caían fuera del ámbito de la fe, como
la medicina y farmacia y, en general, todo quehacer científico. En Francia este
organismo se hallaba ya en desuso por estas fechas, como veremos más adelante.
En el País Vasco, no existió tribunal inquisitorial en la Edad Media. En todo el
país lo usual era que los tribunales civiles se encargaran tanto de heterodoxia
como de brujería vulgar.
Los últimos grandes procesos: paroxismo del terror [1609-1611]
En el último tercio del s. XVI y
décadas subsiguientes se desarrolla en Europa una nueva y terrible persecución
de la magia llamada negra. Nicolás de Remi, por ejemplo, inquisidor de Nancy,
hizo quemar, a partir de 1580,
a más de 800 pretensos brujos. Ese mismo año aparece
también De la démonomanie des sorciers, de Jean Bodin, donde se da cabida a
toda clase de fantásticas afirmaciones sobre el poder del demonio. En el año
1600 arde en la hoguera inquisitorial de Roma nada menos que Giordano Bruno.
Pero, en víspera de los grandes procesos del s. XVII, el Santo Oficio apenas
cuenta en Francia, país de burguesía ya desarrollada. Los crímenes de herejía y
brujería corren a cargo de la
Universidad de París y de los Parlamentos, mientras que el
título de Gran Inquisidor apenas pasa de honorífico. En nuestro sufrido país
vuelven a encenderse las hogueras, mientras las guerras religiosas no perdonan
casi a los pueblos y aldeas septentrionales, durante el agitado reinado de
Enrique III de Navarra (IV de Francia). Laburdi fue la peor librada de todas las
tierras vascas, allí donde la represión fue más cruel y donde aparecen más
claramente las oscuras motivaciones sociopolíticas del drama. Ya en 1576 el
teniente de la senescalía de Lannes, Boniface de Lasse, destacó por la dureza
de sus veredictos y su gran credulidad respecto a los relatos sobre hechicería.
Empuje racionalista y satanismo caduco en el pensamiento posterior a Lancre y Logroño
La masacre llevada a cabo por P. de Lancre y el
Auto de Fe de Logroño constituyen el broche final del ciclo bajo medieval de
represión de las artes mágicas tanto por la justicia civil como por la Inquisición. En la
evolución ulterior del enjuiciamiento del hecho brujeril tuvo capital
importancia, según nos da a conocer J. Caro Baroja en diversas
investigaciones, la actuación de uno de los tres componentes del Tribunal de
Logroño durante el Auto de 1610. Al concienzudo inquisidor Alonso de Salazar y
Frías, que había discrepado de sus colegas Valle y Becerra Holguín en el Auto
de Fe, le cupo en suerte promulgar el edicto de gracia dictado en Logroño el 26
de marzo de 1611 y hacer averiguaciones en el escenario mismo de las
acusaciones que habían llevado a tantos desgraciados a la muerte y a la
desesperación. Salazar interrogó a 1802 testigos, de los cuales, un enorme
porcentaje se retractó confesando que habían actuado bajo los efectos de la
obsesión o de la tortura. La investigación lo mantuvo ocupado casi todo el año
1611; al acabarla, en enero de 1612, redactó un largo y minucioso informe. Salazar,
llevado tal vez por un remordiente deseo de reparación, llega a unas
conclusiones completamente radicales. Sólo 6 de las 1802 personas se
mantuvieron en sus declaraciones y afirmaron haber vuelto a ir a los
akelarres... "Las cosas que dicen que les pasan y hacen como brujos no se
han podido comprobar..., son todas vanas e inciertas..., embustes..., sueño o
flaqueza del cerebro". [La relación de Salazar puede leerse en el
"Anuario de Eusko Folklore", 1933, t. XIII, pp. I15- 130, en edición
publicada por J. C. Baroja]. Un proceso coetáneo, el de las brujas de
Fuenterrabía en 1611 en el que fueron testificadas 41 personas tuvo ya una
sentencia final benigna, María de Garro, Inesa de Gaxen, María de Illarra y
María de Echegaray fueron acusadas por algunas niñas. Solicitada la
intervención de Salazar y Frías, éste autorizó la devolución de los bienes
incautados a las acusadas, que fueron finalmente condenadas a penas de
destierro. Una de las mujeres, la indomable Inesa de Gaxen, negó hasta el final
todos los cargos que se le imputaron. En el proceso incoado a las brujas de
Arráyoz (1612) el tribunal no sólo absolvió a las acusadas, sino que condenó al
destierro a los promotores de la acusación. Así, pues, hacia 1612 el furor en
Navarra comienza a decaer; enardecidos por el edicto, brujos y brujas comienzan
a desdecirse, los alcaldes de Corte piden cuenta de las extorsiones realizadas
por los jueces ordinarios y llegan incluso al conflicto con la Inquisición por
liberar a un reo sin su beneplácito.
