Atondu, una propuesta para el siglo XXI
?Con el fin de acercarnos a la aportación de este libro, quisiera plantear algunas preguntas fundamentales: ¿Para qué nos vestimos? ¿Qué nos solemos poner y cuándo
Cada vez
que nos vestimos, hacemos una elección, dependiendo de si vamos a trabajar, a
hacer deporte, a salir de vacaciones, a estar en casa, u otros menesteres. En
función de ello, las prendas y la forma de vestir varían. Hay, además, otros
condicionantes que afectan a nuestra vestimenta: la personalidad, el cuerpo, el
dinero…
En la forma
de vestir de nuestra sociedad intervienen, por tanto, factores como el lugar,
el tiempo, la personalidad… y las modas.
Durante estos últimos años, y a lo largo de todo el siglo XX, lo que más ha
influido a la hora de vestir es la moda. Hoy en día ya no se trata de una
opción, sino que estamos prácticamente obligados a vestirnos según manda el
mercado. Hay excepciones, pero, en términos generales, es así. Para nosotros,
la palabra moda, entre otras cosas, está asociada a la ropa, por lo que, al
referirnos a un traje, podemos decir que está pasado de moda o que es clásico.
Aunque tenemos también el término
tradicional.
Con
respecto a los trajes tradicionales, debemos decir que en el caso de los
occidentales de los siglos XX-XXI, el uso de estos trajes se circunscribe particularmente
a las actividades folclóricas y festivas, por tratarse de una vestimenta
distinta a la habitual.
En
determinadas culturas, sin embargo, los trajes tradicionales, ajenos a toda moda, han sobrevivido durante
años, sin grandes cambios. En ocasiones visten el traje entero; otras veces,
sólo una parte, o se arreglan de una manera concreta. En estos lugares, la
identidad como pueblo queda reflejada en el propio traje, que no sólo se luce
en actividades de tipo folclórico o representativo.
En esta
zona de Europa, empero, los trajes tradicionales se emplean en ocasiones
especiales: fiestas, bailes y celebraciones, generalmente de tipo folclórico.
Para nosotros, el traje tradicional viene a ser eso: una vestimenta preservada
durante años, que se lleva en valles o pueblos con ocasión de un baile o acto
especial.

Hay países
que poseen una gran riqueza en este sentido, por haber conservado muchos de
estos trajes. En nuestro territorio, sin embargo, no hemos guardado este tipo
de patrimonio. Tenemos trajes de baile y fiestas, pero no tienen un abanico
amplio que recoja todas las edades y las distintas situaciones de la vida
social.
Al igual
que cuando una persona se dispone a hacer algo especial elige una vestimenta
determinada, también cuando se trata de mostrar la identidad propia de un
pueblo se siente ese tipo de necesidad. El traje a lucir va a adquirir un valor
expresivo y simbólico.
Esto que
estoy diciendo se produce en múltiples ocasiones (bodas, inauguraciones,
eventos deportivos…), no sólo en las fiestas. En mi opinión, es un aspecto
sobre el que se debería reflexionar. En las ceremonias internacionales a menudo
suele haber algún representante ataviado según la costumbre de su país, en
señal de su identidad local. Otros muchos, sin embargo, o no disponen de ese
tipo de trajes, o los guardan para fiestas o bailes, por no resultar los más
apropiados para asistir a una ceremonia. Ahí está la cuestión.
Aquí
tenemos un vacío importante, pero de nosotros depende recuperar las prendas y
los modos de acicalarse, y regenerar las costumbres.
Familia de gitanos vascos de comienzos del siglo XX.
En
determinados lugares o circunstancias, por ejemplo, la identidad local puede
expresarse a través del traje. En las culturas que han conservado la vestimenta
tradicional, la mayoría de las veces se trata de un elemento que cubre la
cabeza. Son muchos quienes, en señal de su identidad local, visten el sombrero,
turbante o pañuelo tradicional, pese a llevar el resto del cuerpo según la
vestimenta globalizada occidental. Al fin y al cabo, es en la cabeza, en las
ideas, donde reside nuestra identidad y personalidad, y ésa es la razón por la
que suele ser lo último en perderse del modo de vestir tradicional, o uno de
los pocos elementos que se mantienen. También en nuestro país la txapela y, en
menor medida, el pañuelo que se anuda en la cabeza, son los elementos que mejor
se conservan de nuestra vestimenta tradicional.