Por otra parte, en Madrid, el Gran Inquisidor
tampoco parece estar de acuerdo con muchas de las conclusiones logroñesas,
llegando incluso a pedir su parecer al obispo de Pamplona, Antonio de Venegas,
que contestó achacando gran parte de los males al excesivo celo empleado por
sus funcionarios y al ejemplo de P. de Lancre. El clero local, salvo
excepciones, como el celosísimo colaborador de la Inquisición y abad de
Urdax, Aranibar, el rector de Zubieta, el de Vera y otros pocos, era hostil a
esta intromisión, evasivo y parco en informaciones. Incluso el Dr. Zalba,
visitador del obispo de Pamplona, se atrevió a negar ante testigos la
existencia misma de las brujas. Muy importante fue, por otra parte, la
actuación del jesuita Hernando de Golarte desde 1611 a raíz de las
investigaciones que hizo en el transcurso de su viaje por la zona afectada por
la epidemia de brujería. Testificó en sus informes en contra de los métodos
empleados para hacer confesar a los supuestos brujos y brujas esgrimiendo casos
concretos. Varias niñas de Yanci, por ejemplo, habían confesado tener trato
sexual con el demonio, pero Golarte hace constar que "habiéndose examinado
se han hallado enteras". Un niño de Echalar confesó no ser ciertas las
relaciones sexuales que había dicho tener con el demonio, sino que había hecho
esta declaración para que sus padres le mimaran... Dos casos entre muchos
ocasionados por la mitomanía y el pánico. El veredicto final sobre la
actuación de los inquisidores de Logroño tuvo lugar en 1614.
El Gran Inquisidor y el Consejo dieron la razón a
Salazar y Frías y debieron de hacerlo, no sólo presionados por su asesor y por
personalidades como Golarte y el obispo de Pamplona, sino también por
convicción propia, paulatina, de que los acusados habían confesado ya sea por
mentir deliberadamente, ya por no sufrir más tormento.
La resolución final, firmada el 29 de agosto de
1614, marca un giro de gran importancia en la historia de la brujería en el
país, ya que servirá de directriz en los procesos que se pretendieran incoar en
el futuro. Se observa, pues, dentro del pensamiento trascendente una vuelta a
la cordura, sobre todo por parte de la tan vilipendiada Inquisición española.
Afortunadamente para todos, Satanás vuelve a ser recluido en su reino
tradicional: los infiernos. Se inquieren nuevas explicaciones al comportamiento
brujeril tales como el uso de alucinógenos y la mera búsqueda de desenfreno
sexual. Humanistas y teólogos comienzan a dudar de asertos que hasta hacia poco
habían casi tenido carácter de dogma y estaban dispuestos a admitir que los
acusados podían haber estado sometidos al efecto de sustancias vegetales, tales
como las descritas en la Pérites
yatrigués, del griego Dioscórides Pedanio [s. I], que acababa de ser
vertida al castellano por el Dr. Andrés Laguna [Dioscórides Anazarbeo,
cerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Valencia,
1596]. No olvidemos que, a diferencia de lo que ocurre frecuentemente en
nuestros días, las propiedades naturales de las plantas no constituyeron un
misterio para pastores y campesinos. Algunas especies son conocidas desde muy
antiguo; la toxina, alcaloide extraído del tejo (agin en euskera,
fuente de numerosos topónimos como aginaga y poderoso abortivo), fue
ya utilizada por los cántabros, como atestiguan César (Bell. Gall., 6, 31, 5
ed. Klotz) y Floro (2, 33, 46, ed. Rossbach), entre otros. ¿Experimentaron los
vascos con las propiedades alucinógenas de su variada flora desde la remota
antigüedad? Dotadas de innumerables nombres autóctonos, el beleño (arabedar,
biotz-igarra, atabaloi, azkordinbedar, oilo- belhar), la dulcamara (erpe-bedar,
eztikarats, belharkirets), la misteriosa mandrágora (urrilo), la belladona
(beladar, beladona, belaiki, belhar-otzar) y el estramonio
(sorgin-belhar, asma-belhar, aitañi-lili), fueron alucinógenos ampliamente
utilizados por las clases populares europeas para crear humildes paraísos
artificiales y aplacar, en caso de necesidad, las molestas punzadas del hambre.
Aquí volvemos a tropezar nuevamente con un importante elemento del rito primitivo:
la droga.
Todas estas solanáceas, en especial el beleño,
aparecen ya desde muy antiguo, en las religiones autóctonas de Europa, sobre
todo en las ceremonias de iniciación y en las sesiones augurales. (Hoy en día
los estupefacientes son de uso ritual obligado en Australia y continente
americano). Beleño y belladona (ricos en atropina y otros alcaloides) y el
hongo llamado amanita muscaria (kuleto paltsoa), sirvieron en el medievo
europeo para fabricar ungüentos alucinógenos que se aplicaban en diversas
partes delicadas del cuerpo y cuyos efectos, conocidos hoy por vía de
experimentación -sensación de euforia, visiones, sensación de volar, feliz
relajación, sueños eróticos-, coinciden, en la mayoría de los casos, con las
deposiciones efectuadas por los brujos ante la justicia. De esto se había
percatado ya el agudo humanista Pedro de Valencia (1555-1620), que escribió a
propósito del Auto de Fe de Logroño un Discurso... de las brujas y cosas
tocantes a la magia, en el que explica las fantásticas deposiciones que
hicieron en el Auto -vuelos por el aire pócimas fabricadas con sesos de muerto,
agua de sapos, belarrona, etc., ayuntamiento de brujos y brujas con el
demonio, vampirismo, necrofagia, misas negras, etc.- como "embustes de los
reos, torpemente interrogados". También se dio cuenta del papel decisivo
jugado por los bebedizos y ungüentos alucinógenos en los supuestos viajes por
el aire, "visión nacida quizás. de estar compuesto el unto de yerbas
frías, como cicuta, solano, yerba mora, beleño y mandrágora que, no sólo
producen efectos narcóticos, sino visiones agradables". Como suelen
interpretar algunos autores modernos un tanto unilateralmente, Pedro de
Valencia pensó que tal vez los asistentes a los akelarres "con
deseo de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías, ayan inventado aquellas
juntas y misterios de maldad, en que alguno, el mayor vellaco, se finxa
Sathanas..." En Francia, el empuje racionalista va a tardar mucho más en
manifestarse y aún tendremos que esperar a 1682 para que el delito de
hechicería deje de ser penado con la hoguera.
Sin embargo, los jueces que sustituyen a Lancre
fueron más benévolos; apenas admitieron un número restringido de pruebas y
pusieron en libertad a aquellos acusados que habían podido sobrevivir a los
horrores transcurridos, ante la indignación de Aranibar, el abad de Urdax, que
pronosticó que aquello había de "causar mucho mal en esta tierra de
Francia". La misión general de Lab. fue encomendada a los doctos jesuitas.