Los vascos
empleamos el verbo jantzi
(vestir) para aludir, también, a las personas “doctas”. Una persona jantzia es una persona sabia. Por eso,
en determinadas ocasiones cuando queramos mostrar nuestro ser, nuestro
carácter, a través de nuestro atuendo, habremos de escoger las prendas que más
adecuadas nos resulten. El traje de
pospolina, por ejemplo, o el traje blanco de los hombres, aun
siendo apropiados para un baile, no lo son para una boda o para recoger un
premio. Son tradicionales, pero no para esos fines.
Debemos,
igualmente, hacer otra reflexión. Si importante es el traje, el vestirse y
prepararse también lo es. Los materiales y técnicas que se empleaban para la
confección de estas prendas son aspectos que requieren asimismo una especial
atención.
Estas dos
últimas ideas son fundamentales para entender el papel de ATONDU. ¿A qué
vestimenta nos estamos refiriendo?
El origen del traje de
baserritarra
En las
culturas occidentales, a principios del siglo XX se produce una gran brecha. La
moda adquiere tal fuerza, que se puede afirmar que supuso la innovación
conceptual de aquel siglo. En Euskal Herria en concreto, la irrupción de la
moda y el predominio de las ciudades, junto con el renacimiento de la Cultura Vasca,
llevaron a la creación de lo que hoy en día conocemos como Traje de baserritarra, vestimenta que
simboliza el carácter de todo un país.
El traje de baserritarra .
Los campesinos y pescadores de comienzos del siglo XX conservaban buena parte de nuestra cultura, y su vestimenta tradicional -pese a que fuera de aquí podían encontrarse trajes de gran similitud- pasó a considerarse símbolo de la esencia de un pueblo. Por tal motivo, en las Fiestas Vascas y romerías la gente empezó a vestirse al modo de los baserritarras, como muestra de la identidad de un pueblo. En un principio recogían tales trajes en los caseríos, pero luego, entrados en el siglo XX, el torbellino de la moda afectó también a estas prendas, que fueron objeto de grandes cambios. Lo dicho: lo que al principio constituía la vestimenta de un colectivo, pasó a convertirse en traje tradicional.
La vestimenta de los baserritarras de finales del siglo XIX y principios del XX desapareció a mediados de este último, pese a que en la actualidad nos quedan varios vestigios. El traje de baserritarra, sin embargo, siguió evolucionando a lo largo de todo el siglo.

Tal como
más arriba he indicado, se palpaba la necesidad de una vestimenta que, en
determinadas circunstancias, representara nuestra identidad. Durante muchos
años, este papel fue desempeñado por el Traje
de baserritarra. Pero en su evolución fue perdiendo varios de sus
distintivos originales, y, en muchas ocasiones, resultaban inadecuados (trajes
confeccionados de manera industrial, falta de conocimiento con respecto a su
vestir, colores oscuros…). En la década de los 90, y con el fin de facilitar
una respuesta a esta pérdida, se volvió a adoptar como modelo el traje de los
campesinos de principios de siglo, para usarlo en diversas celebraciones. Al
tratarse de la última vestimenta tradicional que llegó hasta nuestros días, y
ser el origen del Traje de baserritarra,
imperó la tendencia de volver a los orígenes. Así fue como surgió la actividad
de Atondu.

No
obstante, la tendencia no tardó en extenderse, y dado que los modelos
prácticamente habían desaparecido, muchos se basaron exclusivamente en
fotografías en blanco y negro, escogiendo los colores al azar, empleando
cualquier tipo de telas y costuras, y recurriendo a la confección industrial.
Así es como surgió la "moda" de este tipo de traje, actualmente tan
popularizado. Pero existe el riesgo de que, en muchos casos, pueda ser
considerado disfraz. Y es que, tal como sostenía, nuestra identidad se ha de
reflejar en lo que se observa a primera vista. Es un aspecto al que, en nuestra
opinión, se debiera prestar mucha atención.
La propuesta de ATONDU

Teniendo en
cuenta todo lo anterior, a la hora de proponer el traje, trajes o vestimentas
que reflejan nuestra identidad cultural, tenemos por costumbre recurrir a las
fuentes. Partiendo en todo momento de una información que nos sirva de base,
recreamos las prendas que formaban la vestimenta rural, precisamente porque
consideramos que, al recuperar el patrimonio perdido y darle un uso,
contribuimos a mantener la tradición.

Por otra
parte, es necesario recuperar algunas de las costumbres creadas en el siglo XX
y que están a punto de extinguirse. Es cierto que la coyuntura social política y
cultural es muy cercana, y que varias prendas consideradas tradicionales pueden
incluso llegar a tener un sentido peyorativo o marcado. Hoy en día, entrados ya
en el siglo XXI, de nosotros depende adaptar cuanto tenemos a nuestro alcance a
las diversas circunstancias y usarlo sensatamente.
El proyecto
ATONDU quiere dar una respuesta. Por ello, pensamos que no se trata de
confeccionar vistosos trajes de gran originalidad, sino de adaptarlos a cada
momento, y prepararlos y vestirlos con dignidad.
Tal como se puede apreciar en el libro,
empezamos a diseñar estos trajes a partir de una sólida base, basándonos en los
del siglo XIX, y pensando, fundamentalmente, en vestir con elegancia. Por ello,
procuramos no repetir nuestros modelos y utilizar telas y hechuras de calidad.
Ane Albisu: «Tradizioa beste edozer gauza bezain modernoa izan daiteke»
Ane Albisu.
Traducción:
Koro GARMENDIA IARTZA
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