Fracasada la comisión de Lancre, que había costado vanamente tantas vidas
humanas, la reina madre, regente de Francia y Navarra a la muerte de Enrique
IV, tuvo que desistir y adoptar el método blando. Para ello recurrió (1612) al
P. Coton, célebre predicador de la época, que encomendó la tarea a Champbon,
provincial de Aquitania. El problema principal de la misión consistió en
encontrar a predicadores en lengua vasca. Por fin, en 1614, un tal P. Soccarro,
de San Juan de Pie de Puerto y otro jesuita no identificado intentaron volver
al redil a los descarriados laburdinos. El obispo bargorritarra Echauz colaboró
con los dos jesuitas tanto más cuanto que su conciencia le remordía de tener a
su dióc. abandonada debido a las obligaciones que le imponía su cargo de primer
capellán real. Las Litterae societatis IESV annorum duorum... nos dan
una interesante relación de esta misión, del estado de terror colectivo en que
se hallaba sumida esta parte del país, estado semejante al que encontró el P.
Golarte en la otra vertiente pirenaica y, Salazar y Frías, el inquisidor.
También ponen de manifiesto el carácter multitudinario de la brujería y la
inmensa credulidad de los predicadores que creen, como Lancre, en la verdad de
todas las prácticas de hechicería, aunque se les haya encomendado otra manera
de extirparlas. Su actitud mental respecto a los nativos es una mezcla de
compasión y desprecio. He aquí algunos párrafos:
En los alrededores de Bayona, queriendo el
demonio que se le rindiera culto divino, se había constituido una especie de
reino entre hombres bárbaros y se hacía adorar bajo la forma de un repugnante
macho cabrío... Desde el interior del País Vasco, algunos católicos vinieron a
pedirnos ayuda contra los fantasmas infernales que arrancaban a los niños de
sus cunas casi todas las noches y los llevaban durante cierto tiempo; toda la
región adoleció de esta plaga cruelmente. Aconsejados por nosotros, recurrieron
a los exorcismos de la Iglesia
y fueron así liberados de toda clase de fantasmas... El demonio que preside
esta reunión -akelarre- recibe el nombre de jaunam gorriam en lengua
vulgar del país... En 1614 recorrimos la parte de Cantabria (País Vasco)
situada al N., la que depende enteramente de Francia y que está separada de la Cantabria española por
la cadena de los Pirineos. Habiendo penetrado la corrupción en este pueblo
privado desde hace mucho de una sana doctrina, todo este país goza de una
triste reputación por horribles y malhechoras prácticas que ronda el prodigio.
Recordamos que a menudo, numerosos tropeles de habitantes de esta provincia, convictos
de este crimen, habían sido condenados y quemados en Burdeos... Habiendo
obtenido la misión del obispo de Bayona penetraron -el relato aquí pasa
momentáneamente a la tercera persona- sin tardanza en el País Vasco, llenos de
confianza en poder arrostrar las dificultades de la empresa que preveían iba a
ser muy ardua. Sin embargo, las dificultades no aparecieron por el lado que
esperaban desde el principio... Al rumorearse la vertida de nuestros Padres
cundió una gran consternación por todo. Creían ver en ellos a dos magistrados
revestidos de poderes supremos para renovar las diligencias y volver a encender
las hogueras. De esta forma les costó a nuestros Padres gran trabajo el
destruir este prejuico popular. Los Padres se detuvieron a la entrada de la provincia
para predicar a los habitantes de San Juan de Luz e inclusa
dar un curso de teología los mismos sacerdote,... Cuando penetraron más
adelante en el país; grupos de hombres acudieron a ellos de todas partes y, sin
haber sido denunciados ni interrogados, declararon haberse librado
voluntariamente la brujería, confesando cosas terribles, tanto para decir como
para escucha, sobre ellos mismos y sus cómplices. Se relataron cosas terribles
sobre los curas, que hacían profesión de estas execrables prácticas.
Así resultó que de sus bocas sacrílegas, saltan
alabanzas a su amo Satanás, al que dirigía; los más respetuosos epítetos en sus
sermones, y para serles más propicios ultrajaban violentamente, mediante
sacrílegos sarcasmos, a su Magestad Divina. En un antro lleno de toda clase de
impurezas, llegaban hasta el extremo de simular el Santo Sacrificio de la misa
y, en lugar de la Hostia
celeste, imponían a la adoración de los asistentes un redondel de no sé que
sustancia negra como la pez. Según lo que decía la gente, se confiaba a los
adultos destinadas a cometer crímenes mayores y a la infancia recién iniciada
en los misterios infernales, a guisa de aprendizaje del crimen, el cuidado de
criar rebaños de sapos que se recogían cuidadosamente para los usos
perjudiciales del arte mágica. En efecto, en el seno de las asamblea de
brujería, se preparaba el veneno que se hace cocer en calderos para propagar
luego enfermedades en los campos, rebaños y personas... Además de niños, un
buen número de personas de edad avanzada, que habían servido criminalmente al
infierno durante 40 ó 50 años, se presentaron a nosotros para ser curadas y
renovadas. Entre otras personas, acudió un brujo que; para la perdición de muchos,
profesaba públicamente la magia en estos lugares; nos testimonió la sinceridad
de su abjuración trayéndonos para quemar sus tratados de magia... Dábamos a
veces nuestros cuidados a 90 personas en un solo día y, por favor del cielo,
con tal éxito, que en menos de seis meses liberamos a 600 del culto infernal y
las reconciliamos con Cristo y su Iglesia... No pudimos satisfacer a la
mayoría, a pesar de nuestros deseos. Vinieron, además, gran cantidad del País
Vasco español y de más allá de los Pirineos, de la Baja y de la Alta Navarra y de la
misma Pamplona...
Por otra parte, nuestros Padres apresuráronse en
aprovechar las circunstancias, celebraron la fiesta de nuestro bienaventurado
Padre en el mismo santuario de Loyola, con toda la solemnidad posible durante
dos días completos. Cuando iban a irse de allí, les salieron al paso habitantes
del lugar que venían en su busca a Loyola para ser liberados de un cruel
maleficio... Mientras volvían de regreso, a través de la Baja Navarra, les
fueron presentados muchos posesos de ese lugar que ladraban como perros. Uno
joven de 19 años entre ellas, iniciada recientemente a las criminales orgias
del infierno, fue arrastrada a ese grupo. Esta reveló que todos los que
entraban en la cofradía infernal recibían en el blanco del ojo izquierdo, a la
mitad de la ceremonia de iniciación, una infusión de una droga que hacia que se
formara en ese lugar la imagen de un pie de sapo, auténtico signo de su
consagración al demonio... Saint-Palais es la villa principal de nuestra Navarra,
donde reside el consejo supremo herético. de este gobierno. También hay en él
un buen número de católicos. Les predicamos algunos sermones, les explicamos el
catecismo y los instruimos sobre un buen número de cuestiones muy graves
concernientes a la fe y a las costumbres; discutimos también con el
procanciller de este gobierno, calvinista erudito, sobre puntos controvertidos
de la doctrina... Actuamos, en fin, seriamente ante el consejo entero para que
las personas que hubieran pactado con el demonio en otros tiempos, fueran
eximidas de los rigores de la justicia, sí se ofrecían ellas mismas para que
fuera curado su espíritu... El consejo pareció convencerse con nuestras ideas y
dispuesto a ratificarlas... Nuestros Padres salieron directamente para Burdeos.
A su paso acudieron de todos lados grupos numerosos de campesinos y villanos
con sus curas y magistrados, dándonos las gracias por haber traído la salud a
sus compatriotas... Quedaron muy afligidos cuando nuestros Padres, dejándoles
algo de esperanza, les dijeron netamente que, a pesar de toda su buena
voluntad, no tenían más tiempo para ocuparse de ellos.
Pero el carácter secreto de las averiguaciones y
conclusiones inquisitoriales mantuvo durante mucho tiempo al pueblo, e incluso
al personal de los tribunales civiles, anclado en el miedo al poder activo del
demonio y en estereotipos transmitidos de generación en generación. El mismo
edicto de gracia emitido por el tribunal logroñes -dividido, como hemos dicho,
en tendencias opuestas- pone flagrantemente de manifiesto la contradicción que
suponía el admitir los hechos relatados en el escrito del Auto de 1610. No es
de extrañar, pues, que durante buena parte del s. XVII, Satán se resista a
reingresar en la caja de Pandora, otrora tan generosamente abierta. En 1616 las
autoridades vizcainas piden a Madrid se persiga a la multitud de brujos y
brujas que pululan en el Señorío. Tras las investigaciones efectuadas por un
juez y el jesuita Medrano, el caso de las brujas de Vizcaya pasa a manos de la Inquisición de
Logroño, donde se halla nuevamente Salazar y Frías (1617), junto con un
inquisidor nuevo, Antonio de Aranda y Alarcón. Solazar chocó con el Corregidor
y las autoridades civiles que querían llevar el asunto con mano dura. El Santo
Oficio, esta vez, siguió el criterio adoptado por el informe de 1614. Lo mismo
sucede con la petición formulada por el historiador doctor Lope Martínez de
Isasti, en 1619; Isasti se queja de "los daños que en mar y tierra
resultan de las muchas bruxas que ay en aquella comarca" creyendo en la
autenticidad de su existencia y prácticas. El Santo Oficio, a pesar de las
reiteradas peticiones de las Juntas de Guipúzcoa supo escabullirse enterrando
el asunto por falta de pruebas convincentes. En las Juntas Generales celebradas
en Guernica en marzo de 1619 se acordó pedir una campaña en regla contra la
brujería en el Señorío, petición que se reiteró en la de junio, en la que un
juntero manifestó la "necesidad de proceder con todo rigor y pedir hasta
el tormento". Del mismo tenor es la petición de V. de Ordizia del mismo
año. Y aún en 1621 siguen insistiendo las Juntas guipuzcoanas, sabiéndose que
Azpeitia custodiaba por entonces a dos brujas ya procesadas. Uno de los últimos
procesos de brujería pura que se incoaron en tierra vasca debió desarrollarse a
mediados del s. XVII, ya que el 6 de enero de 1647, en una asamblea general
celebrada en Labastide-Clairence (Baja Navarra), se votó un empréstito de 1.800 libras y se
nombró a dos síndicos para continuar las diligencias comenzadas contra 5
mujeres y un hombre encarcelados bajo la acusación de brujería. En Zuberoa, un
tejedor bearnés, tardío epígono de la
Morguy, alborotó, hacia 1670, la región, diciendo que era un
antiguo asistente al akelarre y que podía reconocer a sus compañeros por las manchas
dejadas por Satán en el ojo izquierdo. Una oleada de pánico se abatió sobre la
población que vio venir sobre sí otra nueva persecución a lo Lancre. Pero la
evolución del pensamiento trascendente por estas fechas era ya irreversible.
Por orden del 19 de octubre de 1671, el trasnochado vidente fue arrestado... En
el sínodo de Bayona de 1679, se prohibió al clero el uso del Malleus y libros
similares. Una nueva arremetida, el demoledor empuje del siglo de las luces,
bastará para derribar por tierra el viejo esperpento teórico prohijado por el Malleus.
El retorno a los viejos cauces
Las aguas vuelven, pues, a su cauce, conforme se
apagan, poco a poco, los ecos suscitados por los procesos de 1609-1610. La
magia intenta conseguir, y lo logra, un acomodo en un mundo que se racionaliza
cada vez más. En el transcurso de los siglos XVII, XVIII y hasta nuestros días,
vuelve a haber herboleros y herboleras, en abierta competencia, ahora, con sus
colegas titulados, los médicos y los boticarios. Idoate nos da a conocer una
buena selección de ellos, siempre a la greña con el protomédico de turno. Un
tal Domingo Gallego, a mediados del siglo XVII, curaba en Peralta, mediante
bebedizos, ungüentos y "ciencia infusa", casi todas las enfermedades.
Procedente de Tolosa, Lucas de Ayerbe, "especialista en extraer los
demonios del cuerpo" a base de golpear al endemoniado, se estableció en
Villava, Navarra, hacia 1670, sin sufrir apenas persecución. En Atauri, Álava,
los servicios del "saludador" eran estipulados mediante contrato con
el Concejo (1691). En pleno siglo XVIII (1713) el "saludador" tiene
un sueldo fijo -o contractual- concejil, con la obligación de asistir al
vecindario, animales y campos dos veces al año. A finales del siglo XVIII, el
"cirujano" pamplonica Ignacio Páramo cura los cánceres de piel
suministrando un brebaje que él llamaba "caldo de víboras", atrayéndose
la denuncia de los farmacéuticos navarros, que, por lo visto, utilizaban
métodos más honorables. Caro Baroja nos da a conocer el caso de la curandera
Francisca Ignacia de Sorondo, que en 1826 se hizo extender por el ayuntamiento
de Fuenterrabía un certificado por el que se garantizaba que no era bruja. A
comienzos del siglo pasado, un saludador atrajo a grandes multitudes de
labriegos laburdinos, sobre todo de Ascain y Sara, que acudieron con sus
animales para que fuesen bendecidos y exorcizados. Francisque Michel atestigua
la existencia por entonces, en Saint-Jean-le-Vieux (Baja Navarra) de un
sedicente "Rey de los Brujos" que ejerció durante más de 80 años la
curandería y la adivinación. Un párroco relató también a W. Webster su estupor
al recibir la confesión de uno de sus feligreses, hacia 1875, en la que se
acusaba de asistencia al Sabbat... J. M.ª Iribarren, en su Retablo de
curiosidades (1954) recoge varios casos, actuales y decimonónicos, de
atribución de facultades ocultas a determinadas personas, generalmente mujeres.
Opina Iribarren que suelen acaecer estos fenómenos en lugares sometidos
"al influjo druídico de los bosques y de las cuevas", y observa que,
en la Ribera,
los lugares más propicios son los que poseen cuevas, por "el misterio
inherente a la oquedad". Recoge este autor más de una docena de casos y
personajes: llevan fama de brujas, en Monteagudo, la tía Flora; en Arguedas, la Caramba y el Ostión; en
Fitero, la Choya;
en Cintruénigo, la Morundaca;
en Valtierra, un hombre "mucho malo que guardaba los diablos en un cañuto
y, con esto, tenía poder"; en Milagro, la Cartago, etc., personajes
todos ellos del siglo que vivimos. La Morundaca debió inspirar tal pavor que se le
adaptó una copla:
En el cielo manda Dios
y en el fuerte manda el,
Jaca y en el camino a Tudela
manda la tía Morundaca.
y en el fuerte manda el,
Jaca y en el camino a Tudela
manda la tía Morundaca.
La
Tafallica fue sorprendida por un herrero de Tafalla cuando
estaba convertida en grulla. Otros casos se producen, también a comienzos de
siglo, en Corella, Larraga, Subiza, Galdeano..., hasta poderse afirmar, como lo
hace Iribarren, que "raro será el pueblo de la Ribera que no cuente con su
brujo o su bruja contemporáneos". En Leiza se hacía una cruz sobre la
ceniza del hogar antes de irse a la cama, en Cascante se empleaba un cedazo y
una tijera, en muchos pueblos de la montaña se coloca -y se sigue haciendo- un
cardo en la puerta para que la bruja se entretenga y no entre, o se echa un
puñado de sal al fuego si el gallo canta en horas intenpestivas. Cuando se cree
que alguien o algo está encantado, se queman los colchones o se abren para
examinar su contenido; la caprichosa forma zoomórfica de un copo de lana puede
ser la manifestación inequívoca de un hechizo. Esto se hacía al menos en la
cuenca del Bidasoa y en la encrucijada situada ante una antigua poterna de
Bayona. Refiere Azkue que a finales del s. XIX había tres brujos en Ochagavía:
una mujer llamada Martina Oxokokoa, otra mujer de Zubieta y un hombre de
Eseverri. Los tres murieron sin reconciliarse con la iglesia y se cuenta que a
su muerte cayó una enorme granizada. Casos semejantes hubo, en los mismos años,
en Vidángoz, Bigüezal, Zubieta y Aezkoa. La bruja llamada la Caliente, de Aezkoa,
cambió repetidas veces de postura en el ataúd, si hemos de creer a sus
contemporáneos... También en esta época, un vecino de Orendain conjuraba a las
nubes provenientes del Aitzgorri a que descargaran sus precipitaciones en
Gorritimendi. Hay una tonada conservada hasta hace poco en las montañas de
Navarra de indubitable sabor akelárrico:
Adarrak okerrak akerrak ditu
Okerrak adarrak akerrak ¡bai!
Okerrak adarrak akerrak ¡bai!
Tal vez la conociera aquel misterioso brujo de
Arrauntz (Ustaritz) al que los laburdinos llamaban, sin el menor asomo de
broma, Jainko ttipia, antes de la II Guerra Europea. Caro Baroja recoge varios
casos de asistencia a akelarres bien entrado nuestro siglo (1932, 1942), en
Vizcaya y montaña navarra. En Isaba (Roncal), una de las últimas brujas de
comienzos de siglo se atrevió a presidir, convertida en cabra, la ronda de una
cuadrilla de mozos; entre todos le dieron, mientras bailaba, una paliza, a
consecuencias de la cual, al día siguiente, apareció bajo su forma humana
bastante malparada... [Lo más curioso de este caso fue la muerte de la supuesta
bruja, que acaeció casualmente -le cayó una piedra- al encontrarse en un tramo
del camino a Uztarroz, especialmente abundante en sapos...]. De todos estos
casos, pero sobre todo de la multitud de leyendas y creencias recogidas en lo
que va de siglo por Barandiarán, se desprende el carácter autónomo de la
brujería vasca, y la escasa mella que sobre ella hicieran procesos y
elucubraciones satanísticas. Más de 300 años después de ser quemados tantos de
nuestros antepasados, Barandiarán ha podido recoger de boca de cientos de
campesinos un sinnúmero de creencias que tienen muy poco que ver con el Malleus
y mucho con los seres míticos que pueblan cuevas, bosques y fuentes en los
misteriosos atardeceres del hombre que trabaja en contacto estrecho con la
madre tierra. Para él, hay seres humanos que tienen contactos con el más allá y
que pueden producir el bien o el maleficio, seres predispuestos a los que basta
con dar tres vueltas alrededor de una iglesia, o recibir la transmisión de la
facultad de manos del moribundo, o estar mal bautizados, o persignarse con el
pie, para convertirse en sorgin, el ser mítico que lleva a cabo acciones
extraordinarias al servicio de Mari, que adopta la forma de diversos animales y
huye ante la invocación del nombre de Cristo o de sus santos. Tras los grandes
procesos, la bruja de Goya se limpia el rostro de maquillajes. Las aguas
vuelven a su cauce.
Bibliografía
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- Barandiarán, J. M. de: Mitología vasca, Madrid, ed. Monotauro, 1960, p. 162;
- Barandiarán, J. M. de: Diccionario mitológico incorporado a la "Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco".
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- Calmeil, Louis Florentin: De la folie considerée sous le point de vue pathologique, philoso-phique, historique et judiciaire depuis la renaissance des sciences en Europe jusqú'au dix-neuviéme siécle; description des grandes épidémies de delire, simple ou compliqué, qui ont atteint les populations d'autrefois et regné dans les monastéres. Exposé des condamnations auxquelles la folie méconnue a souvant donné lieu... París, Londres;
- J. G. Bailliéres, 1845, 2 vol. En el vol. I, pp. 416-470, trata de la represión de la brujería en Laburdi por De Lancre el año 1609;
- Caro Baroja, Julio: El problema de la hechicería en "Los Vascos", San Sebastián, 1949, pp. 458-479;
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- Caro Baroja, Julio: De nuevo sobre la historia de la brujería (1609-1619), "Príncipe de Viana", n.° 116-117, pp. 265-328.
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- Vinson, J.: La sorcellerie dans le Labourd au XVI siécle, "L'avenir des Pyrénées et des Landes", II julio, 8 y 15 agosto de 1876.
Idoia Estornés Zubizarreta
